Literatura africana La riqueza de un continente que tiene quien lo escriba
Los mayores premios literarios de 2021, del Nobel al Goncourt, destacaron a autores nacidos en esa amplia y variada parte del mundo
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Del Premio Nobel al Goncourt, pasando por el Camões y el Neustadt Prize, en 2021 la literatura africana tuvo una notable cosecha. La mayoría de los grandes premios literarios europeos fueron entregados a escritores de origen africano, negros y diaspóricos, que residen y trabajan en Europa. Él éxito de los escritores africanos –cuyas obras, para muchos, aún poseen un aura de inocencia perdida para siempre en Occidente– se etiquetó como un “redescubrimiento” (luego de la tarea hecha por los editores franceses, portugueses e ingleses) y también como una suerte de “pago” simbólico de la impagable deuda colonial europea. Los fallos de los jurados de esos importantes premios se interpretaron en clave de corrección política; por ejemplo, a la obra del Nobel tanzano Abdulrazak Gurnah (inédita en la Argentina) se le adjudicó una “penetración compasiva e intransigente de los efectos del colonialismo y el destino de los refugiados en la brecha entre culturas y continentes”. ¿Llegó por fin la hora de África?
Además del Nobel de Literatura concedido a Gurnah, este año el Premio Camões, el más importante de la lengua portuguesa, lo obtuvo la mozambiqueña Paulina Chiziane, y el francés Goncourt y el estadounidense Neustadt fueron concedidos a los senegaleses Mohamed Mbougar Sarr y Boubacar Boris Diop. El Booker lo ganó el sudafricano (blanco) Damon Galgut. Gurnah es el primer autor africano negro en ganar el Nobel de Literatura desde que el nigeriano Wole Soyinka lo obtuviera en 1986.
Gran parte de las ficciones de los autores africanos negros conserva las huellas de las experiencias coloniales europeas en África; a la vez, la mayoría ha sido escrita en la “lengua del conquistador”, sea en inglés, francés o portugués. Los conflictos bélicos, religiosos y políticos, los choques entre pasado y presente, el exilio y el racismo son algunos de los denominadores comunes de una literatura poco conocida por los lectores, aunque no son los únicos.
Pese a estos reconocimientos, para muchos críticos y escritores africanos la seguidilla de premios no constituye el signo de un boom literario en ciernes. Timba Béma, escritor camerunés afincado en Suiza, declaró que “los actores de la cadena del libro no piensan que los autores africanos estén aportando algo nuevo” y agregó que en África no existe un mercado transnacional del libro. No obstante, indicó que debía apuntarse a una “desguetización de las narrativas y la inserción de los autores en la maquinaria editorial, incluidos los jurados de los premios más prestigiosos”.
"Las literaturas de África están marcadas por la diversidad de idiomas y de herencias"
Desde 2018, la editorial Empatía publica en la Argentina libros de relatos y novelas de autores africanos negros como la nigeriana Chika Unigwe, el camerunés Patrice Nganang, la ugandesa Doreen Baingana, el somalí Nuruddin Farah y Abdourahman A. Waberi, de la República de Yibuti. “Los últimos reconocimientos a autores de origen africano dieron visibilidad a una literatura poco difundida en nuestro continente en general, y en nuestro país en particular –dice la editora Marcela Carbajo, creadora de Empatía–. Con excepción de tres o cuatro nombres que se publican habitualmente (Chimamanda Ngozi Adichie, Mia Couto, José Eduardo Agualusa, J.M. Coetzee), poco se sabe de otros que, sin embargo, tienen muchos libros publicados y muy buenas críticas no solo en África, sino también en Europa y Estados Unidos”. Empatía nació con el objetivo de difundir ficciones “sin las cuales África continúa siendo o bien algo lejano y desconocido, o bien un cliché de sabanas, niños de vientre hinchado y jirafas”. Para Carbajo, las ficciones literarias pueden ser vehículos que acercan culturas, historias y realidades de una manera afectiva y –justamente– empática.
Como a veces se olvida, África es un continente y no un país. “Eso es lo primero que entendemos cuando leemos un relato de un autor argelino y luego otro de un autor togolés –destaca Carbajo–. Un egipcio no tiene mucho que ver con un keniata. Y esa es una primera imagen mental que se rompe del continente. Sin duda hay varios temas comunes que atraviesan la literatura africana: el colonialismo y sus consecuencias, el exilio, el papel de la mujer y el imperativo de ser madres, las dictaduras que muchas veces siguieron a los procesos de independencia. Lo interesante es que, al leer varios de estos libros, podemos ver no solo sus singularidades, sino además las cosas que tenemos en común. No somos tan lejanos como parece a simple vista. Por ejemplo, cuando Helon Habila nos envió su libro Esperando un ángel, nos resultó interesante para comprender la realidad social de Nigeria en la década de 1990 y también vimos cuántas cosas en común tenía esa historia con nuestro pasado reciente”.
Por último, la editora observa que la literatura latinoamericana tiene peso en África. “En nuestro libro más reciente, Explicación de la noche, del autor togolés Edem Awumey, uno de los personajes, ciego, siempre va acompañado de ‘grandes libros’ –cuenta-. Entre El ruido y la furia y el Ulises, encontramos Cien años de soledad y Rayuela. Así que esperamos que en algún momento la literatura africana también pueda ser conocida entre nosotros”.
