Reseña: El taller literario, de Francisco Bitar
Si escribir, como decía el brasileño João Guimarães Rosa, es un proceso químico, la propuesta narrativa de Francisco Bitar (Santa Fe, 1981) se circunscribe a la emulsión de un realismo acompasado con algunos trazos que, aunque suenen disonantes, contribuyen a la alquimia de la aventura.
En El taller literario, su nuevo libro, el foco está puesto en la rutina de Gori Lizmayer, un escritor olvidado, cuyo vínculo con las letras pervive en el anonimato del dictado de clases y en la corrección de un periódico litoraleño. Un deseo trunco: continuar su proyecto literario a partir del relato de unos guantes sin dedos, búsqueda surreal-objetivista que lo conduce a un descenso al inframundo: anotarse en un taller literario.
Hay tela para cortar: la órbita de los talleres literarios, en la Argentina tiene una tradición de al menos cinco décadas, ligados a singularidades y necesidades colectivas –movimientos, grupos o publicaciones–, algo que hoy funcionaría más en un sentido molecular. Por un lado, como opción paralaboral de muchos escritores; por otro, como forma de posicionamiento en un ficticio establishment cultural. Bitar se pregunta por el intersticio: ¿hacia dónde se desplaza la escritura cuando el deseo es subsumido?
“Gori rasca el fondo con el filo de la cuchara y vuelca en la taza los terrones de café directamente desde el frasco. Durante el arranque de la computadora, entre una y otra operación del aparato, la pantalla funde a negro un segundo y Gori se ve reflejado: el cuerpo echado hacia atrás, la taza dando calor a sus manos, su nueva cara, afeitada y pulcra. Si fuera el personaje de una historieta, no sería el superhéroe sino su contacto en el departamento de policía”, se lee en la novela.
Lizmayer se convierte entonces en Ghito Londres, un impostor con una vida más magnética: sus relatos generan atención, comienza a vincularse con una compañera y genera resquemor en el tallerista, huraño, mercantil y detectivesco. El contrapeso de querer ser otro también se ve en los relatos enmarcados que hay en la novela, presentados por los integrantes del taller. Es que, amén de los vericuetos que el protagonista despliega para no ser reconocido, aquello que puede notarse en la trama es el coraje que tiene para enfrentar las frustraciones del presente.
La posibilidad de renacer en una nueva aventura es un carácter nutritivo en la obra de Bitar, que suele moverse en distintos géneros narrativos y poéticos, donde el deslizamiento de las palabras, en su minimalismo, en sus escenarios cromáticos, remembranzas a las películas de Aki Kaurismäki, y en un finísimo humor, casi imperceptible, dan el pie para creer que es fácil escribir, pero pocos pueden hacerlo así.
El taller literario
Por Francisco Bitar
Sigilo
176 páginas, $ 18.000