Memoria e historia, dos conceptos ligados pero no idénticos
The Round Number, film que se exhibe en el Bafici y que indaga en el número de muertes que produjo la Shoah, tiene particular interés para los espectadores argentinos
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En el marco de una retrospectiva del director israelí David Fisher, se exhibirá en el Bafici su documental The Round Number (2021), una película en la cual, en apenas una hora de duración, el realizador se cuestiona y consulta a varios especialistas sobre el origen y la validez de la cifra de seis millones de judíos muertos en el Holocausto. No se trata de un negacionista: Fisher es hijo de dos sobrevivientes (al que él mismo considera “víctimas”, ya que los efectos de vivir el horror no se extinguen) y su interés es esencialmente histórico. No se trata de negar la Shoah, sino de conocerla mejor. Por otra parte, la retrospectiva está promovida por la embajada de Israel.
Los argentinos conocemos bien la dificultad de cuestionar, luego de un episodio histórico atroz, los símbolos que representan la masacre. Durante mucho tiempo, los pañuelos blancos y la cifra de 30.000 desaparecidos actuaban como un mantra impenetrable, que funcionaban como símbolos contra la barbarie, pero al mismo tiempo ponían límites muy claros a la investigación histórica. La respetabilidad de la lucha de las Madres de Plaza de Mayo la puso en crisis la propia líder, Hebe de Bonafini, convirtiéndose en una militante partidaria que no adhiere a los valores democráticos ni a los derechos humanos universales que pregonaba para otra época. Y a la pregunta por la cifra concreta de personas a las cuales la dictadura desapareció se la obturó mediante la acusación de “negacionismo”, un salto de sentido brutal y deshonesto.
En la película, nadie acusa a Fisher de negacionista. Hay quienes lo miran extrañados, quienes lo acusan de hacer una pregunta totalmente irrelevante, quienes lo apoyan y quienes tratan de bucear en la historia para encontrar el origen de una cifra imposible de verificar. Como corresponde a un intelectual judío, el humor no está ausente, y se recuerda un sketch cómico en el cual en unos Juegos Olímpicos se solicitaba que los corredores israelíes arrancaran la carrera con seis metros de ventaja para compensar el episodio histórico. También, en otra escena memorable, se le dedica un espacio al negacionismo propiamente dicho con un ardid cinematográfico impecable, que genera escozor y deja pensando.
"A lo que ahora se le llama “memoria” no le interesa la exactitud del dato histórico, sino una verdad más profunda, que se relaciona con el símbolo y el mito"
Una y otra vez aparece en la película el nombre de Abba Kovner, un poeta ruso judío que habló de seis millones de víctimas mucho antes de que la Segunda Guerra Mundial terminara y cuando quedaban por realizarse muchos cargamentos destinados a los campos de exterminio. Kovner fue combativo y valiente, instó a la rebelión en los guetos y creó en 1945 un grupo cuyo objetivo era asesinar a seis millones de alemanes, aplicando la ley del talión. Afortunadamente, el proyecto se abandonó a instancias de la comunidad judía, que eligió el camino de la memoria de manera pacífica.
Uno de los mecanismos de esa memoria, justamente, fue cristalizar una cifra concreta, redonda, simbólica, que representara la Shoah mucho más allá de la verdad histórica. En algún sentido, como varios de las personas entrevistadas le dicen a Fisher, ¿qué más da? Los nazis exterminaron a millones de judíos de las formas más degradantes posibles. Poco agrega a la calificación del crimen que la suma dé 5, 6 o 7 millones: seguirá siendo un episodio único en la historia y que mancha a la humanidad en su conjunto.
Las dificultades de encontrar una cifra exacta, por otra parte, son cuantiosas: ¿desde cuándo se considera? ¿Cuál es el número uno? ¿Dónde se corta la serie? ¿Qué tipo de muerte se debe considerar? ¿Violenta, por degradación en la calidad de vida, por hambre, por tristeza?
Sin embargo, la memoria y la historia son dos conceptos que se relacionan fuertemente entre sí, aunque sus caminos no siempre lleven al mismo lugar. A lo que ahora se le llama “memoria” no le interesa la exactitud del dato histórico, sino una verdad más profunda, que se relaciona con el símbolo y el mito. Eso no quita, o no debería quitar, que la verdad histórica quede ahí y sea totalmente válido buscarla. Lo que es inaceptablemente deshonesto es fijar ese símbolo y convertirlo en dato histórico de aceptación obligatoria.
Uno de los factores que diferencian a una sociedad libre de otra que no lo es lo constituye la posibilidad de cuestionar sus mitos y sus símbolos. La de plantear preguntas libremente y buscar la verdad de los hechos sin condicionamientos. Esto plantea en la película Hanna Yablonka, una historiadora israelí, que discute con simpatía y vivacidad la necesidad de saber cuántos fueron los judíos muertos en la Shoah. Yablonka es una especialista en el Holocausto y escribió libros como The State of Israel vs Adolf Eichmann y Foreign Brethren: Holocaust Survivors in the State of Israel, 1948–1952.
En sus animadas conversaciones con el director de The Round Number, Yablonka le dice: “Lo que estás haciendo con esta película es cambiar el signo de admiración por el de interrogación”. Para la historiadora, ese pasaje del asombro a la duda es equivalente a pasar de la pasividad al movimiento. “Cuando la gente comienza a cuestionar las convenciones sociales, comienza la era moderna, el Iluminismo, la racionalidad, el examinar todo aquello que se nos enseñó como axioma –le dice–. Solo cambiando el signo de admiración por el de pregunta es cómo vamos a poder abordar este tema. Por lo tanto, el final de tu película es el comienzo de una conversación pública”.
Yablonka y Fisher mantienen esta conversación en un parque, en un día soleado, con gente jugando en el pasto, a orillas de un lago. A pesar de que son dos personas de cierta edad están en bermudas y remera, reconcentrados en la charla pero vivaces y enteros. La imagen es tan vital como los conceptos. Son dos personas libres buscando una verdad.
The Round Number se proyectará mañana a las 15 y el miércoles a las 15 en Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín, y el viernes a las 17.15 en el cine Gaumont