Leonardo Padura: “Después de la pandemia, la vida en Cuba está en un punto crítico”
El premiado novelista habanero sostiene que las manifestaciones del año último en la isla fueron un grito de desesperación y que el gobierno castrista debería aceptar la ineficiencia de su sistema económico
- 13 minutos de lectura'
La voz de Leonardo Padura se escucha, diáfana, al otro lado de la línea. Esta llamada telefónica lo encuentra en Cerdeña, en donde participó del festival literario Dall’ altra parte del mare, junto a Arturo Pérez Reverte, Javier Cercas, Rosa Montero y escritores de Italia y de Venezuela.
Después de la cuarentena que selló fronteras, el escritor cubano, que vive en Cuba y escribe sobre Cuba, ha retomado el encuentro con los lectores en distintas partes del mundo. “El país del mundo de lengua española en donde es más difícil conseguir mis libros es precisamente en Cuba. Las ediciones son casi, diría, aleatorias y de muy pocos ejemplares, por eso lo único que me duele un poco es que mis contemporáneos, mis compatriotas difícilmente tengan acceso normal a mis libros”, dice Padura, el escritor cubano más importante de estos tiempos, ganador de múltiples reconocimientos, como el Premio Princesa de Asturias de las Letras. “Yo incluso he ganado muchas veces el premio de la crítica en Cuba sin que esos libros hayan tenido una sola crítica publicada en la isla”, dice Padura entre risas y advierte “lo absurdo que pueda sonar esta situación”.
Aunque editorial Planeta lo invitó a participar de la última Feria del Libro de Buenos Aires en la que La Habana fue la ciudad homenajeada –y no pudo hacerlo por compromisos previos–, el escritor lamenta no haber recibido la invitación del gobierno cubano. Es que Padura no ha ahorrado críticas al gobierno de su país. El desencanto, las esperanzas perdidas de una utopía trunca y la larga deriva de Cuba atraviesan buena parte de su obra.
Mientras se prepara para lanzar su próxima novela, Personas decentes, en la que volverá a aparecer el detective Mario Conde, protagonista desencantado de tantas obras suyas y un álter ego del escritor, Padura volvió al ruedo al prologar Fuga de Siberia en un trineo de renos (Siglo XXI), el diario personal de León Trotsky en el que el revolucionario ruso relata, en tono íntimo, las peripecias y las vivencias de su deportación y su fuga de la estepa siberiana. A Padura, desde ya, esa figura no le resulta nada extraña: en El hombre que amaba a los perros, una de sus novelas más aclamadas y exitosas, el escritor revisita desde la ficción los últimos años de Trotsky en su destierro mexicano y su asesinato, a manos del sicario de Stalin Ramón Mercader.
"Decidí que quería escribir sobre Cuba y en Cuba, pasando las dificultades que pasara y recibiendo a veces las reprimendas que he recibido"
En pocos días Padura volverá a Cuba, su territorio físico y literario, el país que arrastra una crisis de décadas, agravada, dice el escritor, por la pandemia que paralizó el turismo, el embargo estadounidense que afecta la vida cotidiana de los cubanos y la propia ineficiencia interna del gobierno.
Después de las protestas multitudinarias del 11 de julio de 2021, la represión y las detenciones masivas, Padura escribió un texto que se llamó “Un alarido”. “Lo que se escuchó ese día fue un grito de desesperación”, dice y explica que ahora mismo hay una crisis migratoria protagonizada por jóvenes, un grave problema de desabastecimiento, de generación eléctrica y enormes dificultades para conseguir medicamentos.
“Decidí desde muy temprano que yo quería escribir sobre Cuba y escribir en Cuba, pasando las dificultades que pasara y recibiendo a veces las reprimendas que he recibido, pero he decidido que ese es mi territorio, que ese es mi lugar”, dice sobre su decisión de no emigrar. Y recuerda una frase de la poeta cubana Dulce María Loynaz, cuando le preguntaron una vez: “Dulce, ¿por qué usted no se fue de Cuba?”. Y dio una respuesta de la que Padura se ha apropiado: “Porque yo llegué primero”.
