Reseña: Ataúdes vacíos, de Emilse Mancebo
El primer libro de Emilse Mancebo, Ataúdes vacíos, está dedicado casi por entero al género literario del momento: el terror. Reúne, acaso supersticiosamente, trece cuentos de distinto voltaje y eficacia. Si bien hay algunos relatos previsibles, en los que el final tensa la cuerda del desarrollo (como pasa con el primero, “Acá no me van a encontrar”, uno de los más macabros), en otros la narración transita caminos menos trillados. En “Inmaculada”, uno de los mejores del conjunto, Matilde, una anciana soltera, es acechada por un confianzudo que, según la dama de canas azuladas, es “parecido a Gregory Peck en el papel de Atticus Finch: el abogado incorruptible y padre amoroso de Matar a un ruiseñor”. Nada más alejado de la realidad, como demuestra el contrapunto entre la perspectiva del “degenerado” y la de su presa.
Además de psicópatas cazadores de humanos que, con distintos semblantes, protagonizan tres historias, en los cuentos de Mancebo aparecen “doppelzombies”, un engendro en miniatura, una flamante difunta con apetito sexual que abusa de un vendedor de tortas fritas y espectros japoneses que le pinchan el globo a un joven porteño que comete el error de “pensar con la bragueta”. Pese a sí mismos, los personajes de Ataúdes vacíos no le hacen ascos al sexo.
Un acierto de la autora consiste en dosificar el horror con humor; otro, que en cierta medida deriva del primero, en evitar cualquier “mensaje” ideológico, y, por último, en darles a los personajes voces con modulaciones vintage, reas y bien rioplatenses.
Ataúdes vacíos
Por Emilse Mancebo
Bärenhaus
208 páginas, $ 22.000