Mitre y Vicente Fidel López, dos modos de entender el arte de narrar el pasado
Los dos puntales de la historiografía nacional se enfrentaron en una discusión pública acerca de los presupuestos de su oficio
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Vicente Fidel López publicó, en 1881, Introducción a la Historia de la Revolución Argentina y los cuatro tomos de La Revolución Argentina. La primera comenzaba con el reinado de Carlos II y se extendía hasta “el antagonismo mortal entre Buenos Aires y Cádiz”, causa del estallido en el Río de la Plata de la Guerra de la Independencia. Los segundos eran la reproducción de los artículos sobre El año XX aparecidos en la Revista del Río de la Plata algunos años antes.
En aquella Introducción, López se refirió a la “Biografía de Belgrano” del general Bartolomé Mitre (es decir, a la Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina), asegurando que su autor, al tratar la Reconquista y Defensa de Buenos Aires, no había hecho gala “ni de sus conocidos talentos para escribir la historia ni los admirables dotes de estilo, ni el criterio experto y sagaz que era de esperar de su larga y lucida carrera militar”. La exposición, dijo, sobre ese “arrogante período de nuestras guerras históricas” estaba “trabajada con bastante descuido y con tal falta de atención que asombra”. Entre otros errores que López imputó a Mitre, se hallaba el de confundir el templo de Santo Domingo de Buenos Aires con el de Santiago de Chile y equivocar las citas a la hora de hablar de los pactos firmados por las coronas española y portuguesa.
"La historia y la filosofía de la historia marchan juntas, decía López"
Mitre refutó por la prensa esas afirmaciones y así comenzó una de las polémicas más fructíferas y recordadas de la historia argentina. Los dos puntales de la historiografía nacional enfrentados en los laberintos de la filosofía, la documentación erudita y en el cómo escribir lo sucedido en el pasado.
Aparecidos primero en la Nueva Revista de Buenos Aires y luego en este diario, los artículos reunidos bajo el título Comprobaciones históricas, que llenaron dos tomos, sirvieron para que Mitre reconociese “algunas rectificaciones de detalle” hechas a su Historia de Belgrano, aunque “de poca monta y destituidas de documentos comprobantes”, que solo merecían “ser tomadas en consideración, siquiera sea en honor de la verdad sabida y la buena fe guardada”. Aclarado esto, las Comprobaciones continuaron en capítulos sobre la Colonia del Sacramento, el gobernador Garro, el Tratado de Límites de 1750, los borbones y braganzas, el Marqués de la Ensenada, los navíos de registro, etcétera.
A las Comprobaciones siguieron las Refutaciones del doctor López, conocidas como Debate histórico, inicialmente desde las columnas del diario El Nacional (1882), producción que sirvió de clausura a la polémica.
El origen de aquella discusión debe buscarse en la carta que en 1875 Mitre escribió al historiador chileno Diego Barros Arana, autor de la Historia General de Chile. Se decía en ella que López era un escritor que debía “tomarse con cautela” porque escribía la historia “con tendencias filosóficas, más bien según una teoría basada en hipótesis que con arreglo a un sistema metódico de comprobación”. El bagaje histórico de López, señalaba Mitre, no era sino “muy liviano” y se limitaba a los documentos impresos en los periódicos. Guiado por “la brújula de su teoría”, iluminado por “ideas preconcebidas”, afirmaba dogmáticamente “lo contrario de lo que dicen los documentos inéditos, que no ha consultado”.
"Mitre, por su parte, confiaba sobre todo en la consulta minuciosa de los documentos de época para reconstruir el pasado"
Contestó Vicente Fidel López en su Debate histórico que la historia no podía escribirse únicamente con datos oficiales, que se necesitaba un análisis severo de la justicia y de la verdad: “Escriba el señor Mitre la historia de Rosas con los archivos públicos, y hará la historia de un apóstol, de un varón ilustre, tal vez de un gran patriota; escríbala con criterio, y hará la historia de un tirano y de un malvado”. Las Refutaciones de López advertían: “La historia y la filosofía de la historia marchan juntas, y el actor que rechazara de su método histórico las tendencias filosóficas no podría, en nuestra opinión, reclamar con justicia otro lugar entre los autores modernos que el de los compiladores pacientes e incoloros de la cronología”.
Mitre no dudaba: “Y cuando decimos documentos, no nos referimos simplemente a textos desautorizados o papeles aislados, sino a un conjunto de ellos que formen sistema”. No bastaba conocer ni uno ni muchos documentos, debía conocérselos a todos, “pues uno solo que falte puede anular o dar diverso significado a todos los demás”. Sin documentos, aseguraba Mitre, no podía escribirse la historia, porque ellos significaban “más que su protoplasma, su sustancia misma, como aquélla constituye su esencia”.
López entendía que un escritor debía ser siempre artista y compositor. Sus historiadores modelo se llamaban Salustio, Tácito, Tucídides y Macaulay. Lo siempre afirmado sobre el peso de los documentos se tornaba inexacto; la sustancia estaba en el valor y enlace de los hechos. Ricardo Piccirilli, que tan bien ha estudiado la vida y obra de Vicente López y Planes, de su hijo Vicente Fidel y del nieto, Lucio López, dio un claro ejemplo de las versiones encontradas que cultivaron ambos historiadores.
Llegado el momento de estudiar la personalidad de Martín de Álzaga, Mitre lo llamó “inspiración salvadora” en la Defensa de 1807. López dijo que era “leyenda”, sostenido de lleno por la “tradición oral” a la que tanto había contribuido el testimonio de López y Planes. En carta de 1847, que abona la cuestión de aquella tradición, Vicente Fidel reiteró a su padre, antiguo oficial de Patricios, que necesitaba copia de “papeles de la época de los ingleses”. Necesitaba la colección de su tío Francisco (“riquísima colección de papeles viejos”) y pedía a don Vicente otros varios documentos, tales los impresos en casa de los Escalada y Beruti.
Mitre y sus inmortales biografías de Belgrano y San Martín, por un lado, y López, por el otro, con su colosal Historia de la República Argentina en diez tomos, se alzan como los genios tutelares de la historia patria del siglo XIX. Tamañas producciones incluyen documentos, testimonios orales, pasiones de partido y la enorme responsabilidad de ambos autores de dejar a las generaciones futuras el amor por un país que se gestaba y el rostro y las acciones de tantos héroes que nos legaron libertad e independencia.
En esto último, ambos fueron coincidentes.
Pablo Emilio Palermo es miembro de número de la Academia Browniana (Instituto Nacional Browniano)