Los campos magnéticos, de André Breton y Philippe Soupault
El surrealismo, antes del surrealismo
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Se podría decir que el surrealismo existió antes del surrealismo (si se toma su inicio por su primer manifiesto, de 1924). Mucho antes, y en la estela del dadaísmo, ya André Breton (futuro líder del movimiento) y Philippe Soupault se habían aventurado con Los campos magnéticos en la senda de la escritura automática, un experimento que entre tantas versiones redundaría en los célebres cadáveres exquisitos.
Pero Los campos magnéticos –como viene a recordar esta bella edición, traducida y anotada por Julio Monteverde– es mucho más amplio y ambicioso que aquellas combinaciones casuales. Son textos relativamente extensos en que los dos poetas buscan en su interior “el carácter inagotable del murmullo” para registrarlo sin corregir, sin detenerse en el aspecto estético de la escritura. La idea era pergeñar “un libro peligroso”. Sentados uno frente a otro, los “médiums” se dedican a hacerlo, incluso hasta diez horas, hasta que la fuente se agota. El resultado –como en “El espejo sin azogue” o “Guantes blancos”, con sus pasillos de hoteles desiertos– o los poemas del cangrejo ermitaño ofrecen ya la clase de combinaciones aleatorias que influyeron a tal punto que llegaron –por poner un solo ejemplo– hasta David Lynch.
La edición incluye como addenda “El mensaje automático”, texto en que años más tarde Breton volvería sobre la importancia de esa práctica –y sus antecedentes– y el empeño surrealista en proclamar “la igualdad total de todos los seres humanos normales frente al mensaje subliminal” y en sostener que “ese mensaje constituye un patrimonio común del que cada uno puede reivindicar su parte”.
Los campos magnéticos
Por André Breton y Philippe Soupault
Wunderkammer Trad.: Julio Monteverde
134 páginas, $ 25.400