Lecturas: Una novela de fantasmas que no se parece a ninguna otra
El último libro de la escritora estadounidense Lorrie Moore, famosa por sus cuentos, da un nuevo giro en su obra, siempre sorprendente
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Detrás del éxito arrollador de los cuentos de la autora estadounidense Lorrie Moore (Glens Falls, Nueva York, 1957), se esconden con timidez sus novelas. Mejor dicho, se escondían hasta la aparición de la flamante Si este no es mi hogar, no tengo un hogar, su esperada cuarta narración larga que llega después de quince años de silencio en este género. La sorpresa es que narra una historia de fantasmas tan absurda como desopilante que, de múltiples maneras, cruza los límites del realismo de sus anteriores propuestas.
Vale pronto aclarar que se trata de una historia tan cómica como trágica, en la que ninguno de los tópicos del género de fantasmas se encuentra en el lugar que se espera. Finn fue abandonado por su novia Lily, vive provisoriamente en la mitad de una casa alquilada en Navy Lake y pierde su trabajo como profesor de historia por hablar de teorías conspirativas. Entonces aprovecha para visitar a su hermano que está internado en Nueva York, en un lugar de cuidados paliativos con un cáncer que ya no tiene vuelta atrás.
Mientras lo acompaña, se entera de que su ex se suicidó, así que maneja de vuelta como loco para despedirla en el cementerio. Entonces Lily se le aparece de pie, con un poco de tierra en la boca y empiezan juntos un viaje en auto que lleva a pensar por momentos en la estética de Tim Burton en su película de animación El cadáver de la novia.
Los riesgos de caer en ridículo con una historia así son muchos. Moore tiene la capacidad de esquivarlos todos y extrae la mayor potencia de sus escenas a través de personajes entrañables y un humor lacerante. A los tumbos, con reflexiones directas, Finn se abre paso a lo largo de peripecias más o menos estrafalarias para atravesar el largo momento de decirle adiós de la vida contemporánea.
No es la primera vez que la autora norteamericana logra hazañas imprevistas. Tenía apenas 28 años cuando publicó su primera colección de cuentos, Autoayuda, que revolucionó la crítica con una serie de relatos cortos que jugaban con el formato de los libros de ese género, pero en realidad ahondaban con sagaz mirada feminista temas que iban de la infidelidad a los procesos de escritura, como ocurre en “Cómo ser la otra mujer” o “Cómo convertirse en escritora”.
Los tres libros de cuentos que le siguieron, reunidos actualmente en Cuentos completos, si bien son desparejos, contienen relatos que se volvieron hitos de la narrativa breve, entre ellos “Gente así es la única que hay por aquí: farfullar canónico en el hospital de pediatría”, con la historia llena de humor y ternura de una madre que encuentra un coágulo de sangre en el pañal de su bebé y pasa un tiempo con él en el hospital, o bien, la tragedia de un accidente atroz que marca la vida de una mujer, pero solo se nombra en las primeras líneas de “Una madre estupenda”.
Son narraciones que reflejan el modo en que Moore lleva la tradición del cuento norteamericano a un nuevo nivel. Su escritura combina la mirada antropológica de Flannery O’Connor para atrapar la totalidad en cada detalle, la frescura de J.D. Salinger para los diálogos y el virtuosismo de Vladimir Nabokov para combinar ritmo y sentido en un lenguaje que siempre muestra mucho más de lo que dice.
Así visto, el lugar menor que parecen ocupar las novelas en su obra podría provenir de su dispar origen literario. Un año después de su debut como cuentista, Moore ya publicó su primera novela Anagramas, en la que proponía un juego innovador, al abordar las múltiples vidas que pueden vivirse en una sola a través de argumentos sucesivos, En ellos Benna Carpenter va de cantar en un club nocturno a pelear contra las hormigas que invaden su departamento. Resulta ingeniosa, pero no va más allá de eso.
En cambio, en Si este no es mi hogar, no tengo un hogar los riesgos que asume llevan la historia de Finn a un lugar inesperado y conmovedor. Con un estilo personal que ya se volvió su sello inconfundible, propone un encuentro entre hermanos, por momentos tierno, por momentos de un humor tan negro como corrosivo. Justo cuando parecen adentrarse en las profundidades de la tragedia, la trama gira de golpe en una dirección que no deja la tristeza de lado, sino que la dota de una vibración alegre. Entre el absurdo y la reflexión descarnada, las escenas reflejan la cualidad fluida del devenir de la vida que no se detiene ni siquiera frente a los hechos más trágicos.
No es lo único. A la par de la historia de Finn, aparecen las cartas de una tal Eliz, dirigidas a su hermana. Al principio es difícil establecer algún vínculo entre ambas tramas; sin embargo, las líneas argumentales se trenzan para revelar un misterio de otra época, y establecer una capa más de sentido que alcanza varios temas de la novela. Sí, a la escritora norteamericana le gusta la exploración de las formas, los múltiples sentidos, la indagación sobre la humanidad.
No es la primera novela de Moore que encuentra en metáforas precisas y el sentido del humor sarcástico un modo más honesto de nombrar la experiencia contemporánea. Ya en su más íntima ¿Quién se hará cargo del hospital de ranas?, propone que las vidas más comunes ocultan personas extraordinarias. Bertie es una mujer que se cuestiona su matrimonio y recuerda un momento de su adolescencia en el que, de alguna manera, se volvió la mujer que es. La narradora tiene una capacidad de introspección implacable, y así, alcanza el núcleo de las vivencias que forjaron su identidad. De ese modo, se ríe de las convenciones que dan forma a lo que se supone es real.
Esta vez el recurso del fantasma –con zapatos de payaso y manchas de descomposición en el cuerpo– muestra mejor que cualquier otra figura el modo en que el pasado se instala en el presente. El efecto de lectura deja a la vista una cualidad inédita de las despedidas de hoy: nunca fueron tan largas las enfermedades terminales que se extienden en el tiempo sin finalizar del todo, ni tampoco tan prolongado el fin del amor, que se rompe, sí, aunque los fragmentos quedan rondando por el mundo virtual en una comunicación que parece mantenerlo vivo.
Si esto no es mi hogar, no tengo un hogar es especialmente sagaz en sus frases que nombran, entre otras cosas, el dolor de la pérdida cuando todavía el objeto de afecto no se ha ido. Ahí reside una de las mayores fortalezas de la escritura de Moore: no se rinde en su búsqueda de un lenguaje singular para cada proyecto. Aunque no es infalible y a veces tropiece, cuando consigue lo que se propone alcanza a captar con destreza el sentido más hondo de toda una época.
Si este no es mi hogar, no tengo un hogar
Por Lorrie Moore
Seix Barral. Trad.: Albert Fuentes
285 páginas, $ 19.900
Cuentos completos
Por Lorrie Moore
Seix Barral