Reseña: Agujas doradas, de Michael McDowell
Una novela urbana que coquetea con el mejor terror
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En 2017 se difundió en la Argentina Los elementales, obra de un autor virtualmente ignoto en castellano, Michael McDowell (1950-1999), que renovaba con dinamismo y originalidad la novela de terror. En ella se cruzaban temas clásicos del género, como la casa embrujada, lo gótico y las familias sureñas con nuevos paisajes. El libro cosechó rápidamente adeptos.
En Agujas doradas –de 1980, publicada un año antes de Los elementales–, se repite la sorpresa, aunque con algunos bemoles. Pasadas las cien páginas, el lector empieza a sospechar que no habrá en esta ocasión terror sobrenatural. Aunque lo macabro no está ausente, la acción se sitúa en los bajos fondos de Nueva York, y en su contracara: la ley y el orden de las clases altas.
Lo singular es que McDowell termina por producir un buen ejemplo de otro subgénero posible: la “novela de Nueva York”. A él pertenecen tanto La hoguera de las vanidades, de Tom Wolfe, como Cuento de hadas en Nueva York, de J. P. Donleavy, o la más reciente Chronic City, de Jonathan Lethem. La ciudad es en ellas un personaje más, con sus calles, barrios, conflictos, rincones secretos.
Agujas doradas, situada temporalmente entre 1881 y 1883, despliega además un relato que, si bien puede no provocar la satisfacción inmediata de los sedientos de puro terror, irá engendrando por medio de capítulos no demasiado extensos un mundo igual de siniestro.
Más que protagonistas hay oleadas de criaturas inolvidables (por lo coloridas, intensas, incluso tiernas) que forman los dos bandos de una guerra. Los Stallworth (liderados por el implacable juez James Stallworth), y las Shanks, conducidas por la imponente Black Lena.
El primer grupo representa supuestamente el Bien, cargado de poder legal, religioso y económico. El segundo, encarna en “una pandilla de mujeres criminales”. La combinación entre un periodista, un familiar del juez que le construye las notas bajo cuerda y las incursiones en el Triángulo Negro del crimen dan forma a un tremebundo mecanismo de castigo.
McDowell –que entre tantas cosas fue guionista de Tim Burton– se entrega con energía, pulso seguro e inventiva a la construcción de todo ese mundo añejo, pululante de personajes y atmósferas. El juez condena y ejecuta. No sabe que a la vez está construyendo su propia destrucción y la de su familia.
Eso ocurrirá en la segunda parte de la novela. La venganza, lenta y minuciosa, amplifica su crueldad hasta provocar un acto reflejo del género de terror: ese instante en que se quiere a la vez mirar y no mirar, leer y no leer.
Agujas doradas puede quedar registrada con honores entre las “novelas de Nueva York” que logran reflejar la intensidad y los peligros de la gran ciudad.
Agujas doradas
Michael McDowell
La Bestia Equilátera
Trad.: T. Arijón
370 págs./$ 1600