Materialismo oscuro, de Silvia Schwarzböck
Poner la filosofía en riesgo por vía de la trangresión
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Alcanzar un conocimiento pleno de la realidad fue la aspiración de gran parte de los filósofos, particularmente de los vinculados a alguna forma de idealismo. Pero, junto al sueño del conocimiento del todo, proliferó el secreto. Solo un Dios tendría el derecho de conocer y pronunciar una palabra plenamente luminosa. Decir, sin secretos, es cosa de dioses… o de monstruos.
Este es el escenario planteado por Silvia Schwarzböck, doctora en Filosofía por la UBA, en Materialismo oscuro. En él desfilan figuras como Louis Althusser, Simone de Beauvoir, Osvaldo Lamborghini, Carlos Correas, que han osado explicitar lo que debía quedar oculto, que han transgredido los límites impuestos a las bellas almas y los biempensantes. Personajes que han sido condenados (o se autocondenaron, en algunos casos) por decir monstruosidades o, incluso, por cometerlas. “El materialismo oscuro –sostiene la autora– con su yo monstruo, pone en riesgo la filosofía, la posibilidad misma de la filosofía (…) La pone en riesgo a favor del yo monstruo, un yo autodestructivo y destructivo, impiadoso consigo mismo tanto como con los demás”.
Allí donde su antagonista, el idealista luminoso, construye teorías, administra el secreto, se refugia en instituciones que le garantizan impunidad, el materialista oscuro, con sus monstruos, queda expuesto. Parafraseando a Correas, Schwarzböck, sostiene que un materialista que buscara amparo en la práctica institucionalizada, que aspirara a cobrar un sueldo universitario, estaría condenado a una práctica idealista. La única salida es la escritura cruda, brutal. Como si estuviera condenado a cumplir el mandato nietzscheano: “¡Di tu palabra y hazte pedazos!”
Materialismo oscuro
Por Silvia Schwarzböck
Mardulce
340 páginas, $ 1800