Paul Auster: “En Estados Unidos hay una ola de pensamiento autoritario y fascista”
El autor de Leviatán, que acaba de publicar un libro sobre la vida y la obra del escritor Stephen Crane, afirma que los estadounidenses siguen enfrentados entre sí desde los tiempos de la Guerra Civil
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Cuando tenía 15 años, en 1962, supo que no toda pirotecnia es peligrosa. A sus manos llegó La roja insignia del valor, una experiencia que hoy califica de “explosiva”. El joven Paul Auster leyó la novela bélica escrita por un autor que, como él, había nacido en la conflictiva ciudad de Newark, en New Jersey. De inmediato nació un vínculo incandescente entre el muchacho que aspiraba a convertirse en poeta y Stephen Crane. La fama y el prestigio de Paul Auster –publica sus novelas y traducciones desde hace medio siglo– alumbra hoy la figura de Crane, desconocida para los jóvenes de su país y también para el mundo europeo e hispánico.Después de la experiencia demoledora de su novela 4321, Auster necesitó respirar un aire diferente al de la ficción y se sumergió en una biografía de mil páginas que acaba de ser editada en la Argentina: La llama inmortal de Stephen Crane (Seix Barral). El libro no es solo la cronología de una vida, sino que Auster indaga en la obra de este escritor al que considera “el Mozart de la literatura”. Precursor del modernismo, además de su novela más celebrada –que fue adaptada al cine por John Huston en 1951–, Crane escribió Maggie: una chica de la calle y El monstruo. Padeció la miseria económica, fue corresponsal de la Guerra hispano-norteamericana que se libró en el Mar Caribe y en el Pacífico, y sobrevivió a un naufragio.
Durante su corta y azarosa vida, Crane tuvo una relación sentimental con la dueña de un burdel, fue políticamente incorrecto –primero cercano y luego detractor de Theodor Roosevelt–, tuvo una gran amistad con Henry James y Joseph Conrad y murió joven, a los veintiocho años, de tuberculosis.
"Trump se volverá a postular para presidente, va a perder y volverá a proclamarse ganador. No sé qué caos puede salir de eso. Que Dios nos ampare"
Auster atiende el teléfono de su casa en Brooklyn a las once de la mañana. “Aquí estoy para ayudar”, dice servicial para dar la bienvenida a una conversación cuyo pivote será Crane, pero también la época en la que vivió (1871-1900), cuando Estados Unidos luchaba por erguirse como potencia y encarnaba vicios y paradojas que, señala el autor de El palacio de la luna, aún perviven en la sociedad actual. “La verdad es que no creo que la Guerra Civil haya concluido realmente –dirá Auster–. Seguimos peleándonos entre nosotros”.
–Dice en su libro que Crane es estudiado por académicos, pero que no es leído hoy por una gran cantidad de lectores. ¿Piensa usted en quiénes son sus lectores?
–No tengo idea. No pienso en eso. El único indicio que obtengo es cuando tengo una presentación pública, en Estados Unidos o en otra parte. Parece que es una mezcla entre gente grande y joven, hombres y mujeres.
–Crane fue un hombre valiente [arriesgó su vida para salvar a un periodista de un medio rival durante la guerra], desafió al poder, y él mismo ensaya en su famosa novela qué significa tener coraje. ¿Qué significa hoy, para un autor, tener valor?
–Qué buena pregunta. Creo que tenés que tener tu propia visión del mundo. Adherirte a ella, mantenerla y no dejarte persuadir por las leyes del mercado. Creo que eso podría ser un acto de coraje, pero es una palabra difícil. Creo que hay escritores cobardes que sucumben ante el gusto popular y que buscan hacer un montón de dinero y vender muchos libros. Bueno, está bien, allá ellos con su ambición. Pero los escritores valientes no son así.
–¿Teme ser cancelado por los demás?
