Reseña: Cuadernos de Vorónezh, de Ósip Mandelstam
La obra y la vida del poeta ruso Ósip Mandelstam (1891-1938) es una de las más trágicas de los tiempos de la URSS. Iniciado en el simbolismo y luego partícipe de la escuela acmeísta, sus versos son de un lirismo singular, siguiendo el precepto de la claridad y el poema como una entidad compacta.
Después de su segundo libro, Tristia (1922), Mandelstam comenzó entró en problemas con los capitostes literarios del régimen. Fue más allá todavía cuando en 1933 –su amigo Boris Pasternak calificó el acto de suicida– leyó en público un poema en que satirizaba a Stalin (la edición lo incluye en el apéndice junto a un ensayo autobiográfico). Pronto fue detenido y enviado a residir, con su mujer Nadezhda, a distintas regiones apartadas. Fue en Vorónezh, ciudad “sombría y hambrienta”, donde recuperó su vocación poética. Ante la escasez de papel, la volcó –como cuenta el traductor Fulvio Franchi en su preciso prólogo– en tres cuadernos escolares. En 1938, tras distintas ordalías, fue enviado, ya solo, como prisionero al oriente del país. Murió en un campo de concentración –todavía se discute cómo– en diciembre de ese año.
Cuadernos de Vorónezh reúne aquellos poemas nuevos, pero también reconstituyen de memoria los requisados a comienzos de esa década. “En el foso de los leones y en la fortaleza hundido/ estoy y desciendo más, más y más, debajo/del chaparrón de levadura de estos sonidos/ más fuerte que un león, más poderoso que el Pentateuco” anota Mandelstam –en la musical traducción–, un poeta testarudo que se negó a ceder al silencio impuesto.
Cuadernos de Vorónezh
Por Ósip Mandelstam
Blatt & Ríos. Trad.: Fulvio Franchi
130 páginas, $ 21.400