Lecturas: Salman Rushdie, la supervivencia por la imaginación
Publicada después del ataque que el escritor sufrió el año último, Ciudad Victoria vuelve a combinar lo trágico y lo irónico, al centrarse en una ficticia épica del pasado lejano escrita por una mujer
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El 12 de agosto del año último, Salman Rushdie ( 1947), escritor británico y estadounidense nacido en la populosa ciudad india de Bombay, sobrevivió a un ataque contra su vida en una conferencia. Hace décadas que vive escondido –aunque lo hacía cada vez menos– para protegerse de la fatwa que contra él decretó el ayatollah Khomeini en los años ochenta, después de la publicación de su novela Los versos satánicos. Obras anteriores a esa ganaron premios, como Hijos de la medianoche, que en 1981 obtuvo el Premio Booker. Y más tarde, cuando siguió escribiendo a pesar de las amenazas, recibió en 1995 el Costa Novel Award por El último suspiro del Moro (premio que también recibió en su momento por Los versos satánicos). Ciudad Victoria, publicada en castellano en una muy buena traducción de Luis Murillo Fort, es su última obra, escrita antes, pero publicada con posterioridad al ataque.
La prosa de Rushdie tiene los colores de la pintura y la ropa de la India. Intrincada, brillante, barroca, combina constantemente tonos que hasta hace muy poco parecían opuestos en Occidente: lo trágico y lo irónico; lo solemne y lo escatológico; lo moderno y lo antiguo. Esas mezclas inesperadas se dan también a nivel de las ideas. Y en esa tendencia, la literatura del escritor anglo-indio (todos sus libros, entre otros, Harún y el Mar de las Historias, Shalimar el payaso, La encantadora de Florencia) proclama su pertenencia a lo que, a principios de este siglo, se llamó “literatura de la poscolonialidad”. El término se refiere a autores que escriben en idiomas europeos (inglés, francés, castellano, portugués), pero expresan visiones no europeas del mundo (el francés Lucien Goldmann define “visión del mundo” como la forma de leer el universo que cada cultura transmite a su pueblo de generación en generación).
"Rushdie escribe en inglés, pero el peso de las culturas de la India en sus libros es más que evidente"
Para conseguir que un idioma que proviene de una cultura particular (la colonizadora) sea capaz de decir a otra (la colonizada), estos escritores llevan a cabo una operación que los poetas amerindios estadounidenses llaman “reinventar el idioma del enemigo”. Es esa reinvención la que hace de estas literaturas un espacio de sorpresa y originalidad; es ahí donde nacen los rasgos que unen a Rushdie con el llamado “boom latinoamericano”. Algunos ejemplos: Jean-Marie Le Clézio (francés, pero criado parcialmente en África), Toni Morrison (que transmite en inglés las visiones del mundo de sus antepasados africanos esclavizados), o los latinoamericanos Gabriel García Márquez y Miguel Ángel Asturias. Todos ellos recibieron –a diferencia de Rushdie– el Premio Nobel de Literatura.
Rushdie escribe en inglés, pero el peso de las culturas de la India en sus libros es más que evidente, transcurran en la contemporaneidad como El suelo bajo sus pies, o en un pasado lejano como Ciudad Victoria, en la que una voz narradora actual cuenta y analiza un poema antiquísimo –el imaginario Jayaparajaya–, escrito por una mujer, Pampa Kampana, que relata el nacimiento, la gloria y el fin de un imperio olvidado.
Como en todas sus novelas, en esta hay una estrecha relación entre la historia y las vidas mágicas de los personajes (por eso, la impresionante bibliografía final); y se reflexiona constantemente sobre la humanidad, la naturaleza, la religión, la política.
Ciudad Victoria tiene una estructura cuidadosa. La voz narradora contemporánea cuenta a otra voz narradora antigua. Así acerca el relato a nuestra forma de mirar el mundo y, al mismo tiempo, lo aleja porque lo vuelve parte de tiempos inmemoriales. Es una voz irónica e inteligente que interpreta además de contar. La “interpretación” aparece sobre todo en fragmentos entre paréntesis y en bastardilla, fragmentos que son, sin duda, uno de los puntos de apoyo sobre los que se asienta un argumento complejísimo, que abarca los doscientos años de la vida de Pampa Kampana y también del supuesto imperio.
Otro de los puntos de apoyo del relato es la circularidad, adelantada ya en el nombre del manuscrito (Jayaparajaya) y enfatizada por hechos que se repiten en espejo al comienzo y al final. Entre otros: Pampa crea un mundo con susurros mágicos y, antes de morir, ese mundo le susurra sus verdades a ella; hace cerámica en la infancia y vuelve a hacerla al final; y la voz narradora dice directamente: “La historia de Bisnaga terminó como había empezado, con una cabeza cortada y un incendio”. Los hechos combinan vidas de reyes y reinas, personajes muy realistas y también hechizos como los que transforman a las mujeres en pájaros.
Por otra parte, en Ciudad Victoria las mujeres son el alma del imperio. En la ciudad de Bisnaga, se dedican a oficios reservados a los hombres como la guerra, la magia, el sacerdocio, el arte y, en algunos períodos, llegan hasta la cima del poder. Lo que Pampa y los suyos intentan construir es un reino de la “igualdad”, un lugar en el que coexistan todas las religiones, en el que todo se comparta.
Ese mundo lleno de belleza y crueldad es un camino nuevo que lleva a los lectores hacia los temas que siempre interesaron a Rushdie (¿no decía Borges que un escritor o escritora cuenta siempre la misma historia?): la ética, la política, el coraje, el egoísmo, el respeto por la diferencia y los diferentes. Y por supuesto, la creación artística. La novela cuenta la creación de un imperio pero, como suele pasar en nuestros tiempos, está interesada también en la creación del libro que narra ese imperio; es decir, en la función y el sentido de la literatura. A lo largo de sus cuatro partes, hay debates profundos sobre la relación entre el creador y sus criaturas (por ejemplo, esta frase, que recuerda a Pirandello: “El que crea tiene que aceptar las decisiones de sus creados”). Pampa Kampana es la creadora que imagina tanto la ciudad como el libro. Pero el único que perdurará de los dos, afirma el narrador contemporáneo, es el segundo. En el final del último poema, se afirma que lo que “hicieron, pensaron o sintieron” los reyes y las reinas del relato ya no existe. “Las palabras”, se lee, “son los únicos vencedores”. Y las palabras siempre fueron el arma de lucha de Rushdie y la raíz de las persecuciones que sufrió y sufre. Él sabe lo que dice.
Ciudad Victoria
Por Salman Rushdie
Random House. Trad.: Luis Murillo Fort
368 páginas, $ 6999
Hijos de la medianoche
Por Salman Rushdie
Random House
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