Reseña: El amante de la mano izquierda, de Enrique Parma
“Sentí que […] me observaban como si mi existencia ya hubiera sido prevista en la trama”, expresa el narrador de El amante de la mano izquierda, novela del argentino Enrique Parma, frente a una vieja fotografía que muestra a un grupo de mujeres. Entre ellas figuran Adriana Wilson y las dos hijas –Elvira y Ernestina– que tuvo con el pintor Cándido López (1840-1902).
Este narrador, más que un álter ego del autor, sería el mismo Parma, un pariente lejano de Adriana Wilson, que era prima de un bisabuelo suyo. Durante su infancia se entera a través de unas tías abuelas de la historia que une a esa mujer con el pintor. Años después descubre que en las biografías oficiales de López se habla de su matrimonio con Emilia Magallanes, del cual nacieron doce hijos, pero ninguna menciona a Adriana o a sus hijas (Elvira y Ernestina integraron la primera camada de doctoras en Filosofía y Letras de la Argentina).
Parma (médico psiquiatra y poeta que desde 1992 reside en París) se va interesando en la vida de su parienta (nacida en Montevideo en 1847) e inicia una serie de indagaciones. Se pone en contacto con una bisnieta de Cándido y Adriana, y con Adolfo López, nieto del artista y de Emilia.
La estructura del texto genera una agradable alternancia: por un lado, brinda fragmentos dedicados a exponer los datos averiguados por el autor y la manera en que los obtuvo; por el otro, ofrece secciones noveladas en las que la imaginación –siempre inspirada en conjeturas razonables– completa los huecos en la información sobre la relación amorosa entre Adriana y Cándido. Así se presenta la hipótesis de que podrían haberse conocido en el taller del maestro italiano Baldassare Verazzi, en Buenos Aires, y se remarca la importancia de la ayuda de ella en el aprendizaje que debió realizar López para usar la mano izquierda, luego de que perdiera la derecha a causa de una granada en la batalla de Curupaytí.
Hay también una elaborada reconstrucción de época y detalladas referencias a los cuadros de un pintor que para equilibrar su economía trabajó en la zapatería de su hermano y cuya obra no fue valorizada durante su tiempo, sino que fue “redescubierta a mediados del siglo XX […] a instancias del crítico e historiador José León Pagano”.
La posibilidad de la existencia de un retrato de Adriana –”la mujer de la pasión” en oposición a Emilia, “la mujer oficial”– guía una persistente búsqueda que dota al relato de un adecuado matiz obsesivo, porque el esquema de alternancia configura una progresiva simbiosis entre lo investigado y lo ficcionalizado que termina por fundir –en una intensa alquimia de identificación– la imagen del narrador con la de sus biografiados.
El amante de la mano izquierda
Por Enrique Parma
Vestales
221 páginas, $ 9170