–Es la primera vez que La fuga de Siberia en un trineo de renos se publica en español. ¿Usted había tenido acceso a esta bitácora de Trotsky antes de escribir El hombre que amaba a los perros?
–No. Conocía esa aventura, por supuesto, pero descubrí el material cuando la editorial decidió hacer la traducción y me pidió que escribiera el prólogo. Trotsky fue un personaje muy complicado de trabajar en El hombre que amaba a los perros en un sentido contrario al otro que fue muy difícil trabajar, que fue Mercader; porque si bien de Mercader prácticamente no existía literatura, de Trotsky sobreabundaba. En esa selección de los materiales, me decanté por la biografía de Trotsky escrita por Isaac Deutscher y la autobiografía de Trotsky, que comprende sus dos deportaciones a Siberia, incluida la que se narra en el libro. Yo tenía información de lo que había ocurrido con ese escape de Siberia, pero en este texto uno tiene una visión diría que mucho más íntima, más cercana de lo que fue ese momento de la vida de Trotsky y de quién era ese joven revolucionario que todavía no ha perfilado del todo sus ideas político-filosóficas, pero que evidentemente ya es un activista político que va a tener un futuro por dos condiciones: por su capacidad de liderazgo y por su enorme capacidad de expresión tanto en las tribunas como en los textos que escribía.
–Cuando se cumplió el 80° aniversario del asesinato de Trotsky lo llamaron recurrentemente para evocar su figura. ¿Por qué cree que, tantos años después y a la luz del fracaso soviético, despierta tanto interés?
–Yo creo que ahí se unen varios elementos. Por una parte, hay una lógica muy frecuente de solidaridad con el perdedor. En el territorio político, él fue el perdedor en su enfrentamiento con Stalin, tanto que fue asesinado por orden de Stalin lejos del poder en un pueblo entonces perdido de México que se llama Coyoacán, que hoy forma parte de los circuitos turísticos de ese país. Eso despierta cierta simpatía por el personaje. Ante esa práctica dominante –porque no puedo llamarlo filosofía– de lo que fue el estalinismo, Trotsky significaba una alternativa diferente y menos cruenta que la que representó Stalin. Ahora mismo estoy leyendo un libro que se llama La vida cotidiana durante el estalinismo y la imagen que uno saca de esas lecturas y de la apertura de los archivos de Moscú demuestran lo terrible que fue el estalinismo para la Unión Soviética y de qué manera decidió los rumbos de esa utopía humana de crear una sociedad igualitaria que Stalin destruyó prácticamente desde los primeros años de su ascenso al poder. Y todo eso, creo, ha sido ganancia para la imagen de Trotsky como pensador revolucionario diferente o alternativo.
"Lo que se escuchó ese 11 de julio cuando la gente salió a la calle es un grito de desesperación. Y eso, como dije, no se iba a resolver con represión, con medidas punitivas"
–Trotsky es un hombre que atraviesa varios destierros. Usted mismo ha abordado el tema del exilio en varios libros. ¿Ve puntos en común en cualquiera que encara un destierro o que se ve obligado al exilio?
–Cualquier exilio no escogido voluntaria y normalmente tiene cierto nivel de dramatismo. No es lo mismo el cubano que se decide a salir de Cuba y pierde toda relación ciudadana con el país que un argentino que dice “yo quiero irme a vivir a París” y cuando se aburrió de París regresó a Buenos Aires. Escribí una novela que se llama La novela de mi vida hablando del exilio de José María Heredia, el primer exiliado cubano, el primer revolucionario cubano, el primer gran poeta cubano. Y ahora escribí Como polvo en el viento y hablo de este drama del exilio para una generación. Los cubanos salen de Cuba por distintos motivos. En Como polvo en el viento evité que hubiera desacuerdos políticos fundamentales para la salida de esos personajes de Cuba porque las cosas políticas ponen las situaciones en blanco y negro: “Me voy porque estoy en contra” o “me quedo porque estoy a favor”. Por supuesto que incide la política, pero son decisiones de carácter más complicado, de carácter humano, laboral, personal, amoroso, de todo tipo.
