Matrix, el Hombre Araña y los metaversos. ¿Qué es lo real?
Entornos digitales. Conspiraciones. Inteligencia artificial. Cuestionamientos a lo real...
Podrán los críticos cuestionar virtudes y señalar defectos de la saga Matrix, pero no su sentido de la oportunidad. Desde aquel estreno disruptivo en 1999, cuando las paranoias ante el efecto Y2K y el cambio de milenio estimulaban la aceptación por teorías alocadas, hasta el presente de una pandemia que ya atraviesa tres años de la humanidad en toda latitud, la creación de las hermanas Wachowski recupera algo de su aspecto más desafiante, entre el cine de efectos especiales, las balas ralentizadas y las persecuciones inverosímiles: ¿Qué es lo real? es una pregunta filosófica atemporal de primer orden que reclama vigencia y urgencia analítica.
En esta cuarta entrega del film, llamada Matrix Resurrecciones, la directora recurre a un argumento algo banal en el que Neo, el protagonista interpretado por Keanu Reeves, es apenas un creador de videojuegos menos inescrupuloso que el de la legendaria Tron o el de la reciente Free Guy. Las dudas existenciales entre realidad y ficción, o mejor dicho simulacro, que llevaban al clímax de elegir la valentía de la píldora roja (aceptar lo real aunque cueste) o la comodidad de la píldora azul (permanecer en el plano ilusorio) quedan explicadas ya ni siquiera en un sueño sino en el mismísimo y mundano desarrollo de un software. El planteo es bastante más limitado que los intrincados planos temporales que se cruzan en el monumental Universo Cinematográfico de Marvel, acaso la más ambiciosa trama y franquicia transmedia co-creada en este siglo, como queda expresado en el éxito total de taquilla de El Hombre Araña.
Curioso: el debate vigente sobre los desarrollos de metaversos, entornos digitales con cualidades de presencia y actividades que hoy realizamos en el mundo físico, dominan las apuestas de futuro del mundo de la tecnología y de los inversores que las financian. Parece apenas un módico intento de la realidad por imitar, o por ahora prometer, lo que ya nos ofrecen los videojuegos y la ficción en cualquier cine de barrio o consola hogareña.
Héroes o villanos, como sabe a esta altura cualquier consumidor de Disney, y al igual que en la política, son categorías pueriles.
Este miércoles, The New York Times reveló un documento interno del máximo referente en tecnología de la corporación Facebook, ahora rebautizada Meta. Allí, Andrew Bosworth, futuro CTO de la empresa, prometía grandes esfuerzos por lograr compatibilidad entre Facebook y las tecnologías blockchain asociadas a la llamada web3 y las criptomonedas. “Mucha gente es feliz usando Google y Facebook”, sostenía en el memo. “Pero muchos de los que no, están desproporcionadamente involucrados en crear una increíble ola de tecnologías”. Entre la vocación y la preocupación, el mail filtrado se mezcla con el escepticismo de grandes inversores y la desconfianza de muchos expertos sobre el rol que deben jugar Mark Zuckerberg y otros líderes de las grandes tecnológicas en un nuevo entorno que promete replicar aspectos del mundo real pero operado de un modo descentralizado. El fervor porteño con la visita de Vitalik Buterin (y sus encuentros con Mauricio Macri y Juan Grabois) participa de ese mismo clima. Héroes o villanos, como sabe a esta altura cualquier consumidor de Disney, y al igual que en la política, son categorías pueriles.
Sin embargo, el desafío sigue siendo filosófico. Días atrás, en el marco del estreno global en cines de Matrix Resurrecciones, Keanu Reeves, ya un héroe cincuentón y canoso que conserva sus pelos largos, soltó una confesión entre las charlas promocionales. Detalló que, en una cena familiar, intentó explicar el argumento de Matrix a hijas e hijos de un director de cine, adolescentes que nacieron en los 2000 y no habían visto la película original. “Bueno, se trata de un tipo que descubre que vive en un mundo virtual y se obsesiona tratando de saber qué es real y qué no...” Y para qué, qué le importa, cuenta Reeves que fue la respuesta contundente de una de las teens. “¿No te importa saber qué es real?”, le pregunto Neo. Pues, no.