Reseña: Criaturas dispersas, de Natalia Gelós
Pequeñas piezas sobre animales e insectos, con mirada poética
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En Animales fantásticos y dónde encontrarlos, el libro de J.K. Rowling, el protagonista habita en un mundo mágico con criaturas maravillosas que se le escabullen por las ciudades. En Criaturas dispersas, Natalia Gelós (Cabildo, 1979) va en cambio al encuentro de seres reales y objetos de estudio científico con un filtro maravilloso: la mirada poética. Un mundo de animales e insectos que conocemos, en sus hábitats, en museos, pero también en escenas cotidianas, domésticas. Y no se le escapan, los encuentra. En sus relatos breves lo singular está en los descubrimientos de la voz que narra; lo original, en la sorpresa ante ese mundo conocido.
El libro se divide en capítulos según los cuatro elementos. Y es allí que se disponen las criaturas en distintos escenarios urbanos o campestres. Tan lejanos (como el valle de las ballenas en Egipto, o las montañas de Ozark, en Estados Unidos) como cercanos a la autora (el Parque Centenario, en la Ciudad de Buenos Aires). Los bichos también aparecen en distintos rincones de la Argentina: desde unos perros “asilvestrados” en Tierra del Fuego hasta una artista que junta insectos y embalsama animales en San Martín de los Andes. No falta la crudeza de la realidad, sucesos que fueron noticia: un hombre devorado por cocodrilos en Costa Rica, o la desoladora historia de la elefanta Dahlia fusilada por orden de Holmberg a principios del siglo XX, en el viejo Zoo de Buenos Aires.
Caballos al sol, vacas que van al matadero en un camión jaula, una Pitón de Birmania, una comadreja reventada en la ruta, unas lagartijas que se esconden tras las enredaderas, un conejo descuerado con sus gelatinosos ojos azules en el mostrador de la carnicería. Hasta los escarabajos que trabajan como ejércitos comiendo cadáveres para limpiar sus esqueletos en el Museo Nacional de Ciencias Naturales.
No solo están las criaturas, también está lo verde en los árboles y los jardines: una oda a las plantas. “Quizá -se lee en Criaturas dispersas- la botánica sea la única religión posible”.
Criaturas dispersas
Por Natalia Gelós
Leteo
176 páginas, $ 1400