Milei y el invisible coscorrón del mercado
Javier Milei ya tiene la mancha que hubiese deseado evitar: tener algo semejante a los presidentes que lo antecedieron e hicieron posible su espectacular llegada al poder.
En estos días libra una despareja lucha contra uno de los mercados más influyentes de la Argentina, el del dinero. La mano invisible del mercado lo zamarrea con mensajes consecutivos de desconfianza en el plan financiero del ministro Luis Caputo.
Milei defiende sin atenuantes al funcionario, al extremo de acusar en forma directa de golpista a uno de los bancos privados porque sus ejecutivos decidieron ejecutar una operación prevista en el compromiso de endeudamiento contraído con el Estado.
"El Presidente hace de sus exabruptos una forma de relacionamiento con los negocios financieros; trata de ganar dividendos antes que batallas políticas"
La protección de Milei a Caputo implica que sus políticas no se defienden por sí mismas y necesitan por lo tanto de la mayor espada política del momento. Exponen su debilidad.
Los vínculos con el viejo sistema político del Banco Macro son reconocidos, en especial su relación estrecha con el exministro de Economía Sergio Massa. ¿Eso habilita a Milei a sacudir una acusación sin pruebas al banco de la familia Brito?
El Presidente hace de sus exabruptos una forma de relacionamiento, en un ambiente en el que las apuestas para ganar dividendos se hacen por encima de las especulaciones políticas. En todo caso, contar con información del poder siempre ha sido una ventaja en un mercado del dinero como el argentino, saturado de maniobras desesperadas de los gobiernos para conseguir fondos y completadas por diversas martingalas para no devolver la plata prestada.
Milei llegó al poder prometiendo cortar el endeudamiento crónico del Estado que se basa en su eterno déficit fiscal, cerrar el Banco Central y eliminar el peso. Sin embargo, su ministro y las autoridades del Banco Central operan con artes similares a las que ya fracasaron tantas veces en el pasado.
Ese abultado endeudamiento es una herencia maldita que resulta muy difícil encauzar sin fondos externos. El achicamiento de los gastos y la licuación de jubilaciones y salarios no alcanzan para resolver los compromisos más perentorios.
Milei sufre desde hace tres semanas el rigor de la desconfianza en la solidez de su programa económico, la esencia de su razón de ser presidente.
"Tal vez Milei no haya registrado que las filas financieras pueden tener la misma cultura ventajera y antiliberal que contamina vastos sectores de la economía"
Las fronteras del liberalismo que el Presidente cruzó para extremar esa ideología y hacer propio un conjunto de ideas que mezclan la anarquía con el libre mercado aparecen ahora retratadas solo en los discursos ante los auditorios que visita con frecuencia quincenal en distintos puntos del planeta. Pero entre nosotros, Milei habilita los viejos criterios intervencionistas a los que Caputo apela como veterano operador a ambos lados del mostrador.
La aplicación de las teorías libertarias fue postergada para un futuro indeterminado, hasta tanto transcurran estos tiempos crudos e inhóspitos en los que el mercado financiero local, chico y prebendario, opera sin reparar que está dañando al presidente más promercado de la historia nacional.
Tal vez Milei no haya registrado que la realidad de un país en decadencia, que siempre habilitó avivadas de todo tipo, pueda tener en las filas de los mercados la misma cultura ventajera y aprovechada que contamina vastos sectores de la economía.
Al revés de la ocurrencia de Perón respecto de los políticos argentinos de distintos partidos (“peronistas somos todos”), tal vez el Presidente tenga que preguntarse si la conversión al liberalismo debería empezar por quienes dicen ser liberales pero jamás actúan según las ideas que declaman.
Hay por lo menos dos Milei. Está el de la ortodoxia de un grupo que él lidera a nivel global, en tanto no hay otro país que haya adherido al anarcoliberalismo y tenga un presidente que lo represente. Sin embargo, esas ideas que enarboló como bandera para captar el favor de millones de argentinos hartos de las gestiones anteriores no son utilizadas para gobernar, al menos en esta etapa inicial de la gestión.
"Milei está sufriendo hace tres semanas el rigor de la desconfianza en la solidez de su programa económico, nada menos que la esencia de su razón de ser presidente"
En lo económico, el gobierno interviene el mercado cambiario para evitar que se ensanche la brecha entre el dólar oficial y el blue, o exige a las prepagas que retrotraigan sus aumentos luego de haberles liberado los precios. En política, los rugidos del león se apagan cuando en el Congreso debe negociar, no sin dificultad, las primeras leyes que se propuso tener.
Tampoco es precisamente un cambio, sino una continuidad de Carlos Menem y Cristina Kirchner, nombrar jueces presuntamente adictos. Un trámite de resultado incierto. Tienen poco de liberal y mucho de autoritario las descalificaciones genéricas y sin pruebas que Milei reparte entre dirigentes y periodistas cada vez que detecta una crítica, una observación o una lectura de la realidad distinta de la suya.
Esos excesos, a diferencia de la vocación negociadora que muestra ante el Congreso, no se han frenado en el mundo de relaciones con mandatarios de países centrales para los intereses de la Argentina. Milei no se detuvo en una escalada sin sentido ante el gobierno español, que terminó retirando a su embajadora.
Brasil, con el resultado de ese episodio ya conocido, notificó al máximo nivel del gobierno que si el Presidente volvía a agredir personalmente a Lula en su viaje a Brasil, las relaciones se interrumpirían de inmediato con el retiro del embajador. El llamado a consulta del diplomático a Brasilia fue el certificado de que aquella advertencia iba en serio y una muestra de que el faltazo a la última cumbre del Mercosur fue otra afrenta innecesaria.
También hay fricciones con China, que Beijing administra sin aspavientos y mediante cruces intensos con el Fondo Monetario Internacional, cuya titular advirtió hace días que su representante, el chileno Rodrigo Valdés, debe ser respetado.
Milei todavía no adaptó su lenguaje pendenciero, que tanto le rindió en la televisión y durante la campaña, a sus nuevas necesidades de Presidente. Todavía está a tiempo.