Reseña: El triángulo de invierno, de Julia Deck
Escribir sobre mujeres modosas y equilibradas no es la especialidad de Julia Deck (París,1974). Su primer libro, Viviane Élisabeth Fauville, arranca con una paciente que mata a su psicólogo a cuchilladas y El triángulo de invierno, con una joven que pierde su trabajo por amenazar a su jefe con una batidora. Alcanza con este paralelo para entender que la segunda novela de esta autora francesa es bastante menos cruenta que su ópera prima, aunque no menos perturbadora.
Agobiada por la rutina, la estrechez de su monoambiente y las múltiples deudas, la protagonista de El triángulo de invierno asiste a una agencia de empleos en un estado de flotación, casi de sordera, y en un rapto de bovarismo decide obsequiarse un nuevo trabajo –novelista– y una nueva identidad: Bérénice Beaurivage. Este nombre es el de la escritora interpretada por Arielle Dombasle en una película de Éric Rohmer. Una burguesa con aplomo y elocuencia que lo único que comparte con el personaje imaginado por Julia Deck es que es rubia y que nunca escribe.
Para comenzar una vida nueva la flamante impostora se muda a Saint-Nazaire, se enamora de un inspector de buques que costea todos sus gastos y, tras un breve idilio, aparece una tercera en discordia, Blondine Lenoir, otro nombre birlado caprichosamente del cine rohmeriano.
El triángulo de invierno es una novela signada por el número tres. Tres son las estrellas que conforman la constelación a la que hace referencia el título, tres son los actores de la historia y tres las ciudades portuarias en las que vive la protagonista. Le Havre, Saint-Nazaire y Marsella tienen además la peculiaridad de haber sido reconstruidas después de la Segunda Guerra Mundial. No sería entonces desatinado pensarlas como metáforas para la reinvención de una identidad.
Hay una particular fijación por la descripción de espacios e inmuebles que contrasta con las lagunas de la memoria de la falsa Bérénice. Esta manía objetivista, sumada a la psicología inasible de la joven, la trama huidiza y una escritura tímida que pretende ser experimental –diálogos sin guiones ni comillas que irrumpen con una mayúscula en medio de un párrafo– son pálidos reflejos de las astucias de ciertos escritores del nouveau roman publicados por Éditions de Minuit, la editorial de Julia Deck en Francia.
Tras elipsis tramposas, pistas ilusorias y referencias culturales antojadizas, el relato de El triángulo de invierno encuentra el más justo de los posibles finales, aquel en el que todo vuelve a empezar, con leves cambios, encaminando a su errática heroína a un mejor fracaso.
El triángulo de invierno
Por Julia Deck
Eterna Cadencia. Trad.: Magalí Sequera
131 págs./$990