–No pienso en ello. Realmente no estoy pendiente de lo que pasa “allá afuera”. No leo siquiera las críticas de mis novelas. He dejado de hacerlo. Hay gente que me odia y gente que me quiere. Fue mi mujer Siri [Hustvedt], brillante, a quien seguro conoces, mi mujer desde hace cuarenta años, quien me dijo: “¡No las leas más!”. Y paré. Porque lo que sentía cuando recibía una buena crítica era: “Claro, está bien. Me alegro que le gustara”. Pero cuando la crítica era mala, siempre recordaba lo que decían de mí, aquellas cosas feas, los ataques. Me olvidaba de la buena. Y no me gusta estar con estas ideas dañinas y argumentos viciosos deambulando en mi cabeza. Me quitan la concentración en lo que debo hacer.
–Menciona a su esposa, a quien le dedica las últimas líneas del libro [”Muchos dicen que los escritores no deben casarse entre sí porque..., porque es imposible que dos autores vivan juntos bajo el mismo techo. Se equivocan”.] ¿Cree que algunos autores, escritores, se sienten amenazados por el reconocimiento tardío que están recibiendo las escritoras?
–Yo no me siento amenazado en absoluto. Siempre he leído a mujeres escritoras. Nunca hice una distinción entre hombres y mujeres escritoras. Algunas de mis escritoras favoritas de todos los tiempos son mujeres y mi poeta favorita es Emily Dickinson. Siempre he leído y promovido a autoras, pero no porque sean mujeres, sino porque creo que son muy buenas. Nunca me parecieron interesantes las novelas de los años 60 de Estados Unidos, cuando yo comencé a leer y a escribir… Philip Roth, Norman Mailer o Saul Bellow. Pero sí leía a Flannery O’Connor o los cuentos de Grace Paley. Además estoy casado con una escritora que es un genio. Nunca ha sido un problema para mí. Cumbres borrascosas, de Emily Brontë, es mi novela inglesa favorita. Es una novela tan brillante y demencial, a la altura de cualquier novela de Dickens.
"La humanidad solo podrá sobrevivir a través de formas de solidaridad, de empatía por los demás. Vivir solo para vos mismo es un pesadilla, pero es lo que estamos haciendo"
–En la lengua inglesa no existe este debate con tanta fuerza, por ejemplo, porque los sustantivos no tienen género, pero le pregunto como traductor de francés, ¿qué piensa del lenguaje inclusivo?
–No estoy muy familiarizado con el lenguaje inclusivo, porque, como decís, no tenemos estas propiedades en nuestro lenguaje. Pero sí, en nuestro idioma, siempre nos dirigíamos a las personas como “Mister”, “Misses” o “Miss” [señor, señora y señorita]. Hace cincuenta años hubo un movimiento que buscaba dejar de lado el “Miss” porque era un poco despectivo o raro. Me pareció muy buena esta iniciativa. Tenemos algunas convenciones gramaticales en inglés, el universal siempre ha sido “él”. Por ejemplo: “Las personas comen a diario. El que come más de…”. Se dejaba de lado el femenino. Yo he cambiado, no sé si en mi literatura, pero sí lo hago en otros ámbitos, y no me cuesta nada usar “él” y “ella”. Claro que puede ser un poco raro, a veces, pero respeto este cambio.
–Acaba de mencionar a Flannery O’Connor. En sus cuentos hay una gran tensión racial. ¿Cómo vivió la irrupción del Black Lives Matter en la sociedad?
–Siempre he estado en la izquierda, políticamente. Siempre he creído en la justicia racial. Siempre respaldé, incluso cuando era un adolescente, al Movimiento de Derechos Civiles. Las tremendas demostraciones que ocurrieron el año pasado a partir del asesinato de George Floyd, donde marchaban blancos y negros juntos, fue lo más inspirador que he visto en los últimos cincuenta años en Estados Unidos. Lo que no sé es si esto marca un cambio verdadero en el clima o si se trata solo de un claro en un cielo nebuloso. Más de dos mil ciudades se manifestaron. Este hecho es el único modo que tenemos para progresar como país.
