Reseña: “Cuatro caballos negros”, de Juan Carrá
Mediante una encrucijada genérica donde confluyen la literatura gauchesca, la novela histórica, el western, el policial y la leyenda, la sexta novela de Juan Carrá (Mar del Plata, 1978) se interna en un territorio habitual de las letras argentinas –la pampa, a inicios del siglo pasado– de la mano de un artliano regente de prostíbulos, un comisario violento y corrupto que quiere vengar la muerte de su padre (que imagina heroica), un fugitivo que sigue “el camino de Fierro”, trabajadores de un obrador de ferrocarril y un empresario inglés de modales cruentos, “con debilidad por el escolazo”.
Sin embargo, las protagonistas de Cuatro caballos negros son mujeres inmigrantes, suerte de cautivas en tierras “libres de indios”: una prófuga estadounidense que viaja en barco hasta Buenos Aires y que lucha por recuperar de una red de trata a una esclava negra; una indígena a la que se le atribuyen poderes sobrenaturales (que podrían ser estratégicos) y una joven polaca con cara de ángel vendida en una subasta. Sus vidas cobran sentido cuando activan un plan de rescate y revancha.
También interviene el narrador de la historia, un cronista que, de oídas e iluminado por un candil, transcribe a máquina una espiral de “voces que replican voces que replican voces”. En capítulos breves y ágiles, con diferentes perspectivas y apenas espoleados con observaciones sobre los personajes y el entorno (la tierra seca es “una garganta ardiente, insaciable” y la brasa de un cigarrillo en la noche, “una luciérnaga”), galopa un escarmiento de fuego, barro y sangre.
Cuatro caballos negros
Juan Carrá
Aquilina
264 páginas
$ 15.900