Mitre, el llamado de una vocación intelectual
Su predilección por la cultura, que dio pie a una obra amplia y diversa, se expresó además en la gestión de gobierno
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Bartolomé Mitre fue un erudito de obra intelectual amplia y diversa. No necesitó pasar por la universidad para poder desarrollar su capacidad literaria, jurídica y académica.
Desde su temprana juventud se interesó por las letras y la cultura. Tras pasar por la escuela de comercio, su padre Ambrosio lo envió a trabajar en la estancia de Prudencio Rosas con el objetivo de que se vinculara con los asuntos relacionados con el comercio y la hacienda. Sin embargo, Mitre manifestó su preferencia por la lectura y el estudio, por lo que fue devuelto a su padre bajo la advertencia de que “este jovencito no sirve para nada: en cuanto ve una sombrita se baja del caballo y se pone a leer”.
"Más allá del ámbito político y periodístico, su pasión por el conocimiento lo llevó a ser un referente de las letras argentinas"
Como autodidacta, permaneció actualizado en las novedades intelectuales, sin por eso dejar de lado las intervenciones militares y políticas. Fue parte del espacio cultural montevideano, conformado por residentes de la ciudad y exiliados del rosismo. Allí, se relacionó con la Generación del 37. Fue allegado de figuras como Juan Bautista Alberdi, Esteban Echeverría, Juan María Gutiérrez y Domingo Sarmiento, con quienes discutió y compartió ideas políticas y literarias imbuidas del romanticismo europeo y en oposición al gobierno de Juan Manuel de Rosas. Se permitió criticar públicamente la obra de teatro del reconocido autor Acuña de Figueroa, lo que le valió cierta reputación en los círculos culturales rioplatenses.
Mientras lo hacía, fue estudiante de la Academia Militar de Montevideo y colaboró en la guerra contra las fuerzas de los blancos de Manuel Oribe que apoyaban a Rosas. Mitre diría: “Odio a Rosas, no solo porque ha sido el verdugo de los argentinos, sino porque a causa de él he tenido que vestir las armas, correr los campos, hacerme político y lanzarme a la carrera tempestuosa de las revoluciones sin poder seguir mi vocación literaria”. La frase señala no solo el carácter militar que por entonces tenía la política, sino su deseo de dedicarse a las letras, cuya aspiración se veía afectada por la coyuntura regional.
Sin embargo, su vocación política era más fuerte de la que él señalaba. Caído Rosas, Mitre se incorporó rápidamente a la dirigencia de Buenos Aires y formó parte del Partido Liberal, que controló la Legislatura e impulsó la revolución del 11 de septiembre de 1852. Esta generó la secesión de la provincia frente a la organización constitucional que organizaba Urquiza. Desde entonces, continuaría como una figura importante dentro la dirigencia política por el resto de su vida.
A la par de su actividad política y militar, Mitre continuó con su actividad erudita. En un contexto donde la prensa estaba estrechamente vinculada con la política, Mitre recurrió a ella no solo para difundir su pensamiento, sino también para transmitir valores cívicos y difundir conocimiento. Desde las hojas de El Nacional, o desde LA NACION que él fundaría en 1870, participó de debates intelectuales con otros maestros como Dalmacio Vélez Sarsfield o Vicente Fidel López. Allí, pudo mostrar su capacidad literaria y sus ideales políticos y filosóficos.
Pese a no haber cursado derecho en la universidad, su preparación y conocimiento jurídico le permitió actuar como diputado por Buenos Aires durante la reforma constitucional de 1860, junto a otros letrados que sí tenían formación universitaria como Vélez Sarsfield. Volvería a hacerlo en 1870 en carácter de miembro de la comisión revisora de la Constitución Provincial de Buenos Aires. Además de formar parte de la dirigencia política, por su preparación intelectual era reconocido como jurista, aunque no fuera un abogado titulado.
Su interés por la cultura se expresó también en su gestión de gobierno. Desde que asumió la presidencia de la Nación en 1862, promovió el desarrollo educativo, entendiéndolo como principal herramienta para la formación de ciudadanos argentinos. Era necesaria la instrucción pública para formar al sujeto soberano de la naciente nación. Desde ese ideal, impulsó la creación de importantes instituciones educativas destinadas a preparar a los ciudadanos y a los futuros líderes políticos, como el Colegio Nacional Buenos Aires, que inauguró sobre la base del antiguo Colegio de Ciencias Morales y Políticas.
Aun fuera del ámbito periodístico o político, su preocupación por el conocimiento lo llevó a ser un referente de las letras argentinas, tanto en la literatura como en el ámbito científico. Fue un escritor recurrente de poemas a lo largo de su vida, de los cuales algunos fueron recopilados en su obra Rimas. Mitre entendía que la poesía no era solamente una expresión artística. Que también trasmitía ideas y valores, y que podía tener efectos pedagógicos. Con esa misma perspectiva, incursionó en la redacción de obras de teatro y escribió la novela Soledad, inspirada en la historia americana y en las costumbres locales.
Pese a su activa intervención política, consiguió tiempo para traducir la Divina Comedia al español, tarea que inició mientras organizaba los ejércitos para la Guerra del Paraguay y que concluyó mucho tiempo después. Asimismo, se enfocó en traducir otras obras clásicas como la Eneida, de Virgilio, y las Horacianas, de Horacio, al igual que trabajos de autores contemporáneos del romanticismo como Victor Hugo.
Su preocupación por la historia lo impulsó no solo a constituir una amplia y variada biblioteca, sino también a formar un valioso archivo documental sobre el pasado argentino. Fruto de ese material fue su obra historiográfica, sintetizada en sus principales obras Historia Belgrano y la independencia argentina e Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana. Desde allí pudo abogar por la constitución de una historiografía argentina que estuviera dentro de los parámetros del cientificismo aceptados y promovidos por la escuela erudita francesa y el positivismo en general. Defendió la conformación de la disciplina histórica como ciencia y organizó la Junta de Historia y Numismática Americana, antecesora de la actual Academia Nacional de la Historia.
Su obra cultural, al igual que su acción política, estuvo encaminada en construir la “nación argentina” tanto desde lo jurídico-institucional como desde lo cultural e identitario. Por todo eso, Mitre era reconocido en su momento como un letrado. En el siglo XIX aquel concepto se utilizaba para referir a quienes tenían una amplia erudición y a la vez estaban vinculados con la política.
Por lo general, muchos de ellos eran universitarios, abogados con una formación centrada en el derecho y en las ciencias sociales en general. “Hombres de saber”, que volcaban su conocimiento en la práctica de gestión de gobierno. Mitre alcanzó esa categoría sin necesidad de ser un egresado universitario. Su erudición, su vocación por el conocimiento y la cultura lo constituyeron en un letrado que, asociado a la política y al gobierno, formó parte de la intelectualidad latinoamericana de su tiempo.
Sus esfuerzos por la construcción del saber estuvieron asociados a su preocupación por el gobierno y la coyuntura que le tocaba vivir. Gobernó sobre esos criterios y buscó preparar a la futura dirigencia política con aquella misma erudición que él promovía y sobre la que había fundado su actividad.
Licenciado en Historia - Conicet - Instituto Nacional Browniano