–La roja insignia del valor es una novela sobre la Guerra Civil. ¿Cree que aún existe en la sociedad estadounidense esta división, dos modelos de país que se enfrentan en posiciones irreconciliables?
–Mirá, no creo que la Guerra Civil haya concluido realmente. Seguimos peleándonos entre nosotros. No hemos logrado como sociedad resolver este conflicto y esto nos envenena e incluso está a nada de destruirnos. Estados Unidos está hoy en una situación muy peligrosa. Hay una nueva ola de pensamiento autoritario y fascista sobre el modo en el que el gobierno debería actuar. Estas ideas están en nuestro país desde antes incluso de su conformación a fines del siglo XVIII. Creo que nunca nos hemos sensibilizado del todo con el pecado de la esclavitud y el haber exterminado a millones de indígenas. Estos son los dos crímenes sobre los que se erigió nuestro país y nunca nos hemos arrepentido ni lo hemos asumido. Incluso en Alemania, donde los nazis gobernaron durante doce años y crearon una pesadilla de crímenes y de genocidio, posiblemente la peor en la historia de la humanidad, los alemanes se han examinado y se han arrepentido. Hay un Museo del Holocausto en Berlín, pero no hay un Museo de la Esclavitud en Washington. Muchos aún llevan la bandera de la Confederación y piensan que ha sido una causa noble, cuando no había detrás de ellos más que odio racial y explotación. El sur, en cierto modo, ganó, incluso aunque haya perdido la guerra.
–¿En qué sentido lo dice?
–Ganaron en las cortes, después de la Guerra Civil, con las leyes instauradas por Jim Crow, todo un sistema de opresión. Cuando existía la esclavitud, los cuerpos eran propiedad de alguien, pero cuando dejó de existir, comenzaron los linchamientos, los asesinatos de comunidades enteras y una gran violencia. Estos hechos continúan. Y el Partido Republicano los respalda. Así que sí, mi respuesta es sí: estamos divididos y seguimos luchando la Guerra Civil. No sé cómo va a terminar todo esto si no examinamos nuestro pasado.
–¿Teme que Donald Trump intente regresar a la Casa Blanca?
–Estoy seguro de que se va a postular para presidente. La única certeza que tengo es esta: va a volver a perder y va a volver a proclamarse ganador. Que Dios nos ampare. No sé qué ocurrirá, qué tipo de caos puede emerger de todo esto. Puede ser un escenario muy violento. Lo digo porque hay más de cuatrocientos millones de armas en Estados Unidos. Es muy importante hablar de estos temas. Soy muy pesimista sobre el futuro de mi país.
–El populismo divide a las sociedades. ¿Cómo explicar que haya intelectuales que respalden a los líderes populistas? ¿Son intelectuales realmente?
–Claro que lo son. El hecho de que sean intelectuales no significa que sean inteligentes. Algunos de los hechos más atroces de la humanidad fueron perpetrados por aquello que se llaman intelectuales. Pensemos Radovan Karadzic, en Serbia. Era un psiquiatra de niños. Joseph Goebbels tenía un doctorado. El haber ido a la escuela y el haber leído un montón de libros no te hace una buena persona.
–Escribe que Crane era un genio precoz de las letras. ¿Qué ocurre en la actualidad? ¿El talento se absorbe en las universidades? ¿Cómo percibe a la juventud?
–Estos genios están por todas partes. Y sé que se están haciendo cosas buenas, que quizá no sean advertidas por el gran público. Lo importante es que hay niños que nacen con una pasión. Los más brillantes seguramente se sobrepongan a todos los impedimentos, pero hay quienes están sufriendo por una falta de educación adecuada. En Estados Unidos hay mucho que hacer por la educación. E incluso hay un movimiento negacionista de la esclavitud que busca modificar los programas educativos.