"Gran parte de las ficciones están escritas en la “lengua del conquistador"
La profesora de literatura universal de la Universidad Johns Hopkins y crítica literaria estadounidense Jeanne-Marie Jackson no niega la existencia de un boom de la literatura africana, al menos en el Primer Mundo. “A menudo se escuchan frases como ‘la nueva literatura africana’ o ‘el renacimiento literario africano’ para describirlo, aunque durante mucho tiempo esos elogios se referían principalmente a un puñado de nombres internacionales de ‘estrellas’, como Chimamanda Adichie, Teju Cole o Yaa Gyasi –dice la autora de The African Novel of Ideas: Philosophy and Individualism in the Age of Global Writing–. Si bien es difícil generalizar sobre los rasgos literarios en una amplia gama de tradiciones e idiomas nacionales, la gran cantidad de premios literarios altamente visibles de África este año atestigua exactamente eso: los circuitos editoriales occidentales se están despertando de esta dificultad de la generalización, que, en el mejor de los casos, significa que los escritores del continente pueden liberarse de expectativas poco realistas sobre a quién o qué representan”.
El sello Edhasa publicó novelas y libros de relatos del angoleño José Eduardo Agualusa y del mozambiqueño Mia Couto (ambos blancos) y, este año, la extraordinaria Así hablaba mi madre, del marroquí Rachid Benzine. “A diferencia del boom latinoamericano, donde había una lengua en común, las literaturas de África están marcadas por la diversidad de idiomas y de herencias. Hay pocos puntos de contacto entre los países que en su día fueron colonias francesas con aquellos de habla portuguesa, como Angola y Mozambique, o inglesa, como Nigeria. A lo que se suma la convivencia no siempre amena entre católicos y musulmanes. Todo esto impide pensar en una literatura africana, del mismo modo en que, siendo rigurosos, tampoco puede hacerse lo propio con la europea”. Para Fagnani, lo que África ofrece es algo mucho más rico, intenso y singular. “Son literaturas nacionales, donde en algunos casos, no en todos, la modernidad se cruza con ancestrales tradiciones orales, con mitos y leyendas. Allí la referencia a cierta literatura latinoamericana es posible. Pero igual debe hacerse con cautela. El proceso de descolonización del África tiene menos de un siglo, y por lo tanto la presencia de la cultura de los eximperios coloniales sigue siendo decisiva. Aún es historia viva y sigue teniendo presencia en la escritura”.
Este carácter “folklórico” de la literatura africana observado por Fagnani está presente en la obra de varios autores, como pasa con la del constante candidato al Nobel, el keniata Ngugi Wa Thiong’o, cuya obra se distribuye en el país.
Por su parte, junto con la Cátedra Coetzee, Unsam-Edita, de la Universidad Nacional de San Martín, publica libros de autores africanos blancos como la sudafricana Antjie Krog y el mozambiqueño Couto.
“Un recorrido mínimo pero intenso por la literatura africana de lengua portuguesa puede tomar como punto de partida la novela Chiquinho (1947) del escritor de Cabo Verde Baltasar Lopes que, además de ser conmovedora por el buceo emocional de su protagonista, muestra la cruda realidad de las islas durante el período colonial que forzaba a sus habitantes a abandonarlas en busca de mejores oportunidades en Estados Unidos –dice Miguel Koleff, doctor en Letras Modernas y profesor en la Universidad Nacional de Córdoba–. Chiquinho, a pesar de ser un caboverdiano de pura cepa, se ve envuelto en la misma encrucijada y acaba eligiendo el mismo camino que sus antecesores, pese a su resistencia”.
Koleff destaca los cuentos del mozambiqueño Bernardo Honwana reunidos bajo el título de Nós matamos o cão tinhoso, de 1964, y escritos durante el período colonial. “En esas páginas puede interactuar con el poder y su resistencia en un contexto social que buscaba afirmar las bases de un país independiente pero sin los resabios neorrealistas característicos de la metrópoli, antes bien apelando a la alegoría y la metáfora. Un libro de una actualidad feroz, sobre todo a la hora de impugnar los gestos colonialistas del presente”.
Sobre la obra de la mozambiqueña Paulina Chiziane, ganadora del Premio Camões 2021, indica que es “capaz de deleitarnos con historias tribales que, en una primera instancia, son provocativas y mordaces, pero que después nos muestran las pervivencias de las tradiciones y costumbres arcaicas en una nación que quiere consolidarse como moderna y progresista”. Niketche. Una historia de poligamia, de 2002, se focaliza en personajes mujeres que toman el cuerpo y la palabra, “y pone en juego la cuestión del adulterio, de la mutilación genital y de la poligamia, anticipando discusiones hoy conocidas sobre el empoderamiento femenino, imposible de pasar inadvertidas”, concluye.
Nacido en la República del Congo, Gabriel Okoundji es un poeta que reside en Burdeos. Considerado uno de los grandes poetas contemporáneos por la originalidad de su obra, anclada en la oralidad del pueblo bantú. responde al título de Mwènè, a través del cual se aferra al misterio de la iniciación y el vínculo con los ancestros. Su voz nace en la unión de dos lenguas: el tégué y el francés. El sello local Evaristo anuncia el lanzamiento de su poesía reunida para las próximas semanas.
El Nobel de Literatura 2021 describió como nadie el estado de situación de la literatura africana que, en gran medida, se escribe lejos del continente africano. “Hay un movimiento mucho más visible ahora, desde ‘allá afuera’ hacia Europa –dijo Gurnah en una entrevista con Susheila Nasta–. Esto ha traído la necesidad de escuchar las historias de estas personas. Mientras que antes se contaban historias sobre ellas, ahora sus propias historias tienen que ser escuchadas. Ellos están aquí; ellos son tus vecinos, ellos están consumiendo drogas en tus calles o están trabajando en tus hospitales. Entonces, ‘el relato de nuestro tiempo’ ya no puede ser sellado en un tipo controlable de narrativa. La narrativa se ha escapado de las manos de quienes antes la tenían bajo control”.