Nuevo activismo cívico. La fuerza de los reclamos ciudadanos que desafían la inercia de los políticos
Padres Organizados y La marcha de las piedras son ejemplos de un poder social que crece al ritmo de las redes sociales y a partir de reivindicaciones concretas
- 11 minutos de lectura'
“Habría que llevar una piedra por cada muerto por Covid a Casa Rosada y dejarla ahí. No tirárselas, dejarlas ahí”, tuiteó Ani Martino el pasado 3 de agosto cerca de la medianoche. Apenas 112 caracteres publicados en una red social por una usuaria anónima bastaron para tocar una fibra sensible: el dolor por los más de 100.000 fallecidos a raíz de la pandemia de coronavirus. El tuit se viralizó. Así nació la Marcha de las Piedras.
¿Cómo se gestan estas nuevas formas de activismo cívico y participación ciudadana? ¿Qué papel cumplen las redes sociales en ellas? ¿Su existencia fortalece y enriquece a las instituciones democráticas o las desafía? ¿Pueden perdurar estos nuevos actores de la sociedad civil o su naturaleza es efímera? ¿Cómo se relacionan con la grieta y las divisiones políticas preexistentes?
"Hace un mes y medio, miles de personas se acercaron a Plaza de Mayo a dejar sus piedras. Algunas eran grandes, otras pequeñas. La mayoría llevaba el nombre de la persona a la que recordaban"
Los grupos de Whatsapp, las interacciones en Twitter y los posteos en otras plataformas digitales son el lugar donde nacen y cobran fuerza los reclamos. No hay estructuras partidarias detrás de este nuevo activismo, que despuntó al compás de la creciente injerencia del Estado en las vidas de los ciudadanos a raíz de la pandemia. Defiende causas transversales y a la vez acotadas, elude la grieta y supera las divisiones políticas. A pesar de su origen espontáneo, estos reclamos pueden reconvertirse y perdurar. Las instituciones estatales deben tomarse en serio estas demandas y dar respuestas ante una ciudadanía cada vez más activa, atenta y exigente, dicen los especialistas.
Hace un mes y medio, miles de personas se acercaron a Plaza de Mayo a dejar sus piedras. Algunas eran grandes, otras pequeñas. La mayoría llevaba el nombre de la persona a la que recordaban. Otras contenían inscripciones como “mamá”, “papá”, “abuelo”, “hijo”. Conmovidos, los participantes de la Marcha de las Piedras rompían en llanto mientras recordaban a sus familiares fallecidos.
“Después de mi tuit del 3 de agosto, la gente lo empezó a replicar y a decir que era una buena idea. Maldita Comadreja [un ilustrador conocido en Twitter] hizo una imagen con un hilo de piedras. En el medio, alguien dijo ‘pongamos fecha’, hicieron una encuesta y ganó el 16 de agosto. Todo gracias a Twitter. No es una cloaca. Bien usado, es el arma democrática más poderosa y maravillosa”, recuerda Ani Martino. “Con los otros organizadores no nos conocemos. No sabemos nuestros nombres reales y ni siquiera tenemos nuestros teléfonos. Trabajamos unidos porque compartíamos el sentido de esta marcha: aliviarle el dolor a quienes no habían podido hacer el duelo”.
En su caso, un amigo falleció durante la pandemia y el no poder viajar para estar con él le generó un “dolor insoportable”. “Sentía que tenía una piedra adentro. Por eso elegí las piedras como símbolo”.
"Fue un velorio colectivo y las piedras se convirtieron en un santuario"
Para Martino, el impacto generado por la marcha trasciende divisiones políticas: “En general las marchas son por causas políticas. Esto fue algo más universal. No importaba el partido político ni la clase social. No nos agrupaban ideas o un partido. Nos unía el sentimiento de dolor. De no poder despedirse de un ser querido. Y de necesitar juntarse con otros que estuvieran sufriendo lo mismo. Fue un velorio colectivo y hoy las piedras se convirtieron en santuario. No fue en contra o a favor de tal político o candidato. Había una necesidad de la gente de poder llorar a su muerto”.
Otro caso emblemático fue el de Padres Organizados, quienes demandaron la vuelta a la presencialidad en las escuelas. Otra vez, la herramienta que aglutinó el reclamo fue Twitter. “Una usuaria de Twitter, Florencia Gutman, armó un grupo de Whatsapp con usuarios de Twitter que estábamos hablando del tema de las escuelas en septiembre del año pasado. Éramos seis. A partir de ese grupo empezamos a armar una carta y juntar firmas. Publicamos la carta a mediados de septiembre y después fue imparable. Superó todo. Me excede por completo. Hoy ya es algo de mucha gente. De todos los padres y madres del país que pelearon por sus hijos”, explica María Victoria Baratta, doctora en Historia, investigadora del Conicet y cofundadora de Padres Organizados.
