Milei, el economista que ajusta y el personaje que gobierna
Javier Milei dedica la mayor parte de sus conferencias ante empresarios a dar complejas explicaciones teóricas sobre cómo eliminó el déficit fiscal y está logrando una reducción importante de la inflación. Repitió ese esquema en el Coloquio de Idea en Mar del Plata y en el aniversario de la Fundación Mediterránea en Córdoba.
Es su forma de celebrar el mejor momento político desde que está en la presidencia; la consolidación de su centralidad en el devastado sistema partidario. Antes que como el nuevo jefe político de la Argentina, elige retratarse como un genio de la economía que –repite– bate récords “en toda la historia de la humanidad”.
"Los exabruptos de Milei se multiplican en tanto haya un público que lo pide, y hay una demanda de radicalización verbal más actual que nunca en la política, que encontró en Milei a su mejor oferente"
Dicta clases magistrales en tiempo real en busca de un reconocimiento de sus conocimientos económicos y para demostrar que los resultados de las medidas que aplica responden a un plan técnicamente sólido.
Los calificados auditorios que lo escucharon en Mar del Plata y en Córdoba no le celebran sus explicaciones técnicas, por lo general imposibles de comprender salvo para especialistas. Los aplausos llegan cuando Milei reseña la velocidad y la decisión con la que las cuentas en rojo pasaron a azul o la manera en la que está sofocando la vieja enfermedad inflacionaria.
La eliminación de los piquetes y de la intermediación de la ayuda social compite, en el ranking de reconocimientos en sus discursos, con los datos puramente económicos.
"Milei escribe su propio camino más en las frases políticas incidentales de sus mensajes que con las que describen los hechos económicos por los que será juzgado en las urnas"
Sin embargo, cuando ese público por definición próximo a las ideas liberales más celebra al Presidente es cuando éste actúa como el personaje que lo llevó al poder. Le están reconociendo el mando y validando las formas con las que lo ejerce.
Los exabruptos de Milei se multiplican en tanto haya un público que lo pide, y en la política hay una demanda de radicalización verbal que encontró en Milei a su mejor oferente.
El politólogo Andrés Malamud lo señaló desde el mismo atril en el que había hablado Milei, el miércoles pasado. La agresividad requiere una sobreactuación que genera popularidad, dijo Malamud. Y advirtió que eso tiene una contraindicación fatal para la comunicación política: cansa.
Milei parece todavía lejos de cansar a sus públicos presenciales y virtuales, en tanto es hijo de una muestra sin antecedentes de hartazgo social, tras una larga decadencia. Aun no es posible establecer si el estilo beligerante, arbitrario y provocador será un sello permanente que así como divierte a algunos, otros prefieren no tomar en serio y unos cuantos –tal vez los menos– advierten como un riesgo serio a la convivencia social.
Milei escribe su propio camino más en las frases incidentales de sus mensajes que con las que describen los hechos por los que será juzgado en las urnas.
"La construcción del espacio libertario se encuentra en una etapa en la que se suman dirigentes impulsados por sus ambiciones de estar abrigados en el poder"
El miércoles, nada menos que 30 de octubre, acusó a Raúl Alfonsín de ser un golpista antes que el presidente que refundó la democracia. Desde una de las filas delanteras, un aliado de Milei, Rodrigo De Loredo, jefe de una de las dos bancadas radicales de diputados nacionales, posteó su malestar en X. ¿Cómo hará ahora el legislador para defenderse del grupo que rompió en disidencia por la ayuda que una parte del radicalismo le presta a los libertarios en el Congreso?
Milei no repara en detalles, en todo caso puede celebrar en la intimidad del triángulo de hierro el costo que pagan hasta sus aliados más cercanos. La construcción de su propio espacio se encuentra en una etapa en la que los libertarios suman dirigentes impulsados por sus ambiciones de estar abrigados en el poder. Los campeones siempre tienen nuevos amigos. Muchos sueñan con un lugar entre los candidatos a diputados y senadores del oficialismo libertario.
Milei recibe todo el tiempo ofrecimientos de alianzas. La más notoria es la que le propone el PRO de Mauricio Macri, que queda más expuestos al desprecio que a la aceptación. Nada de ello ocurrirá ahora, y el alargamiento de los tiempos corre siempre a favor de quien tiene la lapicera del poder.
La dimensión de una hipotética derrota frente al peronismo en la provincia de Buenos Aires, si es que Milei elige no sumar aliados macristas ni radicales, confronta con la posibilidad de establecer en todo el país un gran escenario plebiscitario, en favor o en contra del Gobierno. ¿Qué pesa más? ¿Dejar reverdecer al kirchnerismo en el distrito más importante o jugar a todo o nada el apoyo personal al Presidente en el resto del país?
Es, al fin, el sentido que siempre tienen las elecciones de medio término en la Argentina desde la reforma constitucional de 1994. La elección legislativa es importante pero no definitiva y por lo general no determina el mapa de poder que se establece cada vez que se vota presidente.
En 2021, Alberto Fernández y Cristina Kirchner sufrieron una dura derrota que pareció anticipar que el próximo presidente saldría de Juntos por el Cambio. Pero apareció Milei. En 2013, Sergio Massa ya se sentía presidente cuando venció al kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires. Dos años más tarde, asumió Macri. Solo en 1997, el triunfo de la Alianza entre los bonaerenses vaticinó la victoria presidencial de Fernando de la Rúa, que cambiaría el signo partidario en la Casa Rosada.
Si Milei cree en sus palabras cuando dice que la economía tendrá un crecimiento importante el año próximo, debería confiar en que su representación en el Congreso dejará de ser raquítica.
Otro asunto crucial es la calidad y la experiencia de quienes son preseleccionados entre una cola de flamantes incondicionales de toda la vida que corren presurosos a socorrer al poder de turno.
En la alegría del crecimiento y la acumulación está implícita la idea de un nuevo orden político vertical, muy al estilo del peronismo, que acepta sumar de todos los colores en tanto la subordinación sea plena.
La nueva era que abrió Milei tiene noticias que ya hemos leído.