–Usted no se exilió. ¿Le piden explicaciones por eso?
–A veces me piden explicaciones y yo creo que debería ser al revés. A quien hay que pedirle explicaciones es al que se exilió, no al que se quedó. Lo normal es que uno se quede en el contexto en que vive, más siendo un escritor. Podría ser normal para un escritor irse un tiempo a conocer otra realidad y también es normal que el escritor se quede viviendo en su contacto cultural porque, en definitiva, pertenece a una cultura y está ligado a un territorio cultural, psicológico y humano muy específico que es su nación. En el caso de los novelistas es una relación que a veces es mucho más intensa con la ciudad a la que pertenecen. Yo soy un escritor totalmente habanero, radicalmente habanero. La Habana es mi territorio y en mis libros siempre que hay algún movimiento en el argumento que me saca fuera de Cuba, siempre hay un regreso a Cuba. Y decidí desde muy temprano que quería escribir sobre Cuba y escribir en Cuba, pasando las dificultades que pasara y recibiendo a veces las reprimendas que he recibido y porque además recuerda esa frase que he citado ahora últimamente bastante de Dulce María Loynaz, cuando le preguntaron: “Dulce, ¿Por qué usted no se fue de Cuba?”. Y dio una respuesta que yo me he apropiado de ella porque me parece genial. Dijo: “Porque yo llegué primero”.
"Habría que empezar por darle a la gente lo que se merece y lo que necesita porque tantos años viviendo en crisis provoca un enorme agotamiento"
–Uno de sus personajes dice: “Todas las razones para salir de Cuba son válidas y todas las razones para quedarse también lo son”.
–Y se completa con lo que dice Clara, uno de los personajes: “Lo importante es respetar unas y otras”. Y creo en el principio del respeto, respetar la decisión de las personas de quedarse o de irse, de reinventar su vida o adaptarse a una determinada circunstancia.
–¿Cómo convive usted con el fracaso de la utopía socialista?
–Lo vas a poder leer muy bien en el mes de agosto cuando Tusquets ponga en circulación mi nueva novela con el personaje de Mario Conde. Se llama Personas decentes. Verás ahí un libro donde hay un enorme desencanto.
–O sea que Mario Conde sigue teniendo cosas para decir.
–Sí. Y cada vez su mirada al mundo es más desencantada. La realidad cubana lo ha llevado a potenciar ese desencanto y en la medida en que envejece y sabe que su tiempo vital se va reduciendo, como se va reduciendo el mío. Yo este año cumplo 67 años, ya no soy aquel muchacho de 30 y tantos que fue por primera vez a una Feria del Libro de Buenos Aires en 1992 o 1993. Ha pasado mucho tiempo. Como habrás visto en Como polvo en el viento, no solo hablo del exilio de mi generación sino también del exilio de los hijos de mi generación. Si mi generación todavía tenía una relación un poco romántica con esta idea de la lejanía, para la generación siguiente era una cuestión de una simple decisión: “Me voy porque me voy”. Y ahora mismo hay una crisis migratoria en Cuba. La mayoría de los cubanos está saliendo a través de Nicaragua, lo cual significa hacer el viaje desde Centroamérica hasta la frontera norteamericana. En esas caravanas hay muchísimos cubanos y la mayoría, jóvenes.
–Cuba arrastra problemas de escasez y desabastecimiento desde hace décadas. ¿Cómo es la vida hoy?
