Remedios Zafra: “Los sujetos convertidos en productos son el motor de las redes sociales”
En su libro Frágiles. Carta sobre la ansiedad y la esperanza en la nueva cultura, la filósofa española analiza el modo en que la hiperconectividad de internet jaquea valores humanistas y afecta la vida laboral y social
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MADRID
Nuestras vidas no tienen respiro, no podemos frenar, cada vez necesitamos producir más, el tiempo nunca es suficiente y el descanso, pocas veces reparador. Bailamos al son de coreografías que incluyen múltiples plazos de entrega y horarios; el concepto de fin de semana como espacio para el ocio se evapora. Somos seres frágiles, presos de una lógica vertiginosa que genera mutaciones en nuestro modo de estar en el mundo y en nuestros estados de ánimo. Lao Tsé nunca tuvo tanta vigencia como en la actualidad: “Si estás deprimido, estás viviendo en el pasado; si estás ansioso, estás viviendo en el futuro; si estás en paz, estás viviendo en el presente”.
Remedios Zafra (Córdoba, España, 1973) ofrece una mirada crítica a nuestras vidas tomadas por el vértigo en Frágiles. Cartas sobre la ansiedad y la esperanza en la nueva cultura (Anagrama), libro recientemente distribuido en el país.
Estudiosa de la cultura contemporánea, la transformación del trabajo creativo y las redes sociales, Zafra es científica titular del Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España.
Con una mirada lúcida explora nuestra cotidianidad marcada por la comunicación digital, en una obra ensayística que se convierte también en un bálsamo. Además de describir el modo en que la hiperconectividad impacta en la vida diaria y en la cultura, Zafra, licenciada en Arte y en Antropología Social y Cultural, propone alternativas para las generaciones vulnerables del siglo XXI.
Con estudios de doctorado en Filósofía, también novelista, Zafra prefiere responder por escrito, con la pausa y la posibilidad de la relectura que ofrece un texto. Y propone hacerlo un domingo a la noche.
Premiada por su obra ensayística, Remedios Zafra analiza en Frágiles el malestar de una cultura en la que el trabajo nos “desborda con tareas mediadas por la tecnología”, de forma que “la ansiedad, la contingencia y la precariedad se normalizan”. Ante el aislamiento frente a las pantallas, propone restaurar “la costura comunitaria en base a la necesidad de los otros”.
–¿Cuál es el origen de la ansiedad en la sociedad contemporánea? ¿Somos hoy más ansiosos en comparación con épocas en las que no existía internet?
–El origen es la normalización de una cultura precaria sostenida en pantallas y capitalismo. Y sí, claro que la ansiedad ha aumentado con internet. De un lado, las lógicas neoliberales alimentan los deseos, generando la expectativa de que las cosas se consiguen a golpe de botón (compra, contacta, consume). Sin embargo, estas respuestas solo aplazan el deseo pero no resuelven la precariedad de una vida expuesta a un futuro cada vez más incierto. De otro, las personas pasan a estar cada vez más exhibidas en las pantallas, mercantilizadas como en un escaparate. Incluso las que tienen vidas precarias arrastran una ansiedad de famoso, con una reputación siempre expuesta al escrutinio público. Vivimos una época en la que teclas y ansiolíticos son respuesta rápida a lo que perturba, pero son también máscaras que patologizan lo que también son enfermedades o problemas sociales.
"El triunfo de las formas de valor cuantitativas que equiparan lo más visto a lo más valioso lleva a las personas a la simplificación y a la polarización"
–Lo público y lo privado conviven en lo que denomina la “habitación conectada”. Compartimos imágenes de nuestro hogar, de nuestros afectos, expresamos nuestras emociones en las redes sociales. ¿La intimidad ha perdido valor?
–Porque está en riesgo, la intimidad es más valiosa que nunca. Sin embargo, creo que sobre ella hay diferentes lecturas que deben ser matizadas, atendiendo a qué fuerza empuja a publicar lo íntimo. A todas luces parece cuestionable que las industrias digitales sostengan como motor de las redes a los sujetos convertidos en productos, incentivando que compartan más y más intimidad explícita, sugerida o fragmentada en fotos o datos. Pero también ocurre que cuando la intimidad que se comparte es opresiva y viene de la voluntad de alguien que sufre, puede tener un grandísimo potencial político y de contagio, como lo acontecido con la sororidad feminista en las redes.
–Vivimos hiperconectados, estimulados por varias pantallas, ¿merma así la calidad y profundidad de nuestro conocimiento? ¿Somos más superficiales?
