Reseña: El estilo de los elementos, de Rodrigo Fresán
Rodrigo Fresán (Buenos Aires, 1963) es, sin duda, el escritor de la desmesura. Ese rasgo parecía haber llegado a su máxima expansión en la trilogía que conforman las novelas La parte inventada, La parte soñada y La parte recordada. Pero en El estilo de los elementos da un paso más allá: es una ficción de infinitas piezas que multiplican el conjunto como si la escritura hubiera logrado derretir el famoso iceberg de Ernest Hemingway para convertirlo en catarata.
La historia está organizada en tres partes, que son tres movimientos en la vida de Land. La primera sigue las peripecias de un nene perspicaz que muy temprano declara que quiere ser lector, no escritor; en la segunda, es un adolescente que migra con sus padres a la Gran Ciudad I, luego a la Gran Ciudad II para descubrir otra Historia, otra Palabra, muchas lecturas. Finalmente, el último tramo se desliza hacia un Land maduro que incluye también al yo del narrador. Land podría ser un álter ego de Fresán, no solo por el juego con los nombres, sino también porque comparten zonas de una biografía común, en parte real, en parte imaginaria.
Como un Funes el memorioso intoxicado de mundo, el narrador se adhiere a Land y rinde cuenta de sus experiencias y sus lecturas. Las frases avanzan a borbotones que insisten con una idea, un sentido, hasta descubrir algo que no se sabía. Nada escapa a la perseverancia de un lector lleno de intriga. Y en ese desborde constante entra todo: referencias sociales, cultura pop, grandes hitos de la literatura, la paternidad, los años 70, las historietas, el exilio en la Dictadura, el amor adolescente con Ella. Tal es el despliegue que apenas queda aire para una pregunta sobre el recorte que trae el olvido, quizás el elemento necesario –y ausente– en este estilo.
En ese huracán, Land va de nomeacuerdo a la Ciudad del Verano, y de ahí a la Gran Ciudad I, pide más, más anécdotas, más colores, más expediciones. Del mismo modo incesante, la escritura de Fresán le pide más al lector. Con irreverencia, su estilo se construye a contrapelo de las reglas del Manual de escritura, de William Strunk Jr. que enumera un juego de máximas para depurar la práctica, y a la vez, desmitificarla.
Con la intensidad del entusiasmo, la estructura se acerca a cierta forma catedralicia, al estilo de En busca del tiempo perdido. En especial, por la vocación de narrar el tiempo en todos sus planos, incluidas las contradicciones, las facetas y las percepciones multidimensionales. Con una salvedad, todo lo que en Proust es detalle preciso, en Fresán se vuelve vértigo irónico, un avanzar de locomotora sin vía a la que asirse. Novela total, más cerca de la comedia que de la tragedia, El estilo de los elementos es una historia que se expande hasta perder los límites que busca hacer de la lectura una peripecia opulenta.
El estilo de los elementos
Por Rodrigo Fresán
Random House
716 páginas, $ 26.999