"Los impulsos no republicanos de la tradición política española crearon corrupción en la Argentina. Y el potencial del país se bloqueó"
–Se manifestaba desesperanzado con el futuro de Estados Unidos, ¿y a nivel global? ¿Cómo imagina el futuro?
–El único modo en que la humanidad podrá sobrevivir es a través de formas de cooperación y de solidaridad, simpatía o empatía por los demás. Vivir solo para vos mismo es una pesadilla, un infierno terrenal, y eso es exactamente lo que estamos haciendo. Estamos destruyendo el planeta. No veo ningún indicio de que esto vaya a detenerse, a pesar de que hay gente inteligente que lo denuncia. Las fuerzas monetarias van a seguir enriqueciéndose de este statu quo. Estamos atrapados y cada vez las condiciones son peores. Muy pronto vamos a empezar a morir. La Tierra va sobrevivir, pero nosotros, como especie, vamos a desaparecer. Cuando muramos, la polución también desaparecerá y nuevas formas de vida aparecerán, pero ya no estaremos aquí. Es lo que nos merecemos por ser tan estúpidos. Es como una gran parábola y somos los personajes de esta parábola.
–Plantea esta posibilidad distópica. Estuvo en la Argentina poco después de la crisis de 2001. Crane vive en un momento donde Estados Unidos, al igual que la Argentina entonces, intenta convertirse en una potencia económica. ¿Cómo explica el resultado dispar entre dos proyectos de país?
–En esa época las economías eran parecidas y el potencial de la Argentina era enorme. Creo que la diferencia está en que la Argentina fue fundada por los españoles, que tienen una tradición política determinada, mientras que Estados Unidos fue fundado por los ingleses, con otra tradición. A pesar de sus defectos y del sistema estadounidense que le sucedió, fue posible el crecimiento. Pero el autoritarismo del sistema español, los impulsos no republicanos crearon gobiernos malos y corrupción. El potencial de la Argentina se bloqueó. Nuestro destino estaba determinado incluso antes de que nos consolidásemos como un país.
–Si alguien escribiera su biografía, ¿qué le gustaría que se incluyera en ella?
–Ojalá nadie malgaste su tiempo escribiendo sobre mi vida. No he tenido las aventuras de Crane. Pasé la mayor parte de mi vida sentado en mi escritorio. No tuve ese deseo de cubrir guerras, como Crane.
–Hay un cronista cubano, José Martí, que escribió al mismo tiempo que Crane sobre los mismos temas.
–Sí, claro. Incluso vivió en Nueva York por un tiempo. Es un gran escritor. Lamento no haber pensado en él cuando escribí el libro, porque habría explorado esa conexión. Gracias por la sugerencia. Lo conocía, pero no se me pasó por la cabeza este paralelo.
CALIDAD LITERARIA Y MUCHOS LECTORES
PERFIL: PAUL AUSTER
■ Paul Auster nació en febrero de 1947 en Newark, Nueva Jersey, Estados Unidos. Es escritor, traductor y cineasta. Su obra está traducida a más de cuarenta lenguas. vive en Brooklyn, Nueva York.
■ Es miembro de la American Academy of Arts and Letters y fue nombrado Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia.
■ Estudió literatura francesa, italiana e inglesa en la Universidad de Columbia de Nueva York.
■ Entre sus libros se destacan La invención de la soledad (1982), El Palacio de la luna (1989), Leviatán (1992), La noche del oráculo (2003), Brooklyn Follies (2005), Sunset Park (2010), Diario de invierno (2012) y 4 3 2 1 (2017). Acaba de publicar La llama inmortal de Stephen Crane.
■ Escribió los guiones de las películas Smoke y Blue in the Face, en cuya dirección colaboró con Wayne Wang, y Lulu on the Bridge y La vida interior de Martin Frost, que también dirigió.
■ Recibió numerosos premios, entre los que se destacan el Príncipe Asturias de las Letras, el Premio Médicis por su novela Leviatán y el premio al mejor libro del año del Gremio de Libreros de Madrid por El libro de las ilusiones.
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