Marta Sanz: “El músculo de la clase media es imprescindible para la democracia”
Lúcida crítica de la cultura contemporánea, la escritora española afirma que el deterioro de la política nos empobrece, pues nos impide ponernos en el lugar de los demás; viene de publicar una novela distópica
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MADRID
El barrio más hipster y noctámbulo de la capital española comienza a amanecer. Lentamente, las persianas se desperezan en la fría mañana de diciembre. En el departamento de Marta Sanz (Madrid, 1967) hay calor de hogar. La autora y su marido dan la bienvenida con una sonrisa tan amplia como la biblioteca más ancha y alta del living.
La jornada de escritura ha comenzado hace varias horas en este taller de compromiso ético y estético con la palabra. La escritora es una de las plumas más destacadas de la literatura española, posiblemente la domadora más hábil del lenguaje, dueña de un estilo único que logra magia en cada una de las líneas de sus textos, un torrente de recursos expresivos inteligentes y bellos con los que cincela recuerdos, heridas, denuncias y terror. No existe mejor descripción de la madrileña plaza Sol que la que realiza en Farándula, la novela por la cual obtuvo el Premio Herralde en 2015 y a la que acudirán los historiadores en el futuro cuando quieran conocer cómo eran aquellas coordenadas.
"Nos comunicamos más por las redes que cara a cara. Le damos más protagonismo a la ausencia que a la presencia"
Las cortinas lila crean una atmósfera única en la sala. El haz de luz se tiñe con este color, emblema del feminismo en España, que tiene a Sanz como una de sus principales voces a través de Monstruas y centauras, Éramos mujeres jóvenes. Una educación sentimental de la transición española, Tsunami. Miradas feministas y Enciclopedia secreta. Lecturas en el espejo feminista. Además, Sanz escribió una trilogía noir protagonizada por el detective Zarco y la inspectora de Hacienda Paula Quiñones integrada por Black, black, black, Un buen detective no se casa jamás y pequeñas mujeres rojas –el título se escribe en minúscula–, la primera novela española sobre la exhumación de fosas de víctimas de la Guerra Civil. La lección de anatomía, Daniela Astor y la caja negra, Clavícula y Amor fou son otras novelas imprescindibles de una escritora que experimenta con distintos géneros, desde la autoficción, al policial y hasta la ciencia ficción, como es el caso de su última novela.
En Persianas metálicas bajan de golpe (Anagrama, marzo de 2023), una distopía corrosiva construida con imágenes sonoras, Marta Sanz crea un universo, Land in Blue (Rapsodia), donde tres mujeres son vigiladas constantemente por drones —uno de ellos tiene la capacidad de adquirir la voz de Mercedes Sosa— bajo el poder supremo de un ingeniero jefe analfabeto. “En este momento, las distopías son una forma de construir esperanza, visibilizando la grieta para mostrar a los más frágiles del sistema”, dice Sanz, doctora en Filología.
–Hay cuidado, inteligencia, variedad léxica, poesía y humor en cada una de tus novelas y también, debo decir, cierta complejidad. Sin embargo, esto no es lo que ocurre en la actualidad. Pareciera que cada vez más las novelas responden a fórmulas editoriales donde las tramas y el lenguaje son sencillos y están destinados a captar la “fidelización” de los lectores. ¿Por qué tomás este riesgo?
–Los libros que me interesan como lectora, porque sobre todo soy una mujer que lee, son esos libros que, por cómo están escritos, son capaces de dar cuenta de las transformaciones de su tiempo. En la actualidad hay muchísimos cambios: estamos en el tránsito de lo analógico a lo digital, hay nuevos modelos de relación de la gente, hay nuevos modos de aproximación al arte, hay nuevas formas de educación o de mala educación. En nuestras afectividades se está produciendo una revolución de la cual yo pretendo dar cuenta a través del lenguaje, el elemento fundamental que tengo para trabajar. No entiendo cómo se puede dar cuenta de todo este mundo cambiante que nos está volviendo la cabeza del revés con el mismo estilo de siempre. Si lo haces, estás contando las mismas cosas de siempre de un mundo que ya se fue. Tengo la ambición artística de dar una visión novedosa del mundo en transformación. Además, me interesan como lectora los escritores y escritoras que son capaces de construirse intrépidamente frente al deber ser, al canon que actualmente está marcado por las exigencias del mercado literario con la facilidad, la asequibilidad y la reducción de la cultura a un espacio del ocio.
"Asistimos a una esloganización de la política y a una visceralización de la política, de la literatura y de las relaciones personales"
–También hemos ido perdiendo nuestra capacidad expresiva en nuestra comunicación cotidiana. ¿Por qué ocurre esto? ¿Son las redes sociales las únicas culpables? ¿Es la lógica de un mundo vertiginoso la que nos conduce a este lenguaje empobrecido?