“Las redes permitieron que el movimiento llegara a todo el territorio. Se consiguieron un montón de seguidores. La gente empezó a hablar del tema y se instaló en la opinión pública”, cuenta Baratta. “La fuerza del movimiento y lo genuino vino de la sociedad civil moviéndose, con madres y padres activos para reparar una injusticia contra los niños y adolescentes”.
Gracias al impulso de Padres Organizados, los alumnos porteños volvieron a las aulas en febrero y las clases presenciales se reintrodujeron en junio en la provincia de Buenos Aires. El mes pasado, tras la derrota electoral del oficialismo, el Ministerio de Educación recomendó el regreso a la presencialidad plena en todo el país.
También los padres de chicos con discapacidades y comorbilidades se agruparon para reclamar que sus hijos fueran vacunados de manera urgente contra el Covid-19. “Vacuname, chicos en riesgo”, fue el nombre de una de las redes de familias que encabezaron la protesta para que el Gobierno trajera al país las vacunas Pfizer y Moderna, únicas autorizadas en menores de edad. Surgido en las redes sociales, el reclamo continuó en las calles y plazas de todo el país.
El hashtag #NoMásSillasAlRevés también fue tendencia en redes. Nucleó a miles de empresarios gastronómicos para pedir la reapertura con protocolos de sus negocios y así evitar el cierre de sus locales, acorralados por enormes deudas durante la cuarentena estricta. “Cuando se decretó la cuarentena el 20 de marzo del año pasado, decidimos agruparnos y armamos un grupo de Whatsapp con colegas para compartir información. Llegamos al límite de 250 personas que permite Whatsapp. Nos dimos cuenta de que habíamos nucleado más de 5000 establecimientos gastronómicos de todo tipo. La gastronomía ya de por sí venía muy castigada y muchos colegas empezaron a cerrar. Ahí dijimos ‘esto no puede pasar más’ y pensamos en una forma de manifestarnos. Unos 120.000 puestos de trabajo estaban en juego. Surgió la idea de las sillas al revés, que es lo que hacemos siempre al final del día cuando cerramos: poner las sillas patas para arriba para poder limpiar. Simbolizaba de manera literal lo que nos estaba pasando”, apunta Juan Ignacio Echayre, dueño de la cadena de cervecerías 1516 y referente de No Más Sillas Al Revés.
Se pusieron de acuerdo y el mismo día, todos los restaurantes y bares difundieron la misma imagen en Instagram acompañada de la misma descripción. También cambiaron el logo de su local por el de la campaña de No Más Sillas Al Revés. Presentaron una petición en Change.org que fue una de las más firmadas en el año. “Gracias a ese petitorio logramos que el Ejecutivo de ciudad, provincia y Nación miraran un poco hacia nuestra problemática. Logramos captar la atención de la sociedad y tener acceso a espacios de toma de decisiones. Representantes de nuestro movimiento fueron a la Quinta de Olivos a reunirse con el presidente Alberto Fernández y le acercaron una lista de reclamos”, sostuvo Echayre, que ahora encabeza un nuevo reclamo por una reforma impositiva para el sector.
“El primer paso fue dejar de lado la grieta y las opiniones políticas. Cada uno piensa como piensa, pero en nuestra industria los reclamos son los mismos y no hay grieta. Nos unimos todos en pos de lo importante que es la supervivencia de nuestra industria. Además, fue un desafío pensar en cómo transmitir el mensaje en una sociedad que también está agrietada”, dice Echayre.
"Se trata de reclamos transversales con temas muy profundos, muy humanos"
Para los especialistas, los reclamos de este tipo surgen por causas transversales, pero que a la vez son más acotadas y específicas. “Son reclamos mucho más específicos que las tradicionales movilizaciones contra un gobierno en general o contra su política económica. Y las redes permiten la autoconvocatoria, la posibilidad de que muchas personas que comparten objetivos se reúnan para alcanzarlos. Hay una salida hacia lo público desde lo privado. Las familias juegan un papel muy importante en el caso de Padres Organizados o la Marcha de las Piedras”, explica María Matilde Ollier, directora del doctorado en Ciencia Política de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam).
