Milei somete a Macri y preserva a Cristina
Autoproclamado el líder de una nueva era, Javier Milei oculta detrás de la virulencia de sus palabras y formas el seguimiento de dos principios básicos de la construcción política: eliminar o subordinar a los competidores más próximos y elegir un adversario para revalidar su jefatura.
Para el Presidente, esas misiones tienen como nombre y apellido Mauricio Macri y Cristina Kirchner, los líderes de los espacios políticos que gobernaron el país antes de su llegada.
"La potencia electoral de Milei que deviene de la evolución de la economía ya detonó posiciones defensivas en el resto del sistema político"
Ninguna de estas maniobras programadas frente al año electoral que se abre serían viables sin una condición previa que Milei reúne y demuestra al final del primer cuarto de su mandato. La gestión económica y la expectativa de un cambio fuerte que genera le dan una fortaleza que utiliza para hacer crecer su liderazgo y la estructura política que necesita para llevarla adelante.
Esa potencia electoral que deviene de la evolución de la economía ya detonó posiciones defensivas en el resto del sistema político. Los primos Macri desdoblarán las elecciones de la ciudad de Buenos Aires, su propio territorio. Es la misma fuga hacia la construcción de un escenario propio que harán provincias como Mendoza y Santa Fe. Y, si Kicillof lo decide en su pelea con Cristina, tal vez la decisiva provincia de Buenos Aires tenga una elección despegada de los comicios nacionales.
Con una mal disimulada malevolencia, un opositor podría decir que el Presidente está generando su propia casta. Por ahora es demasiado prematuro saber si Milei se propone realmente edificar una fuerza partidaria.
"Tal como se presenta, Milei es una nueva versión del sometimiento total a una jefatura y la consecuente edificación de un sistema vertical de mando"
Es bien visible la manera, conocida y repetida, con la que arma su legión de nuevos seguidores. “Los que estamos a favor de las ideas de la libertad nos ponemos de este lado”, dijo la semana pasada cuando le fijó a Macri condiciones de subordinación incondicional que el jefe de PRO rechazó horas después.
Como un nuevo Chapulín Colorado que enarbola una motosierra en lugar de un chipote chillón, Milei grita el clásico “síganme los buenos”, que implica una nueva versión del sometimiento total a una jefatura y la consecuente edificación de un sistema vertical de mando. Algo que le resulta bastante familiar a cualquier argentino interesado por la historia política de los últimos 150 años.
Con prescindencia del estilo caudillesco que suscita una enorme aceptación entre los ciudadanos de todas las épocas, Milei aplica un criterio que también registra ejemplos reconocibles.
"¿Tiene Kicillof la madera de los que sueñan lo imposible y dan el paso para concretarlo? A Milei le importa poco, pero a Cristina le importa mucho conocer esa respuesta"
En la decisión de mantener bajo su ala la clientela que hasta hace un año Macri parecía liderar, el jefe libertario procede como Hipólito Yrigoyen hizo con su tío Leandro Alem, a quien desarmó y quitó representatividad.
Con los matices propios del caso, Juan Perón ignoró las pretensiones de socio que tenía Cipriano Reyes en el nacimiento de su movimiento y lo ubicó en el bando de sus enemigos.
Eduardo Duhalde impidió a Carlos Menem regresar a la presidencia con su apuesta por Néstor Kirchner y un formato electoral que dividió en tres al peronismo para licuar las chances del expresidente. Kirchner no tardó más de un año y medio en llevarse puesto a su mentor, que fue presentado como un jefe mafioso por Cristina Kirchner en la primera campaña electoral posterior.
El mismo Macri colaboró con Milei al habilitarlo como un candidato potable en detrimento de los de Juntos por el Cambio. No siempre los intentos de “matar al padre” terminan bien. En ese último caso, Macri sintió con razón que Horacio Rodríguez Larreta quería desalojarlo del terreno del poder y actuó en consecuencia.
El jefe de PRO imaginó que podría ser un socio eficaz de Milei, ocupando parte del gobierno y prestando sus bancadas legislativas. No pasó lo primero y el apoyo en el Congreso no tiene más contraprestaciones que algún que otro asado en Olivos.
A Macri le cuesta cada vez más ser parecido pero no igual a Milei. Y el Presidente aprovecha otro dato básico: el electorado no repara en matices sino en las líneas gruesas de los acontecimientos. Sabe que ya se produjo una multitudinaria migración de votos del PRO a la Libertad Avanza
De nuevo los ejemplos. Las variantes supuestamente prolijas a presidentes con respaldo siempre fueron difíciles de sostener. Fernando de la Rúa, que ganó con la promesa de mantener la convertibilidad; o Alberto Fernández, que pretendió vender que haría kirchnerismo sin Cristina.
Milei hace una segunda apuesta al recuperar a Cristina como la líder excluyente del espacio opositor, como si aspirara a una síntesis resumida en un “ella o yo”.
Esa apuesta incluye el riesgo de asomar al país a una regresión ineludible, si al por ahora prometedor rumbo económico se le cruza algún cisne negro, especie tan conocida por los argentinos.
Cristina, beneficiada por el contraste que le propone Milei, tiene, puertas adentro, el mismo problema que Macri.
Es una incógnita si Axel Kicillof decidirá romper con su madre política y disputarle la jefatura partidaria. No hay lógica posible cuando se trata de determinar el verdadero temple de un dirigente frente al paso más difícil e imprescindible de su carrera.
Hay una convicción muy fuerte entre quienes llegan a presidente que los impulsa a cortar el cordón. Es lo que animó a Raúl Alfonsín a ganarle por primera vez una elección presidencial al peronismo; es la determinación de Carlos Menem de ir contra el aparato peronista entonces controlado por Antonio Cafiero. Y es la decisión de Milei de salir de la nada para convertirse en el nuevo fenómeno de la política. ¿Tiene Kicillof la madera de los que sueñan lo imposible y dan el paso para concretarlo? A Milei le importa poco, pero a Cristina le importa mucho conocer esa respuesta. Todo lo nuevo tiene antecedentes. Ambos lo saben y tratan de disimularlo.