Reseña: El olor a cloro, de Irma Pelatan
El olor a cloro es breve, pero contundente. La francesa Irma Pelatan (1975) cuenta sus experiencias en la pileta del club donde entrenó de los cuatro a los dieciocho años. Se sumerge en ese momento específico que va de la niñez a la juventud, y emerge otra: una escritora que le da voz al abuso callado durante años.
El cuerpo está siempre en el centro: sumergido, cambiante, midiéndose desde esa doble ley: “las expectativas del padre y del cronómetro”; observado no solo por los otros nadadores sino también por quienes iban a visitar “la pileta del Corbu”. Se trata de la pileta del conjunto Le Corbusier de Firminy-Vert, diseñada por el famoso arquitecto en el período de la reconstrucción posterior a la guerra. La imaginó según su Modulor, ese modelo de hombre que tiende al número áureo: “el cuerpo”, dice la narradora, “como la escala del todo”.
¿Cómo pensar la violencia dentro de esta lógica de proporciones espigadas? Pelatan logra una narración llena de poesía: el agua es olor, sabor, sonido, textura. Habla de esa forma de nadar que es permanecer en el mismo lugar a pesar de sentirse tan cerca del Mediterráneo: “el mar nos habitaba, y no cualquiera”. Se detiene en el salto, el cuerpo que se arroja desde el trampolín. Y ese otro salto hacia lo más hondo de sí misma, en el intento por olvidar.
El libro es una reflexión sobre el agua y su manera de abrazar y expulsar. La belleza de esa pileta convive con el dolor: el rastro de sangre que iban dejando las chicas al caminar porque las baldosas les lastimaban los pies. Frente a esa sumisión, Pelatan propone la escritura como una forma de exorcizar la violencia y otra forma de reconstrucción.
El olor a cloro
Por Irma Pelatan
Gog & Magog. Trad.: Julia Azaretto
120 páginas, $ 1500