Movimientos diferentes
Guillermo Oliveto, especialista en tendencias sociales y de consumo, destaca: “Estas causas son transversales. Fueron temas muy profundos, muy humanos. Está el antecedente de las marchas por el cambio climático, el Me Too o el Black Lives Matter en Estados Unidos. Son manifestaciones que en general tienen una cierta transversalidad, aunque se encuentran con el límite de las grietas ideológicas. En un mundo tan agrietado es imposible lograr que algo sea totalmente transversal”.
¿Tienen la capacidad de sostenerse en el tiempo estas demandas puntuales y espontáneas? En algunos casos, se reconvierten. O sus impulsores se transforman en un nuevo actor social. Aunque su función puede agotarse una vez alcanzado el objetivo propuesto. “Son movimientos diferentes de los de desocupados, que provienen de una gimnasia asociada con la actividad de los sindicatos. Estos movimientos aparecen desapegados de esas prácticas, plantean demandas más localizadas y por eso posiblemente más efímeras”, afirma Roberto Gargarella, doctor en Derecho y profesor en la UBA y la UTDT.
En esa línea, Ollier apunta: “Si tienen capacidad para ir transformando o continuando su reivindicación en otros puntos vinculados a ese reclamo original, pueden pervivir”.
Estos movimientos implican un desafío para el Estado y sus instituciones, que pueden verse fortalecidas o desgastadas dependiendo de la actitud que adopten frente al reclamo. “Estos movimientos son una expresión de algo contundente, que no se puede subestimar. Son manifestaciones del humor social –señala Oliveto–. Las instituciones no deberían ignorarlas porque no tengan una estructura partidaria o institucional detrás. Esta movilización de la gente es mucho más potente que la de los partidos políticos clásicos”.
Esta clase de reclamos obligan a los partidos a aggiornarse y ver cómo incorporan esas demandas, dice Ollier. “Los reclamos en las redes pueden ser un factor que continúe debilitando los partidos si ellos no escuchan, o un factor de fortalecimiento, si toman esas reivindicaciones y las llevan al Congreso como instancia deliberativa”, afirmó.
Legado de la pandemia
Este nuevo estilo de protesta puede convertirse en un legado de la pandemia. Con una ciudadanía activa, que se anima a manifestar en todo momento lo que no le gusta.
“La intervención de estos movimientos es importantísima y muy saludable. Su relevancia se relaciona con lo que demuestran: el activismo cívico de una ciudadanía ‘activada’ que no es apática, ni anti-política, sino una que se muestra profundamente politizada y, en todo caso, crítica del ‘establishment’ institucional”, afirma Gargarella. “Ayudan a recuperar el protagonismo cívico de la comunidad cuando el entramado institucional se cierra y la dirigencia establecida, política, sindical, empresarial o judicial, comienza a actuar en favor de sus propios intereses y para su impunidad y autoprotección. Frente a tal debacle político-constitucional, este renovado activismo cívico representa y ofrece ventanas de respiro y supervivencia comunitaria”.
Por eso, esta puede ser una oportunidad para afianzar a la sociedad civil y sus organizaciones, apunta Ollier: “La Argentina es una sociedad civil más seguidora de los partidos políticos que de sus propias demandas. Este tipo de movilizaciones pueden ser útiles para que la sociedad civil se organice más en sus reclamos”.
Oliveto observa: “La gente hoy está mucho más informada, con una actitud de control sobre la política en el buen sentido, asumiendo un papel de ciudadano. Con estas herramientas la sociedad ha expandido sus posibilidades de expresión democrática a algo más cotidiano. Ya no están dispuestos a esperar 2 o 4 años para decir lo que piensan en urnas. Ahora la sociedad quiere decir todo el tiempo lo que piensa”
“La pandemia nos deja una aceleración de esta nueva forma de generar movimientos a través de las redes sociales, que ya estaba latente, pero ahora está mucho más madura. Después, algunos de los reclamos se plasman en la vida física, llegan a las calles y tienen impacto en la toma de decisiones de partidos, gobiernos y el Estado. Esto llegó para quedarse”, añade Oliveto.
Ani Martino, impulsora de la Marcha de las Piedras, sostiene: “El que tiene el poder es el que lo otorga. La gente está descubriendo que el poder está del lado del que vota, del que sale a la calle, de los ciudadanos comunes juntándose por el motivo que sea. Por eso aparecen los Padres Organizados o la Marcha de las Piedras. Esto recién está empezando”.