Reseña: El sueño de la vaca y el tatuador de camellos, de Ezequiel Alemian
Una intrigante y original historia de vuelo circense
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Las narraciones de Ezequiel Alemian (Buenos Aires, 1968) parecen luchar contra algo exterior, una intemperie, un caos que obliga a la complejidad de recursos. Si son novelas, son breves pero densas, experimentales pero anécdoticas, y suelen terminar arrojando la toalla, pero después de recorridos únicos y originales. Es lo que ocurre en El sueño de la vaca y el tatuador de camellos, que tiene la materia de una novela densa a pesar de sus ciento treinta páginas. Hay núcleos narrativos compactos: una familia dedicada a los circos, con su desfile de elementos, animales, recorridos. En el centro se destaca un protagonista, Notre Dame, cargado de debilidades y fealdades, pero también dramaturgo semifrustrado, empeñoso y sombrío.
Por otra parte, quienes narran apenas se hacen notar. Parece ser un grupo de mujeres, que aclara sus limitaciones: “Nosotras no sabemos nada, para eso contamos”. Notre Dame se entera de que en algún lugar de la provincia un grupo va a representar sin avisarle una de sus obras, y parte para ubicarlo.
El trayecto es tan complejo y enredado como un equivalente pesadillesco de En el camino. A su vez la parte circense tiene bloques memorables, como el dedicado a un circo de pulgas. La emoción llega cuando parece anunciarse una muerte o disolución del protagonista, que no se concreta. El final de El sueño de la vaca... tiene buen peso narrativo y también plena conciencia del silencio, el tropiezo posible, el acertijo intrigante.
El sueño de la vaca y el tatuador de camellos
Por Ezequiel Alemian
Blatt & Ríos
176 págs./$1690