Lecturas: Las novelas de Donleavy, donde la ira y el humor se dan la mano
Una nueva traducción de Un hombre singular, de J.P. Donleavy, se suma al ya disponible Cuento de hadas en Nueva York, dos clásicos menores que permiten redescubrir a un escritor singular, de difícil clasificación
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En una escena clave de esa maravilla llamada Rumble Fish, la película que Francis Ford Coppola estrenó hace exactamente cuarenta años, el padre alcohólico y lúcido que encarna Dennis Hopper le dice a su hijo menor (interpretado por Matt Dillon), mientras ambos observan al hermano de este –Mickey Rourke– sumergido sin remedio en sus meditaciones: “Pobre, tiene la capacidad para hacer lo que desee… pero nada le interesa realmente”. Algo similar podría decirse, haciendo a un lado cualquier otra analogía, de los protagonistas de las novelas de J. P. Donleavy (Nueva York, 1926), ese irlandés adoptivo que parece haber escrito una y otra vez el mismo libro o, si se prefiere, haber elegido distintos matices de una misma perspectiva para dialogar hasta el cansancio con sus obsesiones.
Donleavy no es de ninguna manera un escritor secreto; tampoco en el plano local, dado que aquí supo circular profusamente y su novela más famosa –Cuento de hadas en Nueva York– ha disfrutado de más de una primavera. Pero la reedición en serie de esta última –en 2018, recuperando la traducción original de Enrique Pezzoni– y de su antecesora Un hombre singular –ahora en una nueva versión de Jorge Fondebrider–, posee en cierto modo la resonancia de un rescate, acercando a un puñado de años de su muerte –que sucedió en 2017, a los 91 años– a un autor corrosivo y brillante como pocos a nuevos públicos, y habrá que ver si ello implica también a nuevas generaciones.
"Humorista virtuoso, uno de los rasgos esenciales –y notables– del estilo de Donleavy es su particular técnica del diálogo"
Aparecida por estos días, Un hombre singular era la novela que el propio Donleavy prefería entre las suyas, y el libro no hace más que trazar una continuidad entre su primer y exitosísimo libro A Ginger Man –traducido como El hombre de mazapán–, de 1955, y Cuento de hadas en Nueva York, que se editó en 1973. Lo que quizá distancie a Un hombre singular –publicada originalmente en 1963– de sus otras novelas esenciales es que el protagonista es rico, millonario, al margen de que ni sus propios empleados sepan a cuento de qué se ganan el pan.
Sin embargo, Sebastian Dangerfield –de El hombre de Mazapán–, el joven que se traslada a Irlanda a mentirse a sí mismo que estudia y a cambio de eso se emborracha y pelea con todo el que se le cruza, como Cornelius Christian, el protagonista de Cuento de hadas en Nueva York, que cruza el océano en sentido contrario con el cadáver de su esposa a cuestas y solo encuentra en su viejo hogar un destino de lo más sórdido, comparten algo con George Smith. Este último es un empresario exitoso a quien sus padres evitan perturbar incluso en su muerte y que, a propósito de ello, construye para cuando le toque el día un mausoleo descomunal, pero como los otros dos también es dueño de una ira desmesurada, omnipresente, suerte de combate constante contra el mundo pero, sobre todo, contra sí mismo.
Los tres personajes de esas distintas novelas de Donleavy son bravucones, aunque esa pulsión luche contra una timidez arraigada; los tres son atractivos, aunque no lo sepan; los tres viven como pueden, es decir, siendo víctimas de su indomable descontento, o más precisamente de su absoluta falta –excepto en lo que atañe a las mujeres– de deseo. Un deseo que a lo sumo se corporiza de manera difusa o utópica: “Algún día tomaré un barco”, se dice Smith hermanándose también en ello con las otras criaturas de Donleavy, mientras observa la maquinaria del puerto e imagina el más allá.
Humorista virtuoso, uno de los rasgos esenciales –y notables– del estilo de Donleavy es su particular técnica del diálogo, un contrapunto feroz que incluso lleva al límite de su propio absurdo. Dentro y fuera de esos diálogos, hay precisamente una puja insistente, un largo viaje hacia la locura, entre los sentimientos que esos hombres singulares alimentan –en rigor: hambrean– y las escasas posibilidades que el mundo les ofrece para darles vida. En este caso, el personaje de George Smith recibe por carta enigmáticas –y desopilantes– amenazas, y aun así lo que pone en riesgo la solidez de su cómodo reino es, en diversos frentes de batalla, la relación con las mujeres, desde la empleada cuya autonomía le permite asaltar las reservas de whisky, hasta su exesposa, que entre otros raptos emocionales de vez en cuando opta por disponer de su cuerpo. Con todo, ninguna lo vuelve tan dependiente, tan desesperado, tan idiota, como Miss Tomson, la secretaria que se parece a todas pero termina por ser, como sucede con frecuencia cuando la buena literatura se sincera, indescriptible.
Zigzagueando a cada momento entre la primera persona, la tercera y todas sus estaciones intermedias –al igual que en sus otras novelas–, Donleavy lleva al lector de la nariz detrás de la obsesión única de su protagonista, un sueño atiborrado de pesadillas.
Más allá de Smith y de sus otras criaturas de ficción, si hay una presencia que se impone, tanto en Un hombre singular como en Cuento de hadas en Nueva York, es justamente la de la ciudad: en ambos textos, una Nueva York fantasmal, hecha hasta cierto punto de barro y, sí, de luces cegadoras.
Aunque suela emparentárselo inexplicablemente con Bukowski, e incluso con Joyce –con quien guarda dos o tres coincidencias, y si se quiere un mismo espíritu experimental–, la narrativa de Donleavy parece más próxima a la de contemporáneos como John Barth, o acaso Thomas Pynchon, en particular por la mirada aguda y sarcástica respecto de sus personajes y su actitud a la hora de entreverarse con el mundo.
Boxeador aficionado en su juventud, Donleavy llevaría pronto aquel ímpetu de lucha al terreno de la literatura. Allí donde todos sus protagonistas salen a dar pelea con el cuchillo entre los dientes, aun sabiendo que no existe chance alguna de resultar victoriosos.
Un hombre singular
Por J.P. Donleavy
Cia. Naviera Ilimitada. Trad.: J. Fondebrider
384 páginas, $ 15.990
Cuento de hadas en Nueva York
Por J.P. Donleavy
Cia. Naviera Ilimitada