Reseña: Djinns, de Seynabou Sonko
Cuando las raíces se desprenden de cuajo y no están del todo claras, es momento de iniciar una búsqueda, como lo hace Penda, la joven protagonista negra de Djinns, primera novela de la escritora franco-senegalesa, Seynabou Sonko (París, 1993), que ahonda en una identidad perdida, difusa.
Rodeada de pócimas y objetos comprados en mercaditos, Penda vive con su abuela curandera, Abu Pirata, y su hermana mayor, Shango, en un barrio popular de París. La joven lucha contra su djinn –doble invisible que todos los personajes llevan dentro; en el caso de ella, un hombre joven y blanco–, intentando reprimirlo y actuar como una persona negra, para contentar a su abuela, que quiere iniciarla como sanadora: “Yo seguía teniendo tanta rabia como sugería mi color de piel”.
Pero la soga se termina de cortar cuando Penda no solo tiene que pelear contra su djinn, sino también contra la discriminación que hay diariamente en su trabajo, la xenofobia, la pobreza; y el velar por la frágil salud mental de su amigo y vecino, Jimmy, que termina internado en un neuropsiquiátrico con el diagnóstico de esquizofrénico –otra doble personalidad–, solo, sin nadie que pueda ocuparse de él: “Si algo teníamos en común Jimmy y yo era la falta; en su caso, de padre; en el mío, de padre y madre”. Una carencia que une y un barrio que lejos de curar, enferma.
Muchas personalidades y etnias conviven en un mismo cuerpo y provocan un caos constante en Djiins, una angustia que no cesa y empuja a Penda a actuar, a arrancarse las capas de esa piel que no le pertenecen.
Djiins
Por Seynabou Sonko
Sigilo. Trad.: Sofía Traballi
160 páginas, $ 18.000