Milei enciende la motosierra en las fábricas
Javier Milei inauguró con su ausencia en la conferencia anual de la Unión Industrial (UIA) una etapa decisiva de la gestión que inició hace casi un año: la aplicación de sus ideas de apertura de la economía a uno de los países más proteccionistas del mundo.
Hasta ahora, el Presidente había pasado la motosierra en el Estado. Lo nuevo es que avanzará en la reconfiguración de la economía privada. ¿Con el mismo estilo? Su reacción a un comunicado de la UIA crítico de la habilitación de importaciones, en la semana previa a su reunión, es una señal. El anuncio de un proyecto de ley que recoge algunos intereses industriales en ese mismo encuentro es un dato en contrario, lo mismo que la puerta que les abrió a los empresarios para la semana que viene el ministro Luis Caputo.
"Son tantas las áreas de la economía real enredadas en añejos acuerdos con los sucesivos gobiernos como infinita la maraña de regulaciones que garantizan protecciones"
Los industriales no pueden sorprenderse, pero ya empezaron a quejarse, primero por las formas, al pedir respeto. Pero lo que les preocupa no son las maneras brutales en las que se expresa el oficialismo sino el impacto que tendrán las medidas.
Una cosa es desregular y eliminar trámites, otra iniciar la apertura por la vía de quitar las trabas a las importaciones.
Lo nuevo es la discusión más vieja de la política productiva argentina. Impulsos aperturistas como el que ahora repone Milei ocurrieron al menos dos veces. En la dictadura, durante el ministerio de José Alfredo Martínez de Hoz, y en el gobierno de Carlos Menem y la gestión de Domingo Cavallo. Las protecciones perdidas luego se recuperaron.
"Lo nuevo es la discusión más vieja de la política productiva argentina: quitar o mantener la protección a la industria"
El Presidente imagina acomodar la realidad de una economía cerrada a sus ideas de libertades sin intervención del Estado. El contexto global lo incomoda; el mundo nunca fue un lugar abierto de libre circulación y menos ahora, en el que en nombre de la guerra comercial con China, los Estados Unidos de Donald Trump se aprestan a dictar medidas arancelarias que Milei quiere eliminar en la Argentina.
Las comparaciones son siempre más inexactas que odiosas: los niveles argentinos de proteccionismo están tan extendidos que superan a la mayoría de los sistemas de otros países.
A diferencia de Mauricio Macri, que recelaba porque conocía de cerca a los industriales, Milei no viene de un contacto intenso con ellos; sin embargo, tiene una mirada muy crítica sobre la forma en la que evolucionaron ciertos sectores industriales.
El 2 de septiembre, en el acto del Día de la Industria, Milei sorprendió al sector con una acusación directa: “Para proteger a la industria se le robó al campo, y lo único que se generó es un sector adicto al Estado”.
"La remodelación que se propone Milei ahora toca otras fibras sensibles de la Argentina de la producción y el trabajo privados"
Milei cree y así lo ha dicho varias veces ya como presidente que su trabajo es bajar la inflación, lograr que vuelva el crédito privado y eliminar todas las barreras que impidan la competencia.
La traducción a los hechos del impulso ideológico de Milei repuso los antídotos tradicionales de la industria. En el plenario de la UIA se mostró un cuadro comparativo que revela que el país está último entre muchos países en el ranking de competitividad. Esos datos muestran los costos enormes en logística, impuestos nacionales y provinciales, riesgo país, inflación, infraestructura, etc.
Todo es cierto, como larga la historia que evitó confrontar a distintos sectores industriales con el azaroso mundo de la competencia.
La intervención que Milei postula incluye un impacto concreto en la salud de muchas empresas, algunas de las cuales, por los efectos de la recesión de los últimos años, vienen ya reduciendo sus dotaciones de personal.
Son tantas las áreas de la economía real enredadas en añejos acuerdos con los sucesivos gobiernos como infinita la maraña de regulaciones que garantizan protecciones. Algunos son bien visibles, como el costo de la electrónica; otros están sumergidos.
Milei suele terminar sus discursos ante empresarios con una fuerte apelación a que inviertan. Recibe aplausos desatados más por la vehemencia de lo que expresa que por el acuerdo que le prestan los aplaudidores. Sí, pero. Esa es la verdadera respuesta que está detrás de las muestras de apoyo que recibe el Presidente.
Esa duda sobre el paso siguiente no alcanza sólo a los empresarios locales, preocupados por el impacto de ser expuestos a la competencia con productos importados.
Empezaron a llegar algunas inversiones y seguirán llegando. Es verdad. Pero por ahora en dos sectores muy definidos y bajo condiciones de protección planteadas por el propio gobierno libertario: gas, petróleo y litio.
En otras áreas, en especial ahí donde puede haber generación de puestos de trabajo en lugar de las industrias en extinción, las inversiones internas y externas se demoran.
Es recurrente la consulta sobre la viabilidad política de la gestión libertaria. Dicho al revés: los que tienen interés en invertir insisten en preguntar si es posible que el populismo expresado en el kirchnerismo vuelva a gobernar si este gobierno se convierte en otro experimento fallido.
La duda es política y también económica. Más específicamente financiera: ¿Es viable el plan del ministro Caputo? La academia y los consultores discuten y una mitad de la sociedad confía en que esta vez si será posible un cambio profundo.
La remodelación que se propone Milei ahora toca otras fibras sensibles de la Argentina de la producción y el trabajo privados. Empezó por un ajuste que impactó en los bolsillos; con la apertura de la economía y el planteo de un esquema de competencia, pone a prueba la capacidad de sostenimiento de lo que queda de la producción privada.
Los industriales ponen el grito en el cielo. El campo reclama que le bajen las retenciones, pero la apertura de importaciones puede beneficiar a los productores.
El experimento del cambio profundo que prometió Milei puede encontrar resultados diferentes y reacciones disímiles. Su ministro Caputo cree que las importaciones también le servirán para mantener la reducción de la inflación.
La intensidad de la nueva etapa tendrá una directa relación con su resultado. No es lo mismo cerrar áreas improductivas del Estado y disminuir el gasto público que poner a prueba la capacidad de sobrevida de empresas y sectores productivos para alcanzar cuanto antes el destino de una reforma económica profunda. Por ahora, Milei no da señales de advertir esa diferencia.
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