Mamá me dictó un mapa de su memoria, para ir al olvido por la ruta del recuerdo
En relatos que combinan la crónica y el ensayo, el autor rescata los diálogos que ha mantenido con su madre, que padece Alzheimer
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MAR DEL PLATA
Lo primero que recuerdo de aquella tarde de hace cuatro años fue una tostada carbonizada: entré al departamento donde mamá vivía y la cocina estaba saturada de humo y olor a quemado. Apagué la hornalla y abrí la ventana. Recién entonces mamá se dio cuenta de que había dejado el fuego encendido. A la semana siguiente fue una canilla abierta que inundó el baño. Una mañana me llamó al menos diez veces para decirme con angustia que no encontraba la cartera que había guardado en un cajón del modular del living. Entonces mamá tenía noventa años.
Fuimos al neurólogo. Le indicó varias tomografías y estudios. Con los resultados explicó que mamá padecía la enfermedad de Alzheimer. El deterioro cognitivo afectaba su capacidad de pensar con claridad, no podía organizarse ni resolver asuntos sencillos de su vida cotidiana, y debía recibir cuidados durante todo el día. Mientras el médico hablaba, mi sangre tiritaba en mis venas. Hasta que usó una metáfora impactante: dijo que la memoria de mamá se hundía en un agujero negro. Me pasé varias noches imaginándome agujeros negros.
Los físicos cuánticos sugieren que dos partículas subatómicas que se separan pueden estar en contacto de modo invisible más allá del tiempo y el espacio. Albert Einstein bautizó ese fenómeno como “Acción fantasmal a distancia”. Pero Stephen Hawking descubrió que si dos partículas estuvieron entrelazadas de algún modo volverán a unirse, incluso si una de las partículas cae en un agujero negro donde el tiempo y el espacio son curvos y no existe la materia ni la vida. Hawking también dijo: “Si sientes que estás en un agujero negro no te rindas: hay una salida”.
"El libro Mamá y Stephen Hawking sondea el misterioso modo en que actúan la memoria, los recuerdos y el olvido"
El Alzheimer es un tiburón hambriento que disuelve la identidad, la personalidad y la conciencia. En poco tiempo mamá ya no sabría quién es y tampoco quién soy yo. Al fin y al cabo, sus recuerdos también son parte esencial de mi propia vida. Inspirado por las ideas de Hawking, me propuse una práctica de reanimación cognitiva para estimular la memoria de mamá y ayudarla a recomponer sus recuerdos perdidos.
Desde febrero de 2018 mamá vive en el Instituto Santa Catalina de Siena, una casa de descanso que las Hermanas Dominicas tienen en un barrio tranquilo al norte de Mar del Plata, donde viven religiosas y admiten laicas en régimen de pensionado. Cada vez que iba a visitarla le hacía preguntas sobre nuestro pasado familiar para que reconstruyera su historia de vida. Mamá todavía mantenía vivos muchos recuerdos, especialmente los del pasado más lejano. El neurólogo me explicó que los huecos provocados por el olvido podrían rellenarse con paciencia, sensibilidad y estímulos apropiados. Y cada recuerdo que mamá recobrara sería una puerta abierta a su identidad.
Luego de visitar a mamá yo regresaba a casa, encendía la computadora y escribía lo que habíamos hablado porque anotaba nuestros diálogos en una libreta. Podían ser episodios breves y estructurados, o más largos y caóticos. Nuestra charla podía durar un buen rato, hasta que se interrumpía por el silencio repentino de mamá y ya no había modo de encauzarla. Muchas veces mamá relataba las mismas escenas como si nunca me las hubiera contado. Cada diálogo era una reconstrucción fragmentada porque la memoria de mamá funcionaba con secuencias frágiles, inestables. Yo debía organizar sus recuerdos como los rompecabezas que van cobrando significado a medida que se logran ensamblar las piezas. Rearmar la historia de vida de mamá era una labor de bricolaje, pero era el único modo que imaginé para que no se olvidara de quién era ella, de dónde había venido, qué caminos había recorrido.
Con el paso del tiempo pensé que mamá tal vez no hablaba conmigo para recordar quién fue en el pasado, sino que en realidad trataba de explicarse a sí misma quién es hoy la chica de ocho años que una tarde de julio de 1936 partió del puerto de Barcelona rumbo a la Argentina, un país lejano en el que vivían unos tíos y primos a los que jamás había visto. Y tampoco me contaba cómo era ella cuando tenía dieciocho años, sino que buscaba saber quién era la mujer que hablaba del pasado con su hijo en el jardín de invierno del Instituto.
En el vértigo de nuestras charlas surgían episodios que mamá no sabía si de verdad los había vivido. Sospecho que el Alzheimer convierte a la memoria en una selva donde se ocultan los rostros de quienes alguna vez fuimos pero ya nunca más seremos. Esos rostros desconocidos son como imágenes extrañas esculpidas en un friso y de golpe todo el pasado nos parece una ficción. Mamá dijo una vez que perdía los recuerdos como la crisálida que desecha el capullo para volverse mariposa. Al escucharla pensé que la mariposa era una bella metáfora del ángel del olvido que imaginó Dante Alighieri en la Divina Comedia.
Con nuestros diálogos escribí un libro: Mi mamá y Stephen Hawking. Son treinta relatos que combinan crónica autobiográfica, ficción narrativa y ensayo. Ensamblé referencias a la ciencia, la filosofía, el arte y la literatura porque algunas analogías me ayudaron a sospechar el misterioso modo en que actúan la memoria, los recuerdos y el olvido.
En el libro hay ecos de la vida de mamá: el pueblo español de su infancia, el internado donde vivió cuando llegó a la Argentina, el encuentro con papá, los desconciertos que le provocaron el deseo y el dolor, y los episodios inusitados de una historia familiar envuelta en la leyenda. Me entusiasma pensar que mamá me dictó un mapa de su memoria para guiarme por las rutas que van del recuerdo al olvido. El mapa funcionará como un espejo de su propia vida. Y también de la mía.
Carlos Balmaceda es escritor. Mi mamá y Stephen Hawking fue publicado por la editorial de la Universidad Nacional de Mar del Plata, Eudem. El autor donó sus derechos y Eudem donó la publicación para que todos los beneficios comerciales fueran a la ONG Gama, que se dedica al apoyo y cuidado de quienes padecen Mal del Alzheimer y/o Enfermedades Semejantes.