Otras miradas a la leyenda de Tristán e Isolda
En estos tiempos de feminicidios, pocos temas hay más actuales que la trágica y medieval historia de amor de Tristán e Isolda. El modo en que esa leyenda del ciclo artúrico llegó a la Argentina ha sido muy bien estudiada y traducida por docentes e investigadores del Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas de la UBA en la edición bilingüe y anotada de El último torneo (Dedalus), de Alfred Lord Tennyson (1809-1892), que acaba de aparecer.
El 1º de agosto de 1901 en el Teatro de la Ópera de Buenos Aires, Arturo Toscanini estrenó en la Argentina Tristán e Isolda, de Richard Wagner. Ese hecho logró que un número creciente de lectores nacionales, se acercaran a la leyenda artúrica. Desde principios del siglo XIX, ese ciclo había vuelto a conmover a grupos apasionados por temas medievales. En aquella época aparecieron las primeras ediciones modernas de los antiguos textos.
La “Introducción” de El último torneo está integrada por cuatro ensayos de las investigadoras Susana G. Artal Maille, Kaila Yankelevich, Gabriela Cippoleti y Aylén N. Elías. En “Tristán, Iseo y nosotros”, dice Artal Maillie, responsable de la edición: “Para un argentino, Tristán, en 1900, era Wagner y casi exclusivamente Wagner”. Con el tiempo, esa première produciría efectos interesantes en la literatura nacional, informa Artal. Horacio Quiroga escribió dos cuentos sobre el tema publicados por la revista Fray Mocho, “La muerte de Isolda”, de 1914, incluido en Cuentos de amor de locura y de muerte (1917) y “Berenice”, de 1915, retomado con el título “La llama” en El salvaje (1920). Por otra parte, Artal encabeza el volumen con un epígrafe de Marco Denevi, del cuento “Versión bárbara de Tristán e Isolda”, de Falsificaciones (1966).
Kaila Yankelevich en “Lord Tennyson y Sir Tristam” señala que el poeta seleccionó fuentes medievales ricas en “elementos y motivos” que le permitieran tratar temas victorianos: “La lucha entre la razón y los sentidos, la pureza como posible directriz moral, la tarea civilizadora del hombre contra la naturaleza, entre otros”.
Tennyson no fue el único escritor interesado en los trágicos amantes. Gabriela Cipponeri y Aylén N. Elías dedicaron a ese aspecto el ensayo “Tristán e Iseo en las plumas de otros poetas victorianos”. El primero de ellos en recrear la leyenda fue Matthew Arnold, que concebía la Edad Media como la expresión de un tipo de “vida de la imaginación”, de fuerte irracionalidad. Arnold no enfatizó el énfasis de la pasión en la historia de Tristán; más bien subrayó las terribles consecuencias del amor romántico.
El poeta Algernon Charles Swinburne (1837-1909) admiraba la literatura medieval y le dedicó tres poemas a Tristán e Isolda; el primero, “Queen Iseult”, en su época de estudiante en Oxford, quedó inconcluso; La segunda versión es “Joyeuse garde” (1859), de unos cincuenta versos. En la tercera, “Tristram of Lyonesse” (1882), la más importante, mezcló elementos narrativos de la épica tradicional con motivos líricos, visionarios, y filosóficos.
Hasta ahora, El último torneo, parte de los Idylls of the King, de Tennyson, no había sido traducido al español. En él, Tristán e Isolda tienen un protagonismo mayor. Leer la bella traducción anotada por Kaila Yankelevgich, Gabriela Cipponeri y Aylén Elías es sumergirse en las historias artúricas que deleitan a los chicos en el cine. Pero en El último torneo uno asiste a la agonía del ideal de pureza de Camelot, traicionado por los adulterios de dos reinas, Guinevere e Isolda, con sendos caballeros de la Mesa Redonda, Lancelot y Tristán.
En “Tristán e Iseo del otro lado del Atlántico”, Aylén Elías despliega el interés del norteamericano John Updike (1932-2009) por recrear la leyenda de los amantes de Cornualles. Lo hizo en el cuento “Cuatro caras de una historia”. En este traspone la acción a la clase media estadounidense del siglo XX. Fragmentos de ese relato aparecen en el apéndice de El último torneo, junto a fragmentos de “Tristán e Iseo”, de Arnold; y de “Tristán de Lyonesse”, de Swinburne. Wagner les asegura la inmortalidad.