Reseña: El vestido blanco, de Nathalie Léger
Nathalie Léger (París, 1960) ya lo hizo en Sobre Bárbara Loden: comenzar con un material ajeno e indagar en los cruces con su propia vida. En aquel libro, la escritora francesa, especialista en Roland Barthes y Samuel Beckett, tomaba a la cineasta y actriz Barbara Loden en su película Wanda (1970) y construía con ella un personaje. En El vestido blanco se detiene en Pippa Bacca, una artista performática italiana que en 2008 se propuso llegar hasta Jerusalén a dedo, recorriendo ciudades golpeadas por la guerra, vestida de novia y subiéndose a todos los vehículos que pararan, sin excepción. La performance terminó en tragedia: un conductor la violó y asesinó. Es más: se quedó con su cámara de video y, antes de ser atrapado, filmó, paradójicamente, un casamiento.
La escritura de Léger es como un tamiz que desgrana la obra de arte, la película, el gesto (“Si no podemos entenderlos, al menos tendríamos que tomarnos en serio los gestos más demenciales”, dice) y los convierte en preguntas que atraviesan su experiencia y aquí, como buena heredera de Marguerite Duras, la de su madre, gran protagonista. El vestido de Pippa se duplica cuando su madre se prueba el suyo, en una escena bellísima en la que la narradora acepta el pedido de contar la historia del matrimonio y posterior divorcio de sus padres. El gesto casi religioso de Pippa de lavarle los pies a una serie de parteras durante el viaje es también el de Léger cuando le limpia la arena de los pies a su madre. Las huellas del viaje que la artista recoge en su vestido bien podrían ser las marcas heredadas de tantos vestidos blancos en la historia de las mujeres de cada familia. ¿Y la confianza? ¿Esa fe ciega que empuja a la artista italiana a subirse a cualquier auto, en un intento, como ella misma decía, de devolverle la confianza al mundo?
“Podrías actuar por mí, podrías hablar por mí, podrías defenderme y hasta vengarme”, le dice la madre a la narradora: ella cree en la capacidad de la palabra no solo de remediar sino de combatir la injusticia. Léger, que conoce su oficio, no está tan segura. Por eso renuncia a entrevistarse con la madre de Pippa: ¿es la escritura de un relato, una narración surcada por mil desvíos, justificación suficiente para sentarse a hablar con la madre de la artista muerta? Un periodista le dice: “La literatura tiene algo de impúdica, esa es su tragedia”. El silencio es también una presencia fuerte. Quizá sea el de la muerte; quizá, la imposibilidad de entender. El instrumento de Pippa es su cuerpo; el de Léger, el lenguaje; en ambos casos, al final, se impone la falta, el vacío.
La traducción es destacable: deja intuir la fluidez del original y ciertos desbordes que se permite Léger, una autora que ubica su apuesta –como mucha literatura contemporánea– en el cruce entre la novela y el ensayo personal.
El vestido blanco
Por Nathalie Léger
Chai. Trad.: Matías Battiston
99 páginas, $ 4000
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