Reseña: El resto sintético, por Luciano Rosé
Larry Ewing, celebrado magnate de Silicon Valley y colonizador de Marte, llegó a una conclusión: “Internet piensa. Y nos odia a todos”. La consecuencia de este odio será el pronto “aniquilamiento mutuo entre China y Occidente”. Por lo tanto, Ewing toma una decisión radical. Junto a su esposa y un vasto ejército de programadores y sirvientes, instalará el centro de su imperio en el punto más remoto y protegido del mundo en caso de una guerra nuclear: la ciudad de Miramar, en la costa atlántica argentina. A partir de este punto, sin embargo, El resto sintético, primera novela de Luciano Rosé (Buenos Aires, 1988), no le concede a las distopías apocalípticas o transhumanistas proyectadas por los popes del desarrollo tecnológico su perfecta realización, sino que las enfrenta a las ironías, los cuestionamientos y la imprevisibilidad de la experiencia humana.
¿Acaso Larry Ewing delira? ¿O sus sospechas son tan ciertas que los chinos lo espían con robots? La información necesaria para descubrirlo rodea a los personajes a cada instante, ¿pero cómo se puede distinguir lo que hay que saber en una época donde todo parece sabido? El resto sintético indaga así en la naturaleza de la paranoia a través de la voz de un psiquiatra que, al mismo tiempo que saca su tajada de la confusión, intenta ordenar con la sensatez de la ciencia lo que la misma ciencia ha desencadenado. Con el humor y el escepticismo de un Kurt Vonnegut ambientado en las playas bonaerenses, Rosé describe con una original mueca de escepticismo el tipo de futuro que se nos suele presentar como inefable.
El resto sintético
Por Luciano Rosé
Bucarest
109 páginas, $ 1000