Martín Caparrós: una mirada a los cambios de América Latina
En su nuevo libro, Ñamérica, el escritor argentino sale al ruedo para explorar las transformaciones de una región que se volvió eminentemente urbana
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Un nuevo y voluminoso libro de Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957) llegó a las librerías locales. Mezcla de crónica y ensayo, y piedra angular de un territorio conformado por diecinueve países, con 12.000 kilómetros de largo y más de 420 millones de personas que comparten lengua, historia y cultura, Ñamérica (Random House) ofrece un recorrido por las grandes ciudades “ñamericanas”, de la desbocada capital de México a Bogotá, pasando por El Alto, Managua, Buenos Aires y Caracas, “la ciudad herida”. En recuerdo del expresidente ecuatoriano Jaime Roldós, el autor sitúa la capital de Ñamérica en Miami, “deseada por miles y miles de sudacas no tan pobres que la ven como la posibilidad de vivir como en los comerciales”. Similar en su rango y estructura a libros previos del autor, como El Interior y El Hambre, esta novedad pone en entredicho visiones desactualizadas o eurocéntricas sobre el subcontinente donde se habla con eñe y, lamentablemente, reina la desigualdad.
“La idea de tratar de contar y entender en qué se había convertido América Latina se me ocurrió hace poco más de tres años –dice Caparrós–. Pero sospecho que vengo escribiendo este libro desde hace treinta años, cuando empecé a recorrer la región para contarla. Ñamérica es una cruza de crónica y ensayo, una línea que vengo trabajando hace mucho: usar los relatos para dar vida a los análisis, usar los análisis para dar sentido a los relatos”. Según avanza el recorrido por las ciudades ñamericanas, surgen temáticas como la pobreza, la violencia y la religión (católica), el fútbol y el reguetón, el machismo, la política y las migraciones. Ñamérica es la región con mayor proporción de migrantes del mundo por habitante.
Por su escala geográfica y económica, Brasil quedó fuera del mapa ñamericano. “América Latina incluye a Brasil y, poco después de empezar a trabajar, me pareció que debía dejarlo de lado. Brasil tiene una historia y una cultura muy distintas, y magnitudes totalmente diferentes. Los otros diecinueve países de la región comparten un idioma, una historia, una cultura: quise centrarme en ellos. Así choqué con el problema del nombre. ‘Hispanoamérica’ es una palabra horrible, una que nadie dice gratis: locutores en actos oficiales, digamos, viceministros en sus declaraciones. Si lo que une a todos nuestros países es su idioma común, el castellano, y el estandarte del castellano es la eñe, ¿por qué no tratar de unir la eñe y América?”.
Desde su lanzamiento, Ñamérica pasa a enriquecer una biblioteca sobre la región conformada por títulos de historiadores, escritores, antropólogos y viajeros. Uno de ellos es el long seller de Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina, publicado en 1971 y que este año tuvo una edición conmemorativa. “Es un libro escrito hace medio siglo, en una situación muy distinta de esta, para contar una región absolutamente distinta de esta –señala Caparrós–. Cuando Galeano escribió su libro, la mitad de la población ñamericana era rural. Ahora Ñamérica es la región más urbana del mundo, con más de 80 por ciento de la gente viviendo en ciudades. Es un cambio radical, que la ha transformado, y por eso decidí empezar por recorrer sus grandes capitales, hacia donde emigró, en estos cincuenta años, un tercio de la población. Además ese libro es sobre todo un memorial de agravios que sirvió para justificar ciertas formas de hacer política. Yo quería otra cosa: analizar, pensar; no quería ofrecer certezas sino dudas”.
Pese al diagnóstico, que resulta alarmante en términos de desigualdad social, el autor es optimista sobre el porvenir de Ñamérica. “Aunque dé vergüenza decirlo, haber leído un poco de historia me convenció de volver a creer en el progreso: vivimos mucho pero mucho mejor que hace doscientos años, cuando vivían mucho pero mucho mejor que hace quinientos, y así de seguido. El problema, por supuesto, son los tiempos humanos, las urgencias. Y para eso, por el momento, no se ven muchas salidas. Básicamente, porque no sabemos cuáles serían, no tenemos un proyecto claro de cómo querríamos que fuera nuestro futuro. Esa es la construcción que falta, la que viene, y la que debería ser capaz de resolver esas urgencias”. En su opinión, tanto la “derecha brutal, que se aprovecha del autoritarismo moralista de ciertos progresismos para presentarse como la oposición más crítica” como el “sol de la izquierda” (que ha dejado de brillar) comparten una total falta de ideas acerca de la construcción de futuro.
