Los desafíos de la fragmentación política
La crisis de representación pondrá a prueba a quien resulte electo en los comicios
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A cuatro décadas del retorno de la democracia, la Argentina se enfrenta al agotamiento de un sistema incapaz de atender las demandas elementales de la ciudadanía. Como consecuencia, la profunda atomización del electorado plantea complejas dificultades futuras difícilmente previsibles.
La fragmentación se caracteriza por un insuficiente apoyo con el que actualmente cuentan todos los espacios políticos en disputa. Cuanta mayor fragmentación se produce en el sistema de partidos, menor es la capacidad estatal para la implementación de políticas públicas, problema que la democracia moderna experimenta actualmente en diferentes latitudes. Alta fragmentación equivale a limitada y, en ocasiones nula, capacidad de reformas. El próximo gobierno, sin distinción de quien se imponga en las elecciones, enfrentará una amplia diversidad de actores con posibilidades de veto que tornarán altamente complejo y dificultoso cualquier intento de modificar el precario status quo actual.
Una errónea lectura del resultado de las PASO la consideró una elección de “tercios”, cuando fueron cuatro las fracciones entre las que se subdividió el electorado, ignorando la silenciosa potencia del espacio ampliamente mayoritario, conformado por 12 millones de (no) electores, que no fueron a votar o lo hicieron en blanco, más los impugnados y nulos. En segundo lugar, sorpresivamente, se ubicó el libertario Javier Milei con 7,3 millones de votos, seguido por la oposición representada por Patricia Bullrich (6,8 millones), y el oficialismo de Sergio Massa (6,7). Un electorado dividido en cuatro, con predominio de quienes eligieron posicionarse por fuera del sistema. Habrá que ver cómo se reconfigura el escenario después de la primera vuelta de las elecciones, que se celebra mañana, pero no debería sorprender que ese heterogéneo “espacio” pueda adquirir, en un futuro no muy lejano, una relevancia considerable y rechace enérgicamente las políticas que se pretendan implementar.
Al debilitado escenario que se plantea, sin promesa de gobernabilidad asegurada, se suma un fenómeno soslayado y caracterizado por una “doble fragmentación” interna de las coaliciones en pugna. Las dos fuerzas que han dominado la política durante las pasadas décadas, el kirchnerismo reorganizado en Unión por la Patria y Juntos por el Cambio, difícilmente sobrevivan en términos de unidad y cohesión, en caso de frustrar sus aspiraciones en los comicios. Los ímpetus libertarios podrían derivar en rupturas similares si sus ambiciones extremas no lograran imponerse. Un electorado hastiado y desilusionado, profundamente atomizado, podría desembocar en tensiones sociales futuras con destino incierto.
A nivel subnacional, en las 18 elecciones ya realizadas, el oficialismo se retrajo a siete provincias (la Liga de Gobernadores llegó a tener 16 mandatarios), Juntos por el Cambio se amplió con ocho gobernaciones y, en otros cinco distritos, se impusieron agrupaciones provinciales. La Libertad Avanza no contará con gobernaciones, a menos que logre algún batacazo en CABA o en Buenos Aires, y en ambas resultó tercero en las PASO. Para mayor desencuentro entre los diferentes actores, podría darse una situación inédita en la que la nación y las dos Buenos Aires resulten conducidos por tres signos políticos diferentes, agregando divergencias en el orden nacional. El sistema político, a partir de diciembre, mostrará un país dividido y heterogéneo, limitado en sus capacidades para alcanzar reformas estructurales imprescindibles.
En su biografía política Una tierra prometida, el ex presidente norteamericano Barack Obama reconoció haber tenido que luchar contra procedimientos institucionales problemáticos –las tácticas dilatorias del senado, conocidas como filibusterismo–, durante sus dos gestiones. “Acabaron siendo la peor migraña política de mi presidencia”, escribió. A pesar de haber ganado las elecciones por un margen abrumador, confiesa Obama, “no podía cambiar el nombre a una estación de correos”.
El nuevo mandatario que resulte electo en la Argentina en estas elecciones deberá lidiar con adversidades que sin duda pondrán rápidamente a prueba su margen de acción y su capacidad de liderazgo.
Guido Ratti es periodista y politólogo