Lecturas: Los peligros del tecnofeudalismo
En su nuevo libro, el griego Yanis Varoufakis desmenuza el presente de un capitalismo marcado por la total mercantilización del tiempo pasado frente a las pantallas, y el modo en que se moldean deseos y comportamientos
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“Cada día desaparece un poco más nuestro derecho a tener algo de tiempo en el que no estemos a la venta en las plataformas digitales”, explica en Tecnofeudalismo el economista griego Yanis Varoufakis (Atenas, 1961).
Esta observación es una con la que podrían coincidir varios autores interesados en la tecnología desde el punto de vista filosófico y social. Pero para Varoufakis, a diferencia del alemán Byung-Chul Han, el canadiense Nick Srnicek o el argentino Agustín Berti, tal situación describe, sobre todo, el ocaso económico del “individuo liberal”. La total mercantilización del tiempo frente a las pantallas y la pérdida de nuestra libertad, por lo tanto, cobran un sentido pleno si asumimos que el verdadero problema es la muerte de un modo de entender el capitalismo. Emerge entonces su sigiloso sucesor, el “tecnofeudalismo”, que anclado en las nuevas reglas de un “capital en la nube”, se consagró menoscabando uno de los principios básicos del viejo capitalismo: el ánimo de lucro.
Tal como prueba en ensayos como Comportarse como adultos, en el que narra su paso como ministro de Finanzas de Grecia a través de los oscuros mecanismos de poder de los organismos supranacionales europeos durante la crisis griega en la “eurozona” de 2015, en esta ocasión Varoufakis tampoco especula con futuros económicos brillantes u ominosos, sino que analiza el presente mediante el estudio detallado del pasado. En este caso, el voraz crecimiento del conglomerado tecnológico de Silicon Valley no puede entenderse sin considerar dos hechos primordiales. Primero, la privatización de internet, que a partir de 1980 se desligó de los organismos e intereses no comerciales que la habían construido. Segundo, la manera en que los gobiernos occidentales y los bancos centrales respondieron a la gran crisis financiera de 2008, emitiendo enormes volúmenes de dinero que primero recibieron los bancos, luego fueron al mercado de acciones de las empresas tecnológicas y, sin que eso significase incrementar sus beneficios, sirvió para que el puñado más poderoso de “gigantes tecnológicos” se capitalizara y devorara a sus competidores más endebles.
En el proceso, el capitalismo contemporáneo, o al menos la versión más o menos virtuosa que había existido desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la crisis del petróleo de 1973, dejó atrás partes clave de su identidad. Neutralizando sindicatos, entregándose a la especulación y desregulándose a los fines de que solo el interés privado y la usura tomaran el control, “el capital siguió prosperando”, subraya Varoufakis, “aunque el capitalismo ya no lo hizo”.
Atrapada en un proceso de automatización digital completa, la “tecnoestructura” previa del capitalismo se convirtió así en un nuevo “capital en la nube”, dispuesto a parcelar el nuevo territorio virtual en “feudos” (Amazon, Google, Meta, Apple, X, etcétera) a los que tanto los mercados, cada vez más precarizados, como los consumidores, cada vez más dominados, acceden como si fueran vasallos y siervos para llevar adelante sus negocios. En todos los casos, lo cierto es que unos y otros deben subordinarse a la lógica del incremento de la renta por sobre la riqueza. Y es por esto por lo que, si bien Nick Srnicek ha hablado en el pasado sobre un “capitalismo de plataformas”, por ejemplo, eso ya no resulta suficiente para describir el giro de la economía digital.
Considerado este aspecto material, el juego se abre también a cómo el “tecnofeudalismo” opera sobre lo que solía llamarse “lucha de clases”, hoy sustituida por las “políticas de la identidad”.
En este punto, escribe Varoufakis, el impulso de proteger a las minorías raciales, sexuales, étnicas y religiosas, y de aplicar una justicia restaurativa, le viene muy bien “a las personas en el poder que quieren parecer socialmente liberales, siempre que tengan que hacer muy poco por proteger a las minorías de las causas sistémicas de su opresión”.
De lo que se trata, finalmente, es de moldear deseos y comportamientos tan lucrativos como inofensivos. “Esta es la esencia del capital de mando algorítmico y basado en la nube”, señala el autor de Tecnofeudalismo. Pero, ¿cómo se realiza exactamente esta operación de mercado a través de las pantallas digitales?
Para el filósofo Yuk Hui (Hong Kong, 1982), cuya idea de una “cosmotécnica” capaz de reconciliar los intereses tecnológicos de comunidades particulares con el principio tecnológico universal gana relevancia en la discusión geopolítica, el primer eslabón a estudiar para comprender nuestra relación existencial con la tecnología es el “objeto digital”. Y eso es lo que, tras los pasos de pensadores como Martin Heidegger y Gilbert Simondon, lleva adelante en su primer libro, Sobre la existencia de los objetos digitales.
A grandes rasgos, el análisis de Hui sobre la partícula elemental de la vida digital se aleja del problema habitual del “contenido” para concentrarse en las “relaciones”. De tal modo, los mismos algoritmos de lo que Varoufakis llama “tecnofeudalismo”, a través de procesos muy diversos de recorte y selección, no tienen otra finalidad para Hui que “relacionar” a los habitantes de internet con distintas mercancías, alrededor de las cuales las fantasías de identidad, atmósfera o sentido que propagan las redes sociales bajo la forma de “contenido” no son más que un epifenómeno.
Desde una y otra mirada, el punto en común de Varoufakis y de Hui es que la dinámica del “objeto digital”, tanto en Occidente como en Oriente, hoy traza, sobre todo, una contienda de crudos intereses tecnofeudales de clase.
Tecnofeudalismo
Por Yanis Varoufakis
Ariel. Trad.: M. Valdivieso
263 páginas, $ 25.100
Sobre la existencia de los objetos digitales
Por Yuk Hui
Materia Oscura
Trad.: A. Cordero y D. Wichls
364. págs./ $ 49.910