Los Beatles, Brad Mehldau y el canon occidental
El nuevo disco del pianista de jazz es un original homenaje a los Fab Four
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Al final de cada canción (instrumentales, pero que no pierden ni la “voz” ni melodía) se oyen los aplausos. Señal de algo fundamental en el jazz: las grabaciones en vivo y la improvisación. Pero acaso aquí signifique también otra cosa. Los Beatles fueron la primera banda popular que hizo shows en vivo de manera masiva. Aún más, fueron pioneros en componer su propio material (el proto-rock de Ray Charles había llegado antes, a Chuck Berry no se lo tomó en serio y Johnny Cash y Bob Dylan en sus comienzos conducían por la ruta del blues y del country-folk).
El jazz, en gran parte, es justamente eso, pero en sentido contrario: interpretar temas de otros. En Your Mother Should Know: Brad Mehldau Plays The Beatles, el nuevo disco de uno de los pianistas clave de las últimas tres décadas, Mehldau nos entrega un álbum solista y en vivo con interpretaciones de nueve canciones de Lennon, McCartney y Harrison. Y de yapa una de David Bowie, “Life on Mars”. Como si la amistad entre Bowie y Lennon marcara un posible camino de canción posbeatle.
La idea de standards, desde los de primera generación (Cole Porter, los hermanos Gershwin, Hammerstein y Kern) o los de segunda generación (Thelonious Monk, Dave Brubeck, Sonny Rollins), cimentaron ese camino. Y entre el pos-hard bop, la tercera ola y el nuevo jazz europeo surgió algo más: interpretar temas pop. Menos por afán de modernización que de éxito comercial, ni las versiones de Sarah Vaughan y Ella Fitzgerald a George Benson o Duke Ellington (tal vez las peores versiones) funcionan.
Algunas excepciones son las versiones del guitarrista Wes Montgomery, y la bomba orquestal y swing de Buddy Rich interpretando “Norwegian Wood (this bird has flown)”. Ni Nick Cave (que parece derretirse tocando “Let it be”), ni U2 (su versión de “Helter Skelter” suaviza el carrusel orgiástico de la del Álbum Blanco), ni Nina Simone logran superar, siquiera igualar, las originales.
¿Por qué? Porque el clasicismo de Los Beatles opera al revés que el de la música clásica. Sí en esta la escucha de Beethoven o Mozart no se ve afectada por el intérprete (son pocos los que de oído pueden distinguir la batuta de Claudio Abbado de la Bruno Walter), con los Lennon y McCartney volvemos a sus campos de canciones de frutilla. Para siempre. La única excepción es convertir a sus clásicos, como el jazz lo supo siempre, en algo totalmente renovador: “With a Little Help from My Friends” por Joe Cocker. O, como un consejo invisible de John Cage, mientras menos “músico” sea el intérprete de las canciones de los Fab Four, mejor: la demente e histriónica versión de “I am The Walrus” por Jim Carrey, el recitado bucólico y perfecto de “In My Life” por Sean Connery.
Que es lo que captó Brad Mehldau a la perfección. En este nuevo disco respeta las melodías originales, pero las rearmoniza. Y no solo eso, sino que además se mete con canciones que a priori no parecen las más aptas para el piano solo de jazz: “I Am the Walrus”, “I Saw Her Standing There”, “If I Needed Someone” o “Baby’s in Black” (Mehldau es el primero que advierte el comienzo absolutamente dark y noir de Beatles for Sale: “No Reply”, “I’m a Loser” y “Baby’s in Black”)
Sin declamaciones, el pianista devela también ese ADN de Music Hall brit y con swing que viene de la pluma de McCartney. De pronto “Your Mother Should Know” suena como si hubiera estado siempre allí, como una canción de Paul Williams o de Bobby Scott. En su crítica, el periodista Matt Collar acierta cuando dice que “Here, There and Everywhere”, se transforma en una balada que evoca el estilo de los años sesenta de Bill Evans. ¿Cuál es el misterio de los Beatles y cómo hacer sus canciones hoy?
En el librillo del disco Mehldau escribe: “En El canon occidental, Harold Bloom abordó la pregunta de qué es lo que hace que los libros perduren. Y se responde: ‘La respuesta, la mayoría de las veces, es su extrañeza. Un modo de originalidad que, o bien no se puede asimilar o que se asimila y dejamos de verlo como extraño’. Y hay una gran cantidad de extrañeza en Los Beatles, sobre todo desde Rubber Soul hasta Let It Be”. Aplausos.