–En Persianas metálicas bajan de golpe quise abordar paródicamente esa sensación que tenía de que el lenguaje, no solo de los jóvenes, sino también tu lenguaje y el mío, y nuestra capacidad de atención y de formular frases complejas para expresar un pensamiento crítico, se estaban adelgazando. Son importantes aquí dos aspectos: la lógica del capitalismo y la de las redes sociales. Aunque en realidad ambas son indisolubles.
–¿Cómo afecta esta pérdida de la capacidad expresiva a nuestra convivencia democrática?
–Asistimos a una esloganización de la política y a una visceralización de la política, de la literatura y de las relaciones personales. Esto nos empobrece porque nos impide ponernos en el lugar de los demás, crear vínculos empáticos, perdemos la memoria y la conexión con nuestras genealogías. Todo eso forma parte de un mismo proceso que se relaciona con formas de vida demasiado vertiginosas, hiperexplotadas, que reducen la cultura a una especie de bálsamo, donde todo lo racional y todo lo que se pueda aprender es malo.
–¿Por qué surge esta visceralización que describís?
–Creo que parte de la confusión terrible del concepto de demagogia, democracia, autoridad y autoritarismo. Estamos en esa bola de pelusa. No nos podemos escandalizar porque pasan las cosas que pasan. Se llevan propiciando desde hace mucho tiempo.
–Persianas metálicas bajan de golpe es presentada como una novela política. ¿Contra qué o quiénes disparás? ¿Qué bandera levantás?
–Creo que en mis novelas he pretendido siempre indagar en los porqués de las brechas de nuestras desigualdades y ver cómo ambas están relacionadas. Eso me ha llevado a poner el foco en la vida de las mujeres. Escribo desde mi condición de mujer y a partir de ahí puedo desarrollar máscaras de la ficción, o escribir textos autobiográficos, pero al final y al cabo escribo desde mi mirada de mujer, de clase media, blanca, bajita y residente en Madrid. He mirado también mucho la destrucción de la clase media, porque su músculo es absolutamente imprescindible para el mantenimiento de las democracias. He mirado los límites de la democracia, a qué llamamos democracia, a las represiones íntimas y las represiones privadas y cómo muchas de las cosas que acaecen en el espacio de la intimidad no son más que reflejos de una violencia sistémica. A mí me inquieta cuando a los seres humanos se les culpabiliza de lo que les pasa, sobre todo cuando no son seres humanos privilegiados porque no han tenido empuje o suficiente empeño. Con esa especie de “Tú puedes, tú lo vas a conseguir, tú vales” lo que están haciendo es neutralizar las responsabilidades políticas públicas con un discurso positivo. Además he denunciado mucho todo lo que significa la precarización de la cultura. Pienso que las formas de pensamiento, de aproximación a la realidad que motivan la lectura de los textos literarios con muchas capas, profundos, frente a los que hay que empinarse, que a veces nos parecen inasequibles, son un instrumento de resistencia frente a estas cosas comerciales en las que está metida la cultura.
"Las personas jóvenes están cada vez más infantilizadas, aunque estén muy preparadas, aunque tengan muchos estudios, aunque sean políglotas, no pueden tomar sus propias decisiones, están dormidos"
–Contabas que tu abuelo, que trabajó hasta los 75 años, iba llorando cada mañana a su empleo. En tu novela los ancianos trabajan arduamente, es el grupo más castigado de la sociedad. ¿Aún no están preparadas las sociedades para los ancianos?
–En Europa vamos a ser dentro de muy poco sociedades muy envejecidas, porque nuestros índices de natalidad están por los suelos y eso se relaciona con que los jóvenes no pueden cumplir con sus proyectos de vida, porque no tienen acceso a la vivienda. Es todo un círculo vicioso y eso lleva a que muchas personas que quisieran estar ya jubiladas, no puedan. Quería reflejar en la novela ese contrasentido, ese mundo que parece que va al revés.
–¿Por ejemplo? ¿Dónde lo advertís?
–Las personas jóvenes están cada vez más infantilizadas, aunque estén muy preparadas, aunque tengan muchos estudios, aunque sean políglotas, no pueden tomar sus propias decisiones, están dormidos. Hablo de esa juventud de modo caricaturesco, a estos jóvenes en oposición a personas mayores que con su trabajo mantienen la fibra económica e incluso, muchas veces, mantienen la fibra de la protesta porque son quienes reclaman por sanidad pública o por derechos básicos.
–Como ocurre con los personajes de tu novela, hemos perdido intimidad. Nos vigilan las redes sociales, nos prestamos a experimentos sociales como el de Gran Hermano, exponemos nuestra vida privada. Somos rehenes que no podemos alejarnos de este juego. ¿Qué nos ha pasado culturalmente para aceptar este pacto de exposición?