Para Caparrós, el periodismo que prefiere hacer está asociado al viaje más que a los escritorios y las pantallas. “No podría escribir de otra manera –revela–. No estos libros, por lo menos, que están hechos de esas miradas, esa escucha. El periodismo, para mí, sigue siendo eso: ir, mirar, escuchar, averiguar, pensar, contar. Y se puede contar de muchas formas, pero ninguna funciona si no has mirado, escuchado, pensado. Me preocupa que cada vez más haya un periodismo que no puede o no quiere, según los casos, tomarse el tiempo y el esfuerzo de ir a mirar: que cuenta de segunda mano”. Más grave le parece el “periodismo de trinchera” que no solo se practica en la Argentina. “Se hace cada vez más difícil confiar en él. No estoy en contra de que el periodismo tenga posiciones y las diga; es más, prefiero eso a que las oculte. El problema es cuando esas posiciones tiñen tanto todo que no se puede creer lo que te cuentan”.
Consultado sobre el Nobel de la Paz 2021, concedido a la periodista filipina María Ressa y al ruso Dmitry Muratov, el autor de Larga distancia califica los Nobel como una rémora. “¿Por qué darle tal importancia a lo que dice un grupo de señores (y pocas señoras) escandinavos que se erigen en jueces del mundo? Pero, como todavía no sucede, no me parece mal que se acuerden del periodismo y se lo den a dos periodistas que parecen honestos, luchadores. Siempre que eso no sirva para que volvamos a repetir eso de que el periodismo es el gran garante de la democracia o la última defensa contra el autoritarismo u otras canciones de ocasión, a menudo cantadas por señoras y señores que nunca se molestaron mucho por defender la democracia o rechazar el autoritarismo”.
Sobre este último punto, tan ñamericano, agrega que es necesario diferenciar lo que hacen gobiernos autoritarios como el de Nicaragua, que forzó al exilio al escritor Sergio Ramírez y a periodistas como Carlos Fernando Chamorro, y el salvadoreño, que persigue con denuncias falsas a medios como El Faro, de los ataques retóricos, “que joden pero no son lo mismo; una cosa es que un Estado te amenace con la cárcel y otra que un presidente te diga que decís tonterías o que te manden un pelotón de trolls a patotearte en Twitter”. Aunque formen parte de un clima de época, “confundirlas es banalizar lo que hacen esos gobiernos represores”, remarca.
Al inicio del gobierno del Frente de Todos, el presidente Alberto Fernández convocó a Caparrós a sumarse a una heterogénea “mesa argentina contra el hambre”, liderada por el exministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, y la actual candidata a diputada Victoria Tolosa Paz. ¿Cuál es su opinión, hoy, sobre el Gobierno nacional? “No muy clara –responde–. En sus primeros días, me convocaron y participé en la presentación de una campaña contra el hambre que se planteaba como un intento de cambiar las estructuras que hacen que millones de personas no coman suficiente en un país donde sobran alimentos, pero que después se fue diluyendo en una política asistencialista demasiado parecida a todas las anteriores. Y, de todos modos, no sé si por la pandemia o por las distancias o por qué, tampoco volvieron a convocarme, así que no pude expresar mis diferencias. Mi opinión más general sería muy larga pero, para sintetizar: un gobierno que designa como jefe de gabinete a un señor que ‘redujo la mortalidad infantil’ en su provincia con el truco de truchar las cifras no puede sino resultarme muy inquietante”. Así están las cosas al sur de Ñamérica.
Las ventajas de escribir ficción
“Escribir ficción tiene la gran ventaja de que a nadie le importa: es algo que, por suerte, se hace a pura pérdida”, dice Caparrós que, además de su actividad como ensayista, es autor de novelas como Valfierno, Sinfín y Los Living. En principio, el año próximo publicará una nueva novela.
“Durante la pandemia, como estuve encerrado, escribí novelas como loco, que es la mejor manera de escribirlas –dice–. Pero la industria editorial no se banca más de un libro nuevo de un autor por año, así que habrá que esperar”.
Mientras tanto, sigue en la temporada alta de presentaciones de Ñamérica, cuya escritura le permitió entender mejor este subcontinente. “Se me ocurrieron algunas ideas sobre las razones que hacen que Ñamérica sea la región más desigual del mundo, quise mirar si era cierto que fuera la más violenta (y ya no estoy seguro), traté de analizar cuáles fueron los efectos de cinco siglos de catolicismo –la corrupción generalizada, por ejemplo–, me propuse analizar qué significa que el reguetón se haya convertido en nuestro estandarte musical o cómo se puede hacer para salir de esta calesita de desesperanza en que han caído muchos de nuestros países o para qué sirven los impuestos que en general tratamos de no pagar. Me permitió tratar de entender muchas cuestiones, poner en duda muchas cosas”.ß
Un epílogo pandémico
Al final del recorrido por las capitales ñamericanas, Caparrós, que reside en España, agregó un texto sobre la pandemia.
En “La peste”, sostiene que la desigualdad ñamericana se hizo “todavía más obscena” durante las cuarentenas dispuestas por los estados. Pese a eso, la región fue una de las más afectadas. “Con el 5 por ciento de los habitantes del mundo, reúne casi el 15 por ciento de los muertos. Su mortalidad es tres veces mayor que la del resto del planeta, aunque no terminamos de saber en serio qué está pasando en África”, señala.