Norman Mailer. La vida y la prosa de un tipo duro
Beligerante, quizás el más políticamente incorrecto de los escritores estadounidenses del siglo XX, grandilocuente y (en su opinión) heredero de Mark Twain y Ernest Hemingway, Norman Mailer había nacido el 31 de enero de 1923 en Nueva Jersey, en el seno de una familia judía. Aunque su nombre era Nachem Malech Mailer, pasó a la historia como Norman Kingsley Mailer. Creció en Brooklyn, en Nueva York, se graduó en Harvard como ingeniero aeronáutico y, de vuelta de la Segunda Guerra Mundial, publicó en 1948 su primera y exitosa novela Los desnudos y los muertos, donde reconstruye en parte su experiencia bélica en Filipinas. La novela encabezó la lista de libros más vendidos por semanas y fue llevada al cine en 1958 por Raoul Walsh. Mailer “reinó” en los círculos literarios de su país hasta finales de la década de 1960, cuando sus posiciones públicas (sobre la política estadounidense durante la Guerra Fría, las mujeres, los negros, los homosexuales, el periodismo, la crítica literaria, Hollywood y sus colegas escritores) lo convirtieron en una personalidad controversial.
Tampoco ayudó que en una fiesta, en 1960, apuñalara a su segunda esposa (tuvo seis), la escritora y pintora Adele Morales; en su libro de memorias, La última fiesta. Escenas de mi vida con Norman Mailer, de 1997, Morales describe, además de orgías y otras hazañas, episodios de violencia física y psicológica. “Es su propia creación suprema: el autor de ‘Norman Mailer’, una ficción extensa, discontinua, y tal vez canónica”, sentenció el crítico Harold Bloom; el escritor Gore Vidal –amigo, examigo y otra vez amigo de Mailer– lo llamó “el Charles Manson” de la cultura de su país. En los últimos años se lo comparó incluso con Donald Trump; a él, que había elogiado irónicamente a Ronald Reagan, tal vez no le hubiera desagradado el símil. “Se puede desarrollar algo del ego literario que un escritor joven necesita para seguir adelante a través de las reacciones contradictorias de los otros respecto de su obra”, sostuvo.
La generación de escritores que sucedió a la de Mailer en su país comenzó a advertir que sus “grandes novelas” no eran en verdad tan grandes como proclamaba el mismo Mailer. Para Jonathan Lethem (uno de esos escritores) la obra más valiosa de Mailer se halla en sus textos periodísticos y de no ficción, también polémicos, pero trabajados con la prosa y la autoconciencia de un novelista que aspira a la grandeza. Por Los ejércitos de la noche, que revive el espíritu contracultural de la década de 1960 en Estados Unidos a partir de una marcha en contra de la guerra de Vietnam en 1967, ganó su primer Pulitzer y el National Book Award. Con La canción del verdugo, su “novela de no ficción” sobre un asesino condenado a muerte en Utah que prefiere ser ejecutado antes que pasar el resto de sus días en la cárcel, recibió el segundo Pulitzer. Pugnaban dos escritores en Mailer: uno apegado a la “mística” de la novela estadounidense, con historias y personajes arquetípicos, y otro orientado a la experiencia.
Semanas atrás, en ocasión del centenario de su nacimiento, se publicó en Estados Unidos, por el sello Bloomsbury, la biografía Tough Guy. The Life of Norman Mailer (Tipo rudo. La vida de Norman Mailer), del profesor e investigador estadounidense Richard Bradford, que describe al autor de El parque de los ciervos como un farsante; en todo caso, un farsante célebre que no solo supo llamar la atención con sus comentarios racistas, misóginos y narcisistas, sino también con novelas, ensayos y perfiles donde se encuentran algunas de las páginas más vibrantes de la literatura estadounidense. En Un arte espectral –uno de sus libros publicados en la Argentina que aún se puede encontrar en librerías junto con Fuera de la ley, que reúne varios de sus mejores ensayos (ambos traducidos por Elvio Gandolfo)– Mailer parece consciente de su poder y también de los límites de su apuesta estética e ideológica: “Puedes escribir un libro muy malo, pero si el estilo es de primer nivel, entonces tienes algo que vivirá: no para siempre, pero sí por un tiempo decente”.