–La vida en Cuba está en un punto crítico. Y puedo reafirmar la palabra. Hay un problema grave de desabastecimiento y de generación eléctrica. Incluso hay muchas dificultades para conseguir medicamentos para las enfermedades crónicas como la hipertensión y el hipotiroidismo. El hecho de que la pandemia prácticamente paralizó el turismo fue algo que afectó económicamente mucho a Cuba, que ya venía bajo la presión de medidas que reforzaban el embargo económico y financiero. A veces puede parecer que es una justificación, pero es real y afecta globalmente muchísimo a la economía cubana y particularmente a la vida cotidiana de los cubanos. Y el último punto de los más notables fue ese proceso de ordenamiento monetario que venía a eliminar una doble moneda que existía en el país y que lo que ha hecho fue potenciar la existencia de cuatro monedas: el peso cubano, el dólar norteamericano, el euro y una moneda que solo sirve para comprar en determinadas tiendas que se ha denominado MLC (Moneda Libremente Convertible), tiendas que no están mucho mejor abastecidas que las tiendas normales. Es una situación realmente muy complicada la que tenemos en Cuba.
–Usted no es neutral y critica públicamente al régimen cubano. ¿Qué tiene para decir de las protestas de julio del año pasado, las detenciones y el encarcelamiento de varios de sus compatriotas?
–A raíz de esos acontecimientos escribí un artículo que se llama “Un alarido” que no quise publicar en ningún medio internacional y busqué un medio cubano alternativo que se llama La Joven Cuba, un sitio en internet. Lo que se escuchó ese 11 de julio cuando la gente salió a la calle es un grito de desesperación. Y ahí digo que eso que ocurrió no se iba a resolver con una represión, no se iba a resolver con medidas punitivas y la realidad lo ha demostrado.
–¿Qué quiere decir?
–Que se impone encontrar soluciones, incluso me atrevería a decir la palabra, soluciones más revolucionarias con respecto a la situación económica y social cubana, no simplemente cambiar un ministro o cambiarle el nombre a una moneda y, al final, crear más problemas de los que había con la moneda anterior. Se necesita cierto nivel de riesgo, de valentía y de decisión y empezar por un territorio económico que está afectado por las limitaciones del embargo norteamericano, pero que también está muy afectado por la ineficiencia interna. Hace unos días leí en un medio oficial cubano que la producción azucarera cubana de este año es la más baja en los últimos cien años. Es decir que cuando más falta hacía producir azúcar es cuando menos azúcar se ha producido y eso tiene mucho que ver con un sistema económico: su eficiencia económica no funciona. Habría que empezar por darle a la gente lo que se merece y lo que necesita porque tantos años viviendo en crisis provocan un enorme agotamiento. Empezamos en crisis en 1990 y aunque ha habido momentos en que parece que vamos a sacar la cabeza del agua, después viene otra ola y nos vuelve a tapar la cabeza. Ahora mismo estamos con pocas posibilidades de sacar la nariz en medio de esta crisis.
UN AUTOR QUE SUPERA FRONTERAS
PERFIL: Leonardo Padura
. Leonardo Padura nació en La Habana, en 1955. Todavía hoy vive en La Mantilla, el barrio de la capital de Cuba en que nació y se crió, y que se ve reflejado, como toda la ciudad, en sus obras.
. Estudió literatura latinoamericana en la Universidad de La Habana y en sus comienzos se dedicó al periodismo, donde fue jefe de redacción de La Gaceta de Cuba.
. La mayor parte de su obra está dedicada a las novelas policiales, aunque su libro más exitoso a nivel internacional, El hombre que amaba a los perros, está dedicado a León Trotsky y a su asesino, Ramón Mercader. Entre sus historias negras, protagonizadas por el inspector bibliófilo Mario Conde, se incluyen Pasado perfecto (1991), Vientos de cuaresma (1994), Adiós, Hemingway (2001), La neblina del ayer (2005) y La transparencia del tiempo (2018).
. También ha publicado ensayos y libros sobre salsa, como el de entrevistas dedicado a los mayores representantes del género (Los rostros de la salsa). También ha escrito guiones para documentales.
Recibió numerosos galardones, entre ellos el Princesa de Asturias en 2015, en España; el Premio Nacional de Literatura de Cuba, en2012, y la Orden de las Artes y las Letras que otorga Francia.