Reseña: Como si existiese el perdón, de Mariana Travacio
”Había un Loprete sepultado en lo del Tano; me faltaban ocho. Empezando por el que ayudó a matar a mis padres”, dice Manoel, el protagonista de Como si existiese el perdón, de Mariana Travacio (Rosario, 1967). La pluma de la autora rosarina se caracteriza por su manejo de la obsesión. Personajes en los que el runrún mental se vuelve locura u olvido. Este rasgo aparece en los relatos de Cotidiano (2015) y Cenizas de carnaval (2018). También figura con fuerza en esta novela (que ya tuvo una edición en 2016).
Manoel es huérfano. Criado por el Tano, le debe toda su amistad y confianza. Un día, al rancho del Tano arriba un Loprete buscando a una tal Pepa, que se le ha escapado. En medio de un episodio confuso, el recién llegado termina muerto en el zaguán. A la mañana siguiente, aparecen sus hermanos buscándolo y comienza un recorrido ineludible del llano a los campos de agua de los Loprete, que paso a paso evidencia la fatalidad del destino y arrasa todo a su paso.
Psicóloga forense, Travacio pone en escena un entramado de cuchilladas, destierro, lealtades familiares y muerte. El ambiente desolador de la llanura argentina es el escenario perfecto para esta historia de venganza y redención. Narrada por la voz de Manoel, la obsesión se ve potenciada por la soledad del viento y la tierra sin árboles. Breve, pero eficaz, la novela construye un universo que la acerca a la gauchesca, pero también presenta inevitables ecos de Borges. Los personajes se ven atrapados en un ciclo de violencia de venganzas pasadas que vuelve para marcar el presente.
Como si existiese el perdón
Por Mariana Travacio
Tusquets
144 páginas, $ 1390