–El capital se mueve mejor en la superficie que en el espesor de lo profundo. Lo inabarcable de un mundo en red satura y se convierte en bloqueo, en ceguera por exceso de luz. Es la base sobre la que las industrias digitales ofrecen orientación y puertas de entrada, pero también caminos y estructura, primando sus beneficios. No son espacio público democrático ni buscan que pensemos más y mejor. Si a ello se suma la caducidad que impera bajo la presión de una vida retransmitida en directo, derivamos al aparentar frente al ser, al surfear por las pantallas y difícilmente al “profundizar” que exige todo conocimiento. Por otro lado, la impresión rápida es la punta del iceberg de un régimen escópico donde adquiere valor “lo más visto” y se denuesta lo que requiere tiempo y mayor atención. Y no es baladí que paralelamente a esta hegemonía escópica estemos perdiendo las fases de los rituales que requieren una transición, un zaguán o una calle para cambiar de actividad. Con facilidad cambiamos de “enlace-habitación” para pasar de la reunión laboral a charlar con la familia, sin movernos del sillón. Esos tiempos de tránsito tenían su función, nos permitían reajustarnos para “ser” en contexto, ahora sonreímos y ni siquiera hay margen para saber “quiénes somos”.
"La fragilidad de la que hablo es la que nos iguala como humanos y es capaz de hermanar a ricos y pobres en la cama de un hospital"
–Destaca la existencia de una nueva cultura (un concepto que usted extrae del filósofo Juan Martín Prada). ¿Cómo es este nuevo escenario?
–Juan Martín Prada lo utiliza en su estudio de la “cultura red” para hablar de la singularidad de un mundo conectado. En su claridad me parece que señala una inflexión de la época, donde internet marca el comienzo de un giro cultural que en estos últimos años se redefine desde el zarandeo planetario que estamos viviendo tras la pandemia y la conciencia de un planeta y una humanidad mucho más frágiles, donde lo global adquiere una dimensión no solo económica sino además marcademente material y vinculada con los cuerpos, el agotamiento, la salud y nuestra supervivencia como especie.
–¿Se ha degradado la cultura? En pos de saciar la ansiedad, la expresión se adecua a estos estados y a la lógica de un tiempo vertiginoso. ¿Se han simplificado los contenidos?
–La cultura como sector también está sufriendo la precariedad que caracteriza la época. La hiperproductividad competitiva y mediada por la tecnología ha posicionado llamativamente criterios de valor sostenidos en lo cuantitativo, en la acumulación de grandes números y audiencias que eclipsan o aniquilan otras formas propias del pensamiento humanista. Cuando en la cultura prima ser productiva para cumplir unos umbrales fácilmente medibles, entra en procesos de burocratización que derivan el esfuerzo a aparentar, al sucedáneo, a generar contenidos, pasando por alto esas otras formas de valor que “dan sentido” a nuestro trabajo (autonomía, imaginación, emancipación…). Es como esos CV bíblicos en tamaño que “parecen haberlo hecho todo”, obviando que también han pasado “por encima de todo”.
–¿Qué responsabilidad posee el consumismo o los excesos del capitalismo en este estado de ansiedad? ¿Hay alguna solución que implique romper con este paradigma?
–Su responsabilidad en alimentar este estado de ansiedad es enorme, en tanto las dinámicas capitalistas atraviesan las vidas y trabajos, generando nuevos deseos que buscan saciarse individualmente con la acumulación, el consumo, la aceptación rápida o la compra, despreciando prácticas que alimentan la curiosidad, la duda o la narración, porque son más lentas y presentadas como “menos útiles” para lograr objetivos cuantificables. La ansiedad es grande tanto en quienes sucumben a estas fuerzas competitivas desde la precariedad o la autoexplotación como en quienes no encajan en estas rutinas justamente porque se dedican a esos aspectos narrativos donde la vida no puede ser despojada de su complejidad. Romper con este modelo capitalista es ciertamente complejo, pero no cabe desestimar la posibilidad de transformarlo. Especialmente si valoramos que una de sus bases es que “prescinde de vínculos morales entre las personas”. Pienso que nos debemos la oportunidad de especular y contrarrestar con fórmulas que cambien las reglas del juego de este poder.
–Realiza una interesante comparación entre “imbéciles hiperracionales” y “sujetos desapasionados”. ¿Dónde los encontramos?
–Están por todas partes, medrando y buscando su beneficio propio como dictan los mantras neoliberales del hacerse uno mismo, mercantilizando el yo y despojándolo de empatía. Eva Illouz se refiere a los “tontos hiperracionales” al hablar del predominio de lógicas estratégicas que, una vez usadas, hacen difícil volver a lógicas afectivas. Este es un punto de entrada que me interesa y que yo relaciono con el triunfo del entusiasmo fingido como estrategia para sobrevivir o aliarte con un sistema que convierte a los trabajadores precarios en rivales. Reflexiono sobre la mutación de estos sujetos al describir al “hombre fotocopiado” en mi libro El entusiasmo; al “sujeto desapasionado” en Frágiles, o al “opositor Glass”, en El bucle invisible.
–El trabajo en la actualidad se enfrenta a dos escenarios, ha dicho: “el exabrupto populista” y “el riesgo fascista”. ¿Me podría brindar un ejemplo de ellos?
