Reseña: El mar interior, de Matías Capelli
″Hacer que se vean las cosas con fuerza, como ocurre en la pintura, es algo que puede hacer la literatura. O al menos intentarlo”, escribe el francés Pierre Michon, autor de Vidas minúsculas. La asimilación de aquello que se percibe, con mayor o menor tiempo, astucia y compromiso, pone en juego el cruce entre dos disciplinas artísticas, que, a su vez, catalizan flujos de reflexión, incomodidad o malentendido.
Una pintura realista inquieta justamente la mirada extranjera de Milton, el protagonista de El mar interior, la segunda novela de Matías Capelli (Buenos Aires, 1982). Exhibido en el Rijksmuseum de Ámsterdam, el óleo de Jean de Baen muestra a los hermanos Johan y Cornelius De Witt, líderes políticos de los Países Bajos hacia fines del siglo XVII, colgados boca abajo, en carne viva, despellejados. Un atisbo de sospecha es el nudo que se mantendrá a lo largo de toda la historia que cuenta la novela.
Milton acompaña a su pareja Rut, una música que ganó una beca en territorio neerlandés. No tiene un trabajo fijo, escribe algunos artículos para medios, insiste en la posibilidad de dar clases en un instituto. De a poco, ve cómo se consumen sus ahorros. La barrera idiomática parece no importarle. No se considera ni un inmigrante ni un exiliado: transita el desasosiego como un devenir, una observación cotidiana minuciosa de las tonalidades y el pulso de la experiencia en la ciudad. Recien venido, intenta conectar con otros extranjeros ya asentados, pero, a fin de cuentas, prima el contacto directo con una realidad que aparentemente se presenta en sordina, sin fluctuaciones. Reina una conducta y una moral esperable, como ciudadano, como vecino, como consumidor, que se evidencia fundamentalmente en las penalidades, por ejemplo, cuando saca la basura en forma errónea.
El ostinato de Milton está en su adrenalina, jugar con esos límites es su mar interior. A toda velocidad, arriba de su bicicleta Sparta, le pone atención al crecimiento de la infraestructura urbana de Ámsterdam, un laboratorio que supo controlar históricamente distintas corrientes de agua. “Ellos habían hecho de las dos ruedas a pedal, de los diques, los barcos y del cigüeñal, esa pieza mecánica que transforma el movimiento rectilíneo en circular, sus instrumentos para dominar en el mundo”, se describe.
El mar interior, primer premio del Fondo Nacional de las Artes 2019, transmite, con una narrativa detallada, una estructura sin un comienzo y un final delimitados . Se trata de un ir y venir por todo lo que puede representar la inmensidad. Un estado de alerta y de relajación frente a lo propio, lo ajeno, lo nuevo y lo recurrente.
El mar interior
Por Matías Capelli
Sigilo. 192 páginas
$ 1300