–Me lo pregunto todos los días y escribo relatos, novelas y ensayos para entenderlo. Quizá no lo logro porque soy una mujer analógica. Por un lado, hay una idea del cuerpo tuneado, exhibido con los filtros de Instagram, una idea del cuerpo violentado quirúrgicamente para ser uniformizado, porque algunas operaciones estéticas producen clones. Tenemos un culto a la salud, a la ortorexia. Pero, por el otro, en nuestros vínculos escamoteamos el cuerpo. Somos cada vez más partidarios de comunicarnos en las redes que cara a cara. Le damos más protagonismo a la ausencia que a la presencia. Hay además una necesidad de ser mirado que tiene que ver con la condición humana que se corrompe, se desplaza hacia un individualismo falso del selfie y de los aros que nos iluminan. El escamoteo del cuerpo, la mentira sobre el propio cuerpo lo que genera es violencia en las redes. En las redes no es solo el anonimato, sino el hecho de que no haya cuerpo lo que permite que seas extremadamente violento en tus declaraciones, y también a veces eres extremadamente amorosa o expresiva por WhatsApp, por ejemplo. En esta novela es muy importante la pérdida de la conciencia del cuerpo vinculada a la pérdida de la memoria, porque para mí el cuerpo es memoria y la memoria es cuerpo.
–La realidad imita a la ficción. En la Argentina hubo un caso truculento, el crimen de Cecilia Strzyzowski, en la provincia del Chaco. Algunos años antes habías publicado pequeñas mujeres rojas. Es sorprendente la cantidad de coincidencias que existen entre tu novela y el asesinato de la joven: la animalización de la víctima, la complicidad de una familia ligada con el poder. También anticipaste en Amor fou, en 2004, el surgimiento de grupos nacionalistas que luego emergieron en España, pero no solamente aquí. ¿Cómo leés la actualidad?
–Cuando doy clases en la Escuela de Escritores les digo a mis alumnos que tienen que tener aptitudes lingüísticas, pero que también tienen que trabajar la mirada. Como decía Ricardo Piglia: “Hay que fijarse”. Lo que hago es mirar intensamente y en esa intensidad para interpretar el mundo pones tu experiencia de vida, tus otras lecturas, y tus ojos se convierten en un poderoso aparato de radiografía. Es cierto que muchas veces he mirado y he señalado a lugares antes de tiempo. Cuando escribí La lección de anatomía, un libro autobiográfico sobre las relaciones de unas mujeres con otras mujeres, me dijeron que la novela no tenía ninguna relevancia, ningún interés. Regalé Amor fou a una editorial en Miami, y luego la recuperó Anagrama. Allí hablo sobre los límites de nuestra democracia, qué estaba pasada con ese nacionalismo español de grandes banderas. Esa mirada anticipatoria me ha hecho mucho daño. Recuerda el mito de Casandra: nadie le cree y además Apolo le escupe en la boca.
–¿Cómo evaluás la situación política en España, un país donde tantos latinoamericanos, y argentinos en especial, vienen a vivir escapando de crisis políticas y económicas?
–Creo que tenemos que acoger a la inmigración, que los países, sin ser precisamente económicamente boyantes, tienen que tener memoria de su pasado. España ha tenido muchas personas que han salido de sus fronteras y que han sido acogidos en otros países. Hay que trabajar la solidaridad y la conciencia de la historia. La gente muere en el Mediterráneo y en el Atlántico. Hay algo que tiene que ver con la humanidad que trasciende los parámetros económicos.
–Se discute en España la Ley de amnistía de los políticos independentistas, propiciada por el gobierno. ¿Sentís que peligra la democracia?
–El funcionamiento democrático tiene que ver con la capacidad de diálogo y de resolver conflictos enquistados. Si no eres capaz de resolver conflictos territoriales, no eres capaz de entender España. Cuando a la gente se le llena la boca con España o invoca los valores constitucionales y se apropia de la Transición española, la derecha tiene muy poca memoria de quienes fueron verdaderamente los artífices de la democracia española y quién se batió el cobre desde la clandestinidad durante los años del franquismo. Hablar de golpismo y de que la democracia está en peligro es hablar desde una forma de privilegio autoritario muy ciego con respecto a lo que está sucediendo.
UNA DE LAS MEJORES PLUMAS ESPAÑOLAS
PERFIL: Marta Sanz
■ Marta Sanz nació en Madrid, en 1967, y se doctoró en la Universidad Complutense con una tesis sobre la poesía de la transición democrática en España.
■ Sus novelas se destacan por experimentar con diversos géneros, desde la autoficción y las tramas policiales, hasta las distopías de la ciencia ficción.
■ Entre sus libros más celebrados se cuentan La lección de anatomía (2008), en la que reelabora circunstancias de su propia vida; novelas negras como Black, black, black (2010), en la que introduce al detective Arturo Zarco y se prolongaría hasta formar una trilogía, y la reciente Persianas metálicas bajan de golpe (2023).
■ También escribe para el diario El País, entre otros medios, donde se ha dedicado a la crítica. Está considerada una de las voces del feminismo actual.