Reseña: Casi perra, de Leila Sucari
En el comienzo de Casi perra, tercera novela de Leila Sucari (Buenos Aires, 1987), una mujer viaja en tren porque quiere dejar atrás el mundo que conoce, en especial a su pareja. El desamor aparenta dirigir la historia hacia un relato íntimo, de corte confesional. Sin embargo, la trama termina por ceder a un extrañamiento que eleva la vivencia ordinaria a otra dimensión.
Ni melancólico, ni triste, el tono es osado: la narradora baja en una estación desconocida, acampa, se desnuda al sol. En ese aventurarse en una transformación radical, descubre la animalidad que anida en su cuerpo de cincuenta años, una vitalidad de otro origen.
La obra, que gira alrededor de una voz introspectiva, es breve, pero la deriva le da espesor. La mujer se conecta con el deseo y un modo de percibir nada convencional. Al mismo tiempo, le habla a la pareja que dejó atrás, le cuenta lo que vivieron juntos, lo que no fue capaz de decirle, a veces con enojo, otras con la lucidez para darle nuevo sentido a las experiencias compartidas..
El viaje en tren del comienzo es una forma de pasaje. La sensación de naturaleza indómita que une el entorno y la corporalidad, el erotismo exuberante y la indagación sobre lo femenino, permiten asociar el libro de Sucari con otros como La mujer desnuda, de Armonía Sommers. La protagonista es menos enigmática, más contemporánea que Rebeca Linke, aquel personaje de la autora uruguaya, pero igual de significativa para romper presupuestos. Casi perra es, con su lengua cadenciosa de imágenes sorpresivas y llena de poesía salvaje, un viaje hacia la madurez.
Casi perra
Por Leila Sucari
Tusquets
85 páginas, $ 3000