Lecturas. Los escritores, bajo la lente de la sátira
En Breve diccionario de enfermedades (y necedades) literarias, el italiano Marco Rossari se vale del más ácido de los humores, al mejor estilo de Léon Bloy, para reivindicar la placentera fiebre de la literatura
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“Barbara Stanwyck cuando es buena no es mala, pero cuando es mala es peor”, escribió Guillermo Cabrera Infante sobre la actriz norteamericana, aquella que le aseveraba a Fred McMurray en la clásica película noir Pacto de sangre: “Hay un límite señor Neff”. El cubano Guillermo Cabrera Infante fue uno de los más divertidos paladines del castellano (como lo prueban títulos como Tres tristes tigres o Mea Cuba), un enredador de frases y juegos de palabras.
Marco Rossari (Milán, 1973) tiene algo de Cabrera Infante y de “Babs” Stanwyck al mismo tiempo: da con el dardo en la palabra y es, como la actriz, letal. Este escritor italiano, autor de títulos tan heterodoxos como Bob Dylan: el fantasma de la electricidad o Cuentos para reír (este como editor) propone en Breve diccionario de enfermedades (y necedades) literarias una disección, por orden alfabético, del ámbito literario que incluye autores variados (muchos contemporáneos), corrientes literarias y figuras retóricas.
Sintético pero cuantioso, jamás escuálido, este diccionario singular tiene al menos dos maneras de “leerse” . Una es la forma en que lo hacen las críticas, laudatorias, que ya se publicaron en Europa. Elogian la “burla mordaz”, “la sátira iconoclasta”, “la palabra lacerante”. Y es cierto que el lector cuando se encuentra con entradas como “Autoficción”, “Werther” o “Logorrea” no puede menos que reírse apenas empieza a leer la propuesta.
La variedad de estos nombres, títulos y neologismos, en forma de vademécum de enfermedades de la escritura ya habla bastante del libro de Rossari: abarca cualquier época o tendencia, tanto la palabra que parece haber nacido ayer como las vanguardias del siglo XX. De la tan autopromocionada “Autoficción” dice que es un morbo de origen francés (¿estará pensando en Emmanuel Carrère?) “que conduce a confesar la verdad despachándola como ficticia, pero usando nombres reales”. Muy cerquita de esta entrada, se encuentra la lacerante definición de “Autopublicación”: “Una lavativa de charlatanes”.
La congestión del escritor estadounidense David Foster Wallace, famoso por su extensa novela La broma infinita, es “una perniciosa tendencia a considerar las notas pie de página más importantes que el texto central”. ¿La definición de haiku? “Un llanto breve, intenso y reiterado frente a la belleza del cosmos”. Rossari es cruel, pero siempre vigente. Su definición del poeta Jacques Prèvert causa una sonrisa casi doliente, culposa. Habla de la “cardiomegalia de Prévert: forma monstruosa pero inocua del sentimentalismo senil”. La entrada recuerda el texto del gélido y cínico de Michel Houellebecq llamado “Jacques Prévert es un imbécil”.
“Con la verdad no ofendo ni temo” parece ser la consigna de Rossari. El refrán no es casual porque es de esa clase de libros que ofende, que causa mucha gracia y podría sumarse a esa estirpe, no demasiado extensa, que se remonta al clásico Exégesis de los lugares comunes, de Léon Bloy, o el Diccionario del argentino exquisito, de Adolfo Bioy Casares.
Hay, sin embargo, como ya se dijo, una segunda forma de acercarse a este diccionario irónico, más vital, contemporánea y necesaria que el humor o la sátira que recibió tantos elogios. Y es que Rossari no es, a pesar de todo, inhumano. Lo suyo es una reflexión sobre ese género hoy un poco maltratado: la crítica. Y esto es lo mejor de este compendio de glorias e infortunios. En este sentido el Breve diccionario… bien leído, y con el humor tomado en serio, pertenece al lugar de la biblioteca donde figuran textos como “El adjetivo y sus arrugas”, de Alejo Carpentier, o los consejos de escritura de Hemingway, siempre actuales (como el de evitar el uso de adjetivos extravagantes o el uso de la voz pasiva)
Si la crítica (literaria, cinematográfica, musical) es el arte de unir análisis con subjetividad, pero siempre en contraste con el presente, el autor italiano resulta un observador asombroso. Detecta los males de época como un buen crítico: redundancias, barroquismos y pleonasmos. En la entrada de “florilegio” (septicemia mortal”, incluye este diálogo lúdico:
“–Estoy compilando una antolo…
–Estás compilando…”.
No todos, por lo demás, son males y enfermedades a curar. Rossari tiene humor, pero también amor por la literatura y puede definir a los autores clásicos, a la manera de Augusto Monterroso, en apenas unas pocas líneas. El Werther de Goethe es definido como “un acné juvenil en exceso por la hembra más bella, altiva y cruel de la clase”. La “psicosis de Dickens” es el delirio por el cual el autor cree que solo puede vivir a través de sus personajes. Y la “dostoievskitis” “puede conducir a la epilepsia, el homicidio o la infección de varias obras maestras seguidas”. En el terreno de autores del siglo XX, Kurt Vonnegut, el autor de Matadero cinco, es para él sinónimo de “cerebro”. Y, para que no queden dudas de cómo escribir bien, el autor halla la fórmula del “trumancapotismo”: “Cuatro gotas por la mañana y cuatro por la tarde obran milagros de estilo”.
En épocas de binge-watching y atención no mayor a lo que dura el capítulo de una serie, el libro de Rossari puede ser una puerta: un anticanon occidental para abrir la curiosidad en nanosegundos de lectura. La micro-definición de “Kafka” (el hombre que escribió sobre puentes colgantes que tienen consciencia y se irritan por el peso que soportan o sobre ratones que escapan de un mundo felino que se encoge como el mundo moderno) como “la dulzura del miedo” es perfecta.
Un apéndice apócrifo agrega, además, otras entradas, incluidas varias de literatura española y latinoamericana, donde no se salvan ni Susan Sontag ni Roberto Bolaño ni la Real Academia Española. La “posología” que figura al final de esta enciclopedia contracorriente enfatiza su sentido: “La literatura es una enfermedad… ¿Por qué curarse? Es una fiebre hermosísima. Los prospectos falaces siempre dicen la verdad”.
Breve diccionario de enfermedades (y necedades) literarias
Por Marco Rossari
Kultrum. Trad.: José Brown
162 págs./ $ 6400
Exégesis de los lugares comunes
Por Léon Bloy
Acantilado