Rachel Cusk. La intensidad de la maternidad, sin filtros
Las ambivalencias de ser madre son exploradas en varios libros, entre ellos el recién traducido Un trabajo para toda la vida
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“Es pálida y guapa y diminuta. A algunos les sorprende que sea tan buena. Yo, al parecer, soy su madre”. Unos cuantos años antes de narrar su divorcio en Despojos –y con la misma inteligencia, elegancia y crudeza–, la británica Rachel Cusk (nacida en Canadá en 1967) abordó las honduras de la maternidad en Un trabajo para toda la vida.
En 2001, año de su primera edición, el libro levantó una polvareda a la que la autora respondió en la introducción a la reedición de 2008. “Señoras, esto no es un manual de cuidados infantiles”, señaló, aceptando que los juicios más severos sobre su libro habían sido vertidos por mujeres. “En estas páginas tienen ustedes que pensar por sí mismas”, agregó, apuntando lo que podría entenderse como clave de lectura: “Lo escribí [a este libro] porque soy escritora, y la ambivalencia que caracteriza las primeras etapas de la crianza me pareció afín a la ambivalencia fundamental que siente el escritor ante la vida”.
"El gesto de la autora es tan simple como sacrílego: expone aquellos aspectos de la maternidad que sólo se viven puertas adentro, en lo cerrado de la noche, en el claustro de la intimidad"
Un trabajo para toda la vida discurre entre el embarazo, el parto y los días en torno al primer año de existencia de la hija mayor de Cusk. La escritura no es estrictamente cronológica: el texto avanza como lo hacen los extraños días del puerperio; hacia adelante y al mismo tiempo en círculos.
Leído a más de veinte años de su primera edición –circulación que facilitó el éxito de su más reciente trilogía A contraluz–, y aunque ya no concite las airadas reacciones que provocó en su momento, Un trabajo para toda la vida mantiene su intensidad. El gesto de la autora es tan simple como sacrílego: expone aquellos aspectos de la maternidad que sólo se viven puertas adentro, en lo cerrado de la noche, en el claustro de la intimidad. Los exhibe sin azúcar ni edulcorantes, sin sombras ni filtros. Hunde el escalpelo en la carne viva de su propia experiencia, y al hacerlo sacude la de las demás.
La apuesta no es estrictamente nueva. A mediados de los años setenta, la novelista Jane Lazarre (Nueva York, 1944) escribió El nudo materno, memorias donde la ambivalencia –el motor que activa la escritura de Cusk– también es un elemento clave. “Ha destrozado mi vida, y solo vivo pensando en cómo recuperarla”, escribe Lazarre sobre su primer hijo, inmediatamente después de afirmar que prefiere morirse a perderlo.
Es allí, en el continuo y desgarrado imperio de la contradicción, donde ambas escritoras encuentran la pista de lo intrínsecamente materno.
Feminista de la Segunda Ola, mujer blanca casada con un hombre negro, Lazarre no distingue entre la militancia por los derechos civiles y el metódico ejercicio de autoconocimiento que se impone a sí misma al criar a sus hijos. El nudo materno es, además de un viaje subjetivo, un testimonio del activismo feminista de la segunda mitad del siglo XX, incluidas las guarderías alternativas, la pregunta –hoy tan vigente– por las políticas del cuidado y las incipientes redes de ayuda entre mujeres.
"La maternidad que se revela en Un trabajo para toda la vida es la solitaria maternidad contemporánea"
Aunque su mirada también es feminista, (“el parto y la maternidad son el yunque sobre el que se forjó la desigualdad sexual”, afirma), el relato de Rachel Cusk no alude demasiado a la acción colectiva, sino que se sumerge en el territorio de lo individual.
La maternidad que se revela en Un trabajo para toda la vida es la solitaria maternidad contemporánea: una manera de ser madre esencialmente urbana, reconcentrada en la minúscula díada formada por la mujer y el niño, sostenida por un áspero andamiaje médico, nutrida por la imperativa y distante voz de los manuales de crianza.
Cusk se permite traficar ciertas dosis de ironía. En un pasaje donde alude a su angustiada inmersión en uno de los tantos libros destinados a madres primerizas recuerda haber encontrado, tras páginas y páginas de descripciones edulcoradas, la siguiente frase: “Si sientes que podrías hacer daño a tu hijo, déjalo en un lugar seguro y sal diez minutos de la habitación”. Cusk no explicita ninguna conclusión, apenas enuncia que la breve indicación aparece perdida entre largas parrafadas sobre la maravilla del apego con el bebé y la juguetona recuperación de la sexualidad de la pareja. “El libro termina con una lista de números de teléfono de organizaciones con nombres como CRY-SIS”, indica, sin agregar una palabra más.
Decir lo que nadie tiene demasiadas ganas de escuchar, en un tono que no sea el de la queja. Poner en palabras las zonas vergonzantes, levantar la alfombra y encontrar lo que se esconde allí. Por caso, el tema de las cuidadoras, la necesidad imperiosa de contratar a un desconocido para que se haga cargo de la extrema fragilidad de un bebé; la incertidumbre anclada en una práctica a duras penas naturalizada; la costra pastosa de la mezquindad: contratar a una niñera siempre implica hablar de dinero, negociar. Saber que se intercambian billetes para la supervivencia psíquica de una mujer, la subsistencia física de la otra.
La gran cuestión pasaría por ver qué hacer con el mito de la “buena madre”. Los libros de Cusk y Lazarre intentan desmontar las crueldades implícitas en los viejos mandatos; desnudan la enorme cuota de sufrimiento que supone un ideal imposible de ser saciado.
En esta línea, pero con claro anclaje local, avanza Desmadres, de la escritora y periodista Violeta Gorodischer (Buenos Aires, 1981). Alternando la cercanía de la primera persona y la distancia de la investigación periodística, Gorodischer traza una suerte de mapa de los distintos aspectos de ser madre en la Argentina contemporánea. De las discusiones por el parto respetado a la ferocidad de los nuevos mandatos (a veces disfrazados de lo contrario); de la búsqueda de redes para sortear la soledad de la crianza a los opacos ámbitos del “de eso no se habla”: la muerte perinatal y el dolor de un duelo al que nuestra cultura no designa ni palabras ni espacio; el silencio de las mujeres que no sienten deseo de ser madres, la culpa de las que se arrepienten de haberlo sido.
Con datos, cifras y testimonios, Gorodischer se sumerge en una cartografía que insiste en revelarse nueva. Con la potencia de la primera persona suma su voz, no le teme a la ternura y amplía un horizonte siempre en movimiento.
Un trabajo para toda la vida
Por Rachel Cusk
Libros del Asteroide. Trad.: Catalina Martínez Muñoz
220 páginas, $ 3950
Desmadres
Por Violeta Gorodischer
Planeta
224 páginas, $ 4600