–El triunfo de formas de valor cuantitativas que equiparan lo más visto a lo más valioso lleva a las personas a la simplificación y fácilmente a la polarización. ¿Ha observado cómo en muchos países, pese a la diversidad política, la tensión electoral parte a la comunidad en dos? La exclusión del diferente de los grupos online hace que triunfe la homogeneidad. Las lógicas algorítmicas también lo promueven, sacrificando la diversidad para facilitar la operacionalización de sujetos y datos. Los ejemplos son muy claros en política y Trump es un paradigma. En el caso del trabajo, estos riesgos nacen de la combinación de factores como celeridad, anonimato, posverdad y sobredosis de impostura, que se contrastan con desahogos ante una vida ansiosa. La respuesta fascista es además categórica, la más rápida y eficaz en llegar porque combina ideas preconcebidas (que llegan rápido porque no requieren pensamiento) con falsas verdades que (acelerados y ansiosos) pocos se detienen a demostrar.
–Hay algunas profesiones, como el periodismo, labor que ejerce la destinataria de sus cartas en este ensayo epistolar que es Frágiles, donde predomina un “hacer precario y ansioso”. Si el periodismo se ejerce de este modo, ¿qué daño produce en la sociedad?
–Del buen periodismo esperamos hoy ese sentido y valor imprescindible para enfrentar el riesgo que acabamos de mencionar, la conversión de la información en ruido. Por el contrario, un periodismo precario contribuye a una sociedad acrítica y manipulable. Si los trabajadores están mal pagados, son temporales y siempre andan en la cuerda floja priman un “hacer”, publicar, producir de cualquier manera. Mañana ya se habrá olvidado. Se apuesta por titulares acerados, buscando mayor audiencia, porque importan los números, no el valor y sentido de lo que se dice. Ese valor además suele requerir algo más de profundidad y tiempo, verdaderos tesoros en los tiempos precarios.
–Ahora que el teletrabajo es una realidad en muchas sociedades, ¿existe algún modo de delimitar el trabajo para que no invada nuestra vida privada?
–Tiene que existir, aunque muchos vivimos en ese medio fluido de las vidas-trabajo. Esos modos deben venir de visiones desacomplejadas del teletrabajo que no dupliquen las tareas, que protejan el descanso como se protege y vigila la productividad, y que se orienten a que el trabajo no ocupe la centralidad de la vida. Jornadas más cortas y acotadas, como las que ahora se proponen en Portugal y ya se llevan a la práctica en muchas empresas y países, son un ejemplo. Vivimos una transición de modelo donde cabe estar alerta para estos logros esenciales de vida y desconexión.
–Hay apasionados y acérrimos defensores de posturas política extremas, votantes acríticos. ¿Son estos seres frágiles también?
–La fragilidad de la que hablo es la que nos iguala como humanos y es capaz de hermanar a ricos y pobres en la cama de un hospital. Bajo ese prisma, la fragilidad sería tanto descriptor de cotidianidad de los vulnerables como rasgo que se esconde, rechaza o disfraza con disfraces de poder hegemónico. Estos nunca se considerarán frágiles a sí mismos. Pero ¿te imaginas que lo hicieran?
–En su ensayo, brinda un espacio a la esperanza. Va más allá de un mero diagnóstico donde, efectivamente, nos encontramos reflejados a menudo. ¿Cómo o dónde creer en la esperanza?
–En toda conciencia que implique la voluntad de romper la inercia y extrañarnos ante un mundo en el que debe ser posible actuar como ciudadanos. Si rechazamos esta posibilidad, renunciamos al futuro y a la esperanza. Desde conversaciones como esta, lecturas, charlas, se contagia el germen del hartazgo y (esa es mi esperanza) de transformación de mundos a otros más igualitarios, más justos.
UN OJO CRÍTICO DE LA CULTURA ACTUAL
PERFIL: Remedios Zafra
■ Remedios Zafra (Córdoba, España, 1973) es escritora y científica titular del Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones científicas de España.
■ Ha sido profesora universitaria de Antropología, Políticas de la Mirada y Estudios de Género. Sus trabajos se orientan al estudio crítico de la cultura contemporánea, la creación e internet.
■ Es autora de El entusiasmo. Precariedad y trabajo creativo en la era digital (Premio Anagrama de Ensayo y Premio Estado Crítico); Ojos y capital; Un cuarto propio conectado y Netianas, entre otros libros.
■ Su obra ha obtenido el Premio Meridiana de Cultura; de las Letras El Público; Málaga de Ensayo; de Comunicación de la Associació de Dones Periodistes de Catalunya; de Ensayo Caja Madrid; de Investigación de la Cátedra Leonor de Guzmán y de Ensayo Carmen de Burgos.
■ Su último libro es Frágiles. Cartas sobre la ansiedad y la esperanza en la nueva cultura (Anagrama), que acaba de ser distribuido en la Argentina.