Reseña: El demonio telepático, de Diego Vecchio
En el apéndice de Manual de Parapsicología, en apariencia una rara avis en su obra, Mario Levrero (1940-2004) propone “dejar correr todo negativismo, propio o ajeno. Por negativismo entendemos mal humor, sentimientos de culpa, inseguridad, temor, miedo, hipocondría, cólera, inhibiciones, etc., e, incluso malestares físicos”. Una pequeña paradoja, risueña, si se cotejan sugerencias como esa con la imagen misma del autor uruguayo, con su tesitura o con algunos fragmentos de sus escritos, como La novela luminosa. Pero el Manual..., publicado originalmente en 1980, a pedido de un exsacerdote, representante del Centro Latinoamericano de Parapsicología, y recuperado en 2010, en sincronía con la revalorización del escritor uruguayo dialoga, según dice el narrador y traductor Diego Vecchio (Buenos Aires, 1969) en El demonio telepático, con distintos ejes presentes en su trabajo, como los fenómenos extrasensoriales.
“Hay en Levrero varios Levreros: uno que descree, otro que cree un poco y otro que cree mucho más”: la premisa puede ser una puerta de entrada para este ensayo. Esa entrada, con gesto levreriano, conduce a un universo más expansivo y dislocado que, para simplificar, aúna el espiritismo, las sombras y múltiples recodos. Buena parte del libro se detiene en disquisiciones y entrecruzamientos en torno al inconsciente espectral, con derivas que conjugan ciencia, pensamiento mágico y ejercicio literario. La glosa, en tanto recorrido, cataliza su envión cuando Levrero toma protagonismo. Vecchio lo rastrea en la fragmentación de las firmas, como un primer gesto espiritual. Despliega los artilugios del “demonio telepático” en gran parte de los escritos de ficción de Levrero, como la “trilogía involuntaria” de novelas citadinas, la póstuma La novela luminosa y los relatos, obras donde lo onírico cobra una relevancia sustancial, no como frontera, sino como trances que se infiltran en las historias, como una caligrafía en sí misma.
Hace seis años, los familiares de Levrero vendieron gran parte de su biblioteca. En el remate, cuestionado por investigadores a la espera de un subrayado, solo vendían dos ejemplares por persona. Los hijos le contaron al crítico Gonzalo León que les interesaba repartir y diseminar los lotes, dado que también le daban importancia a lo intangible de esos anaqueles. Sobre esa premisa se planta Vecchio en su lectura, que parte del espíritu académico y se permite ser devorado por una sugestión y una poética que el mismo espectro le dicta. O para decirlo con sus palabras: “La irresistible ascensión de Mario Levrero como autor está asociada a prácticas canibalísticas, va ingiriendo a sus dobles teratomáticos, absorbiendo las cualidades de las literaturas villanas que practicaban”.
El demonio telepático
Por Diego Vecchio
Mardulce
208 páginas, $ 1800