Lenguaje inclusivo: lo importante es no matar al mensajero
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¿Es el lenguaje inclusivo propiedad exclusiva de un grupo? ¿Pertenece solo a las personas menores de 25 años? ¿Es acaso privativo de quienes ejercen la política en la Argentina? ¿Utilizar lenguaje inclusivo implica apoyar una ideología? Hay una primera pregunta que deberíamos plantearnos: ¿qué es el lenguaje inclusivo? Para mucha gente que lo defiende implica, sencillamente, poner primero a la persona; luego, sus características. ¿Cuál de estas frases pertenece, entonces, a la esfera del lenguaje inclusivo?
Opción 1: “Es necesario vacunar a l@s obes@s”
Opción 2: “Es necesario vacunar a las personas con obesidad”.
Sin lugar a duda, la segunda opción es la inclusiva, pues pone en primer lugar a la persona y luego a sus características.
El idioma español refleja en su evolución cambios culturales, sociales y cognitivos: el masculino genérico funciona, sin dudas, como espejo de la sociedad. Pero esa sociedad es la que está cambiando. Hasta hace unos años la palabra “embajadora” solo significaba “cónyuge del embajador”; hoy, se habla de embajadora como la mujer que ejerce el mayor cargo en el servicio diplomático. Tampoco había mujeres gerentas: hoy sí, y cada vez más. “Gerenta” y “jefas” son palabras que gozan de buena salud en el diccionario de la Real Academia Española.
Y, si bien el género lleva la bandera, hay otros aspectos que también abarca el lenguaje inclusivo: edad, modelos corporales, discapacidad, conformación familiar, pluralidad religiosa, heterogeneidad socioeconómica, etnias, ideología y todas sus posibles confluencias.
Veamos esta oración: “Nuestros abuelos necesitan de nuestra ayuda y nuestra compañía”. No importa tanto que “abuelos” sea masculino como la generalización que da por sentado que las personas mayores de cierta edad tienen sí o sí descendencia. ¿Una mujer de 30 años debería ser llamada “madre” por temas cronológicos? ¿Por qué entonces hablamos de “abuelos” cuando no hay relación de parentesco? Además, la vejez no implica forzosamente un tiempo de enfermedad o necesidad constante, como tampoco parece cierto que la única diversión consista en recibir a la familia en casa.
¿Habrá que usar siempre el lenguaje inclusivo? Las organizaciones deberán tomar una decisión; analizar qué sucede en la industria a la que pertenecen y reaprender. No pueden decir “Niños y niñas tienen que ser respetados”. ¿Por qué? Porque comienza siendo inclusivo y luego cae en el masculino genérico (“respetados”). ¿La víctima? La coherencia textual.
Por eso, la idea es encontrar los instrumentos que permitan generar un uso lo más acertado y lo menos controversial posible. Cada organización deberá decidir si usa todas las formas del lenguaje inclusivo o emplea las menos polémicas. Del mismo modo que tendrá que decidir si trata de “vos” o de “tú”. Lo importante es que haya una decisión institucional.
Existen propuestas que no implican enfrentamientos con la gramática tradicional. Por ejemplo, usar adjetivos sin marca de género en lugar de sustantivos (reemplazar “El desempleo entre los jóvenes” por “El desempleo juvenil”) o utilizar sustantivos colectivos (reemplazar “Los directores acordaron” por “El directorio acordó”). Las palabras “personas” y “equipo” también son eficaces: “Nueve de cada diez asegurados” puede ser cambiado por “Nueve de cada diez personas aseguradas” o “Trabajá con nosotros” puede transformarse en “Trabajá en nuestro equipo”.
¿A quién, entonces, no debemos matar porque porta un mensaje? Al lenguaje inclusivo, que trae anuncios de cambio, de evolución. Y tiene mucho para aportar: ayuda a valorar y visibilizar la diversidad y a desterrar las actitudes discriminatorias. Sin embargo, no deja de ser más que una herramienta, un medio.
Cambiar el final de una palabra o el artículo no nos volverá una sociedad mejor. Hay mucho por hacer en favor de la inclusión; las marcas morfológicas son solo señales y no resuelven todo. ¿Por qué, entonces, promover –desde los medios, las empresas, las universidades– un lenguaje que incluya la diversidad? El lenguaje contribuye a crear realidad. Un lenguaje más inclusivo dará como resultado una sociedad más inclusiva. Nuestras palabras –nuestras imágenes– tienen el poder de tender puentes entre grupos. Evitemos el prejuicio, veamos lo que cada singularidad tiene para ofrecer y develemos significados.
¿Acaso alguien notó que este texto está escrito totalmente en lenguaje inclusivo?
Consultora experta en redacción corporativa