Reseña: El señor Wilder y yo, de Jonathan Coe
El señor Wilder y yo es un homenaje al cine de Billy Wilder, que copia la forma y el tono de su obra. La narradora, Calista, es un personaje imaginario que trabaja como intérprete en Fedora, uno de los últimos films del director. Lo que pasa en el rodaje es histórico, como queda claro en los extensos “agradecimientos” del inglés Jonathan Coe (Brosgrove, 1961).
La novela utiliza diversos tipos de texto –una escena presentada como guion cinematográfico, cartas, notas manuscritas–, pero la estructura general es la del cine clásico. Un síntoma de esto es la forma en que muchos elementos de la narración trazan un círculo y vuelven al principio. La historia empieza en Londres, pasa por Grecia, París, Alemania, Los Ángeles y vuelve a Inglaterra, donde la trama responde enigmas del comienzo: entre otros, qué hará la hija de Calista con su incipiente embarazo; qué será de la relación entre la narradora y Matthew, al que conoce en la filmación; o cómo consigue ella entrar al mundo del cine con su música. El más conmovedor de esos círculos es el que se relaciona con la búsqueda permanente de Wilder, que necesita encontrar a su madre perdida en la Segunda Guerra. En los primeros capítulos, se cuenta cómo la buscó entre los sobrevivientes de los campos. En la vejez, se descubre buscándola entre los extras de La lista de Schindler, un comentario sobre el horror y también sobre el arte.
El tema central, al que se vuelve constantemente, es el del artista que nota que su manera de crear está envejeciendo frente a un cambio generacional, representado aquí por Spielberg y Scorsese. Y hay otro tema general: el de la comparación entre Europa y Estados Unidos, que la crítica literaria llamaba en un tiempo “tema internacional”: Wilder y Calista son “extranjeros” en Estados Unidos (ella, griega; él, austríaco).
Por otra parte, el Wilder que conoce Calista es optimista en cuanto a la vida y la humanidad. Eso es parte de lo que lo separa del tono de las películas de los nuevos directores (el ejemplo es Taxi Driver). En cuanto al arte y a la historia personal, podría decirse que su manera de entender el mundo está representada por otro elemento que se nombra en el comienzo y en el final: el “¿Por qué no?” que aparece como “remate” de una película y luego remata la novela. La pregunta simboliza la capacidad de algunos seres humanos para aceptar desafíos y seguir adelante. Frente a la desesperación, Wilder aconseja a Calista que recuerde que “la vida siempre tiene placeres que ofrecerte”. El cine es uno de ellos. Años después, lejos del viejo director, Calista escucha el “¿Por qué no?” de su marido y entiende que nunca olvidó ese consejo. Ese cierre complejo y agridulce se corresponde con las películas de Wilder y con la novela, y hace de su lectura una experiencia inolvidable.
El señor Wilder y yo
Por Jonathan Coe
Anagrama. Trad.: Javier Lacruz
280 páginas, $ 10.950