Reseña: Efectos personales, de Marina Mariasch
Un día irrumpe una escena trágica que no figuraba en el guion de la vida: la escritora Marina Mariasch (1973) revive el sacudimiento y trata de reconstruirla. Logra cercarla con referencias laterales. Como la prenda que está usando, “la campera de mi mamá, la que mi papá cargó en el brazo cuando volvimos de la comisaría con sus efectos personales”.
Son los despojos del título, Efectos personales, o de alguien que fue madre y se arrojó al vacío desde la ventana de un cuarto de hotel. La autora consuma una suerte de responsum con impronta lírica. Es su tercera novela autobiográfica, acaso secuela de la anterior, Estamos unidas (2016), en la que la narradora y su hermana aludían a una madre pendiente solo de su profesión y de un falso “estar bien” con el mundo, más que de sus hijas. Mariasch no cree en la literatura del yo, pero esa disrupción familiar dispara, en su yo, una aparente apatía escéptica y desorden en la conciencia.
Ahí reside la atracción narrativa de Efectos personales: el “desorden” hace estallar la estructura novelística en las esquirlas de “lo inenarrable”, un suicidio que, en el marco de la cultura judía, tiene implicancias específicas. Y apunta a la novela como género, pero disgregado, como el cuerpo de la madre en la caída: “una granada madura que cae y se desparrama”. Lo mismo, narrado más de sesenta veces, desde ángulos distintos. El impacto, más fuerte por lo inesperado, despierta una hipótesis psicoanalítica: la simulación de estar-en-sintonía con su profesión y con los otros desenmascara un día lo real con la muerte autoinfligida. El lenguaje de Mariasch se refugia en la poesía, su catarsis, tal vez, para seguir escribiendo.
Efectos personales
Por Marina Mariasch
Emecé
239 páginas, $ 2400
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