Reseña: El dios sensible, de Emanuele Dattilo
En las últimas décadas asistimos al crecimiento de voces de alerta que nos señalan el peligro de continuar con una explotación económica abusiva de la naturaleza. Conceptos como “sustentabilidad” y “sostenibilidad” se han instalado en el terreno de la producción industrial. Al mismo tiempo, vemos crecer el número de personas que optan por una alimentación vegana, impugnando desde la ética el derecho de la especie humana sobre otros animales. ¿Qué tienen en común la preocupación por la sustentabilidad con el veganismo?: el cuestionamiento de la posición de los seres humanos ante la naturaleza. Es por ello que un libro como El dios sensible. Ensayo sobre el panteísmo, del filósofo italiano Emanuele Dattilo (Roma, 1985) que, en principio, parece no vincularse con nuestro presente, resulta de incuestionable actualidad.
El texto consiste en una genealogía del panteísmo. Ardua tarea si se tiene en cuenta que gran parte de los autores que lo sostuvieron (como David de Dinant, Amauri de Chartres, Giordano Bruno o Baruch Spinoza) fueron silenciados, ignorados o condenados por herejía.
Una de las máximas del panteísmo es “Todo en todo”. Curiosamente, para desarrollar este concepto Dattilo se sirve reiteradamente de la frase de San Pablo, “en Él vivimos, nos movemos y existimos”. Vivir en Dios, habitarlo, experimentar su presencia en todo, implica derribar grietas, distancias. Y es justamente en las distancias, donde se incuban las ambiciones de poder y de dominio que pretenden ampararse en supuestas trascendencias.
“La creación ex nihilo –sostiene el autor– fue el auténtico mito fundacional de la cultura occidental”. A partir de allí se afianza la idea de un agente productor necesariamente exterior a aquello que produce y, con ello, la distancia entre sujeto y objeto. A esto el filósofo opone la idea de una causalidad inmanente, material, que se pone de manifiesto en la imagen de un nacimiento: “El nacimiento de las cosas no es la ejecución de un proyecto, sino algo que se sustancia de deseo y de imaginación, que no tiene lugar en la cabeza, sino en la materia. Cuando algo nace, es la materia la que idea, forma e imagina lo que se está generando”. El deseo sustanciado no es anhelo de lo que se carece, sino fuerza que impulsa el fluir de la materia, su metamorfosis.
Una naturaleza que se manifiesta como vida invita al contacto, no a la distancia. No a conocerla para dominarla objetivándola, sino a habitarla desde un saber de proximidad, “táctil”. En definitiva, el panteísmo nos propone asumir que “no hay plantas, animales ni seres humanos, sino que existe una sola potencia de la materia –la vida– que se convierte en planta, animal o ser humano”. Todo en todo. Dios o la naturaleza, como diría Spinoza.
El dios sensible
Por Emanuele Dattilo
Adriana Hidalgo. Trad.: M. T. D’Meza y R. Molina-Zavalía
440